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Juan Bautista de Orendain y Azpilicueta

Biografía

Orendain y Azpilicueta, Juan Bautista de. Marqués de la Paz (I). Segura (Guipúzcoa), 19.X.1683 – Madrid, 21.X.1734. Secretario de Estado y del Despacho de Estado y de Hacienda, comendador de Segura de la Sierra en la Orden de Santiago.

Sus padres fueron León de Orendain y Guilisasti, natural de Usurbil (1 de marzo de 1654), procurador síndico general en 1684, regidor en 1688 y diputado en Segura en 1691, y Ana María de Azpilicueta y Muniain, nacida en Murvarte de Reta (16 de diciembre de 1650). En esa localidad se casaron, el 11 de abril de 1682.

Inició su carrera administrativa como paje de José de Grimaldo, a quien sirvió, sucesivamente, en la Secretaría del Consejo de Indias, en la Tesorería Mayor de Guerra, y en la Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda. En 1714 fue nombrado secretario de la Junta para el conocimiento y dirección de las rentas reales de Indias, con retención de su plaza en la citada Secretaría del Despacho. El 22 de febrero de 1715 fue promovido a oficial tercero de la Secretaría del Despacho de Estado. El 24 de julio de 1719 pasó al Consejo de Indias en calidad de oficial de la Secretaría del Perú. El 15 de diciembre del mismo año regresó a su plaza en la Primera Secretaría, donde, siguiendo los ascensos ordinarios, llegó a oficial mayor primero. Desempeñaba ese puesto cuando, el 10 de enero de 1724, fue nombrado secretario del Despacho de Estado en sustitución de Grimaldo, que pasó a San Ildefonso como secretario personal de Felipe V.

En opinión de Coxe, el nuevo titular de Estado era un personaje oscuro e insignificante, carente de iniciativa, “desnudo de capacidad, sin dignidad ninguna en el ejercicio de su nuevo encargo, era bueno lo mas para un trabajo mecánico, ó para la rutina oficinesca; sin que se le conociese mas cualidad buena que la de mostrarse en todos tiempos agradecido á la bondad de su protector”.

Su primer paso por el ministerio se vio eclipsado por dos factores. En primer lugar, por la erección de la denominada Junta de Gabinete, que era una pequeña asamblea constituida por Felipe V, tras su abdicación, con la finalidad de asesorar al nuevo monarca Luis I. Estaba compuesta por siete miembros fieles a su persona, que fueron el presidente del Consejo de Castilla Luis de Miraval, el arzobispo de Toledo Diego de Astorga y Céspedes, el inquisidor general y obispo de Pamplona Juan de Camargo, el presidente del Consejo de Indias Baltasar de Zúñiga y Sotomayor, marqués de Valero, el antiguo presidente del Consejo de Órdenes conde de Santisteban del Puerto, y el capitán general y presidente del Consejo de Guerra marqués de Lede. Como secretario fue designado el propio Orendain. Pero la Junta intentó sustraerse a la autoridad de su promotor, Felipe V, limitando la inspección que sobre sus deliberaciones ejercían Grimaldo y Orendain. Con este fin resucitaron una vieja costumbre que se practicaba en tiempo de los últimos Austrias, según la cual los vocales se distribuían entre sí las relaciones con las Cortes extranjeras, de manera que cada uno se encargaba de un ramo —Lede de Inglaterra y Holanda, Miraval de Francia, Camargo de Portugal, Astorga de Venecia, Guerra de Moscovia y el ducado de Parma y Valero de Roma— y después exponía su opinión ante toda la asamblea. Con ello la Secretaría del Despacho de Estado quedó excluida de tales asuntos, lo que, según Baudrillart, restó poder al titular de Estado que “ne fut désormais que le simple rapporteur de leurs délibérations”, si bien, añade que el nuevo sistema no fue muy efectivo. En efecto, Grimaldo e Isabel de Farnesio reaccionaron rápidamente y consiguieron de Luis I una orden que autorizaba a Orendain para solicitar informes por separado a cada vocal, a fin de presentarlos al Rey en el despacho ordinario. Esto paralizó la fuerza colectiva de la Junta, con lo que dicha disposición supuso su anulación efectiva.

El otro factor que contribuyó de modo determinante a la postergación de Orendain fue el papel del antiguo ministro de Estado, José de Grimaldo, quien desde La Granja continuó dirigiendo los asuntos de Estado junto a los Reyes padres, mientras Orendain vio limitada su actuación a la de mero enlace entre los ministerios de la antigua y la nueva Corte. La resistencia de Felipe V y de Isabel de Farnesio a perder su influencia en los principales asuntos de Estado terminó en una dualidad de gobiernos. Así, si tras la llegada de Orendain a Secretaría se llevó a cabo una remodelación de su oficina, que quedó compuesta por los siguientes oficiales: Francisco Gracián, Sebastián de la Cuadra, Francisco Javier de Morales, Juan Bautista de Azpuru, Nicolás de la Cuadra, Martín de Receta y Nicolás de Aristizábal. Poco después se constituyó una Secretaría paralela en San Ildefonso, formada en este caso por tres oficiales: Miguel Fermín de Ripa, Nicolás de la Cuadra —que fue sustituido interinamente en la anterior por Nicolás de Aristizábal— y Manuel de Heredia.

Esta dualidad de gobiernos confundía a la opinión pública, y especialmente a los representantes y ministros de otras potencias, que no sabían dónde presentar sus credenciales, si bien la opinión más generalizada era que Grimaldo continuaba controlando el poder. La subordinación de Orendain con respecto al anterior ministro de Estado queda patente en la correspondencia que ambos mantuvieron durante el breve reinado de Luis I. En una de las cartas escribía Orendain a su valedor que se encontraba “siempre dispuesto a vivir y morir siguiendo la sombra de V. E. y sus direcciones y órdenes, y a los pies de V. E. más humilde cuanto más favorecido y honrado me vea”.

En cualquier caso, tal dualidad de cortes y ministerios habría de durar poco tiempo. A mediados de agosto, Luis I comenzó a mostrar los primeros signos de viruela, enfermedad que acabaría con su vida el último día de ese mes.

La muerte del joven Monarca planteó el problema de la sucesión. Felipe V en su renuncia había dispuesto que en caso de muerte de Luis I sin descendientes, o siendo éstos menores de edad, se formaría una regencia compuesta por los presidentes de los Consejos. Pero llegado el caso, el marqués de Miraval, presidente del de Castilla, en lugar de poner esto en práctica, solicitó la vuelta del Rey padre al Trono. Pese a sus contradicciones internas, la exhortación de la ambiciosa Reina y el apoyo de un grupo de opinión encabezado por Grimaldo y el embajador francés, el mariscal de Tessé, animaron a Felipe V a recuperar el Trono.

El retorno de Felipe V supuso una doble reforma en el gabinete ministerial. De una parte, Grimaldo volvió a ocupar la Primera Secretaría, pues, tras veinte años a su servicio, el Rey no podía ni quería prescindir de él, y el día 4 de septiembre de 1724, fue nombrado de nuevo secretario del Despacho de Estado. De otro lado, a los dos días de llegar el Rey a Madrid, ordenó al titular de Hacienda, Fernando Verdes Montenegro, que renunciase a su ministerio. Formalmente se le acusó de haber utilizado impropiamente algunas sumas de dinero que su antecesor, el marqués de Campoflorido, había destinado a determinados acreedores. Sin embargo, como señala Escudero, el despido debe encuadrarse dentro de las tensiones derivadas de la situación precedente, y en concreto, de quienes se habían opuesto al regreso de Felipe V, o habían apoyado un gobierno autónomo de Luis. Lo cierto es que Montenegro fue desterrado a Ciudad Real, donde cumplió arresto en un convento de caballeros de Calatrava, acusado de dilapidación, y la Secretaría del Despacho de Hacienda se entregó a Orendain, con retención de la futura de Estado, sustituyendo mientras tanto a Grimaldo durante sus ausencias o enfermedades. Con ello Orendain mantuvo una excelente posición de cara a la posible vacante de la Primera Secretaría, y de hecho continuó conociendo asuntos de Estado, sin ninguna subordinación a Grimaldo. Apoyado por la Reina y por el poderoso sector francés de la Corte, incluso se reveló contra su antiguo benefactor intentando suplantarle.

Con todo, estos primeros años del segundo reinado de Felipe V estuvieron marcados por la privanza del barón de Riperdá. Embajador de los Estados Generales en España, en 1717 decidió establecerse en España e iniciar una nueva vida en un país que, en su opinión, “podía llamarse paraíso de los aventureros”. En 1724 llegó su gran oportunidad al ser designado embajador extraordinario de España en Viena para terminar con las diferencias entre Felipe V y Carlos VI, y concluir el enlace del infante Carlos con la mayor de las archiduquesas. Sólo los Reyes y Orendain conocían su misión y el propio Grimaldo desconocía el objetivo de su viaje. La embajada concluyó con un rotundo éxito, que fue la firma del Tratado de Viena, el 30 de abril de 1725. Como recompensa Orendain obtuvo el título de marqués de la Paz, y Riperdá fue hecho duque y Grande de España de 3.ª Clase. Además, el holandés recibió el título de secretario de Estado y el empleo de secretario del Despacho, con lo que acaparó el control de los principales asuntos de Estado, desplazando a Grimaldo.

No duró mucho, sin embargo, el apogeo de Riperdá porque su política austríaca resultó enormemente gravosa para España. Puesta en tela de juicio la alianza con Austria, que fue la base fundamental de su rápida elevación, el prestigio del ministro se fue debilitando rápidamente, tanto ante la opinión general como ante los Reyes. El primer paso de Felipe V fue quitarle la presidencia de Hacienda. Al conocer la noticia, contrariado y dolido, presentó la renuncia a todos sus empleos, que le fue admitida al día siguiente, 14 de mayo de 1726.

Grimaldo recuperó entonces el control de la Primera Secretaría del Despacho, excepto en el punto central de los asuntos de Estado, la negociación con Viena, que se encargó al marqués de la Paz. A tal efecto, tres oficiales de Estado —José Antonio de Isassi, Nicolás de Aristizábal y José Joaquín de Montealegre— pasaron a servir bajo las órdenes de Orendain, trabajando como oficina independiente en una de las piezas de la Secretaría de Hacienda.

Además de ocuparse de la negociación con Viena, Orendain supo moverse con habilidad para recuperar la Primera Secretaría. En efecto, aliado con el embajador de Austria Konigseg, ambos acusaron a Grimaldo de manifiesta afición hacia Inglaterra. También la Reina, que veía en el viejo ministro de Estado un estorbo para el mantenimiento de su política pro-imperial, utilizó el mismo argumento para conseguir su destitución. Finalmente, Felipe V resolvió cesarle en su empleo y entregó los negocios de la Secretaría al marqués de la Paz, para que los uniera a los que ya tenía. El 29 de septiembre de 1726, el nuevo ministro de Estado firmó la jubilación de su antecesor y antiguo valedor, al tiempo que le comunicaba su propio nombramiento para sustituirle en la Primera Secretaría. Según Coxe, ese mismo día José Patiño sustituyó a Orendain al frente de la Secretaría del Despacho de Hacienda. En el mismo sentido se expresa Prado y Rozas. Sin embargo, Bernard afirma que desde el 14 de mayo de 1726 ocupaba ese departamento Francisco de Arriaza, que fue a quien sustituyó Patiño.

La vuelta del marqués de la Paz a la Primera Secretaría supuso una remodelación de la misma que, en este caso, vino impuesta por las circunstancias. A los negociados que tenía esta oficina añadió las relaciones diplomáticas con Viena que ya tenía a su cargo, con lo cual se disolvió la oficina destinada a dicha materia y, como estaba previsto, sus oficiales se reintegraron a la de Estado. La nueva planta quedó compuesta por ocho oficiales —Sebastián de la Cuadra, José Antonio de Isassi, Francisco Javier de Morales, José Joaquín de Montealegre, Juan Bautista de Azpuru y Vicuña, Nicolás de Aristizábal, Nicolás de la Cuadra y Martín de Receta—. Un decreto de 29 de noviembre ordenó que esa estructura se mantuviera como regla fija en adelante.

Aunque en los años siguientes Orendain se mantuvo al frente de la Primera Secretaría del Despacho, obteniendo además al año siguiente plaza en el Consejo de Estado, su papel se vio eclipsado por el nuevo líder del gabinete, José Patiño.

Patiño se convirtió en el protagonista absoluto de la década siguiente. Acaparó los departamentos de Hacienda, Marina e Indias y Guerra, pero además, protegido por la Reina, dirigió la política exterior española, del mismo modo que antes lo habían hecho Alberoni y Riperdá. Y a en el Tratado de Sevilla, de 9 de noviembre de 1729, su firma aparece junto a la de Orendain. La usurpación de poder se fue acentuando en los años siguientes, hasta que en 1733 adquirió carácter público y legítimo. En marzo de ese año el marqués de la Paz sufrió un fuerte ataque de apoplejía y, por expreso deseo de Isabel de Farnesio, Patiño se hizo cargo de los negocios de Estado, aunque Orendain conservó la titularidad del departamento hasta su muerte, acaecida el 21 de octubre de 1734.

 

Bibl.: A. Prado y Rozas, Reglas para oficiales de secretarías y catálogo de los secretarios del Despacho y del Consejo de Estado que ha habido desde los señores Reyes Católicos hasta el presente, junto con las plantas dadas a las secretarías, Madrid, Oficina de Antonio Marín, 1755; W. Coxe, España bajo el reinado de la Casa de Borbón. Desde 1700 en que subió al trono Felipe V hasta la muerte de Carlos III acaecida en 1788, trad. y notas de J. de Salas Quiroga, Madrid, Est. Tipográfico de D. F. de P. Mellado, 1846-1847, 4 vols.; A. Baudrillart, Philippe V et la Cour de France, Paris, Firmin-Didot, 1890-1904, 5 vols.; A. Danvila, El reinado relámpago, Luis I y Luisa Isabel de Orleans, 1707-1742, Madrid, Espasa Calpe, 1952; G. Bernard, “Liste des Secrétaires d’etat espagnols de l’avénement des Bourbons jusqu’en 1808”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXII, 2 (1956), págs. 387-394; C. Fernández Espeso y J. Martínez Cardos, Primera Secretaría de Estado. Ministerio de Estado. Disposiciones orgánicas (1705-1936), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1972; J. A. Escudero, Los Secretarios de Estado y del Despacho, 1474-1724), Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1976 (2.ª ed.), 4 vols.; Los orígenes del Consejo de Ministros, Madrid, Editora Nacional, 1979, 2 vols.; V. Cadenas y Vicent, Caballeros de la Orden de Santiago que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo xviii, t. II, Madrid, Hidalguía, 1977; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía española, 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984; J. Lynch, El siglo xviii, Barcelona, Crítica, 1991; P. Voltes, Felipe V fundador de la España contemporánea, Madrid, Espasa Calpe, 1991; B. Badorrey, Los orígenes del Ministerio de Asuntos Exteriores (1714-1808), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1999.

 

Beatriz Badorrey Martín

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