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Joaquín Matías Suárez de Victorica

Biografía

Suárez de Victorica, Joaquín Matías. Miguel de Santander. Santander (Cantabria), 23.II.1744 – Santa Cruz de Iguña (Cantabria), 2.III.1831. Capuchino (OFMCap.), predicador, escritor y obispo.

Joaquín Matías nació seguramente en una familia con posibilidades económicas, formada por Miguel y Josefa, ya que, realizados los estudios de primeras letras en su ciudad natal, pasó a la Universidad de Alcalá de Henares, donde, sin haberlos completado, a la edad de veinte años, vistió el hábito seráfico, el 2 de febrero de 1764, en aquella misma ciudad. Al año siguiente, emitió su profesión solemne, continuando con el estudio de la filosofía y teología, fue ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1768. Finalizados los estudios, y queriéndose dedicar a la predicación, solicitó ser admitido en el colegio o seminario de misioneros de Toro (Zamora), erigido en 1765, que pretendía aunar la estricta observancia de la Regla con la predicación de misiones. Como los criterios de admisión eran muy estrictos, a Fr. Miguel de Santander se le admitió cuando cumplió los treinta años, el año 1774. En el seminario, en un ambiente de observancia regular intensa y de retiro y oración, se entregó al estudio de la Sagrada Escritura, santos padres y predicadores, sobre todo italianos y franceses. Su estancia en Toro fue interrumpida a los dos años, pues en el capítulo de 1776 se le nombró secretario provincial, cargo que desempeñó hasta marzo de 1779, año en que volvió a Toro.

A partir de 1780, el P. Santander inició una actividad intensísima como predicador de misiones, adquiriendo pronto una fama extraordinaria que le llevó a ser llamado primero por el obispo de Palencia para dar una misión en la Catedral, y en 1785, después de haber predicado por Tierra de Campos, por los obispos de León, Oviedo, Santander, Mondoñedo y Málaga para misionar en sus diócesis. En Galicia fueron renombradas la misión de Doncos, y sobre todo la de El Ferrol, donde estuvo un mes, y cuyos sermones escuchaban más de quince mil personas. En 1787 reanudó propiamente sus campañas misionales por Toledo y Zamora, volviendo en 1790 a su ciudad natal a predicar toda la Cuaresma. Ese mismo año, fue nombrado guardián del convento de Salamanca, pero renunció al cargo debiéndolo aceptar para el convento de Toro. Desde allí, siguió predicando por los pueblos de Zamora y León, alternando siempre sus misiones con ejercicios al clero, comunidades religiosas, cárceles, etc. En 1794, recorrió la diócesis de Oviedo misionando, y lo mismo hizo en los años posteriores por las diócesis de Zamora, Astorga, Valladolid, Palencia, León y Burgos, destacando la misión que predicó en Toledo en 1801, a petición del cardenal Luis de Borbón. Su vida penitente, su piedad sincera, y unas dotes oratorias extraordinarias, a las que unía una formación doctrinal muy sólida abierta a las corrientes de pensamiento extranjeras, sobre todo francesas, así como la belleza, sencillez y claridad de sus formas, hicieron que su elocuencia resultara muy atractiva, pudiendo ser considerado como uno de los máximos renovadores de la predicación sagrada de finales del siglo xviii.

Pero su vida experimentó un cambio muy fuerte, pues Ramón de Arce, arzobispo de Zaragoza e inquisidor general, que no podía residir en la diócesis, también santanderino, se fijó en él y lo propuso al rey Carlos IV como auxiliar suyo. El 20 de diciembre de 1802 fue nombrado obispo titular de Amizón, siendo consagrado el 20 de febrero de 1803 en la iglesia de San Antonio del Prado de Madrid. En Zaragoza se ocupó de las tareas anejas al cargo, comenzando pronto a predicar misiones en distintas parroquias de la ciudad, a dirigir ejercicios espirituales y visitar las comunidades de religiosas. Arce le había dado facultades solamente como visitador, motivo por el que hizo la visita pastoral a los pueblos, predicando en muchos de ellos misiones y dejando innumerables providencias para las parroquias, clérigos, cofradías, ornamentos, libros; evitando que los curas tuvieran que gastar nada con él y repartiendo sus rentas entre los necesitados. Esta primera visita, que incluyó la capital, la terminó en diciembre de 1805. Arce entonces lo nombró gobernador del arzobispado, pero él renunció para dedicarse a los pueblos, iniciando la segunda visita en 1807.

La entrada de las tropas galas en 1808 y el ambiente de guerrillas que generó hicieron que el P. Santander se refugiara en Valdealgorfa, cerca de Alcañiz. Al poco tiempo, después del segundo sitio de Zaragoza, el P. Santander fue llamado a la ciudad por las autoridades ocupacionales para celebrar solemnemente la capitulación en el Pilar. Desde entonces y hasta 1813 alternó y contemporizó con las autoridades francesas, actuando y predicando en ocasiones muy comprometidas cuando se celebraban victorias del ejército ocupante. Pero él se dedicó a su ministerio de pastor, ejerciendo también como gobernador e intercediendo ante las autoridades en favor de todo tipo de personas, sobre todo sacerdotes, religiosos y religiosas, consiguiendo que algunos de estos últimos siguieran en sus conventos. En 1809, fue nombrado por el general Souchet gobernador de las iglesias de Aragón, lo que no conllevaba jurisdicción alguna. Ese mismo año, vacante la sede de Huesca, fue designado por José Bonaparte obispo de la diócesis oscense, de la que tomó posesión el 17 de enero de 1810 por medio del deán capitular, pero nunca recibió las bulas de confirmación de la Santa Sede. Además, el 13 de junio de ese año fue elegido para el arzobispado de Sevilla. Su actitud colaboracionista con los franceses y su aceptación del obispado oscense, por lo que se le acusó de usurpador, fueron las causas por las que se le tachó de afrancesado.

La victoria de las tropas nacionales en 1813 y ser tildado de afrancesado condujeron al P. Santander al destierro de Francia. Allí estableció su residencia en Bañeres, después en Montpellier y finalmente en Burdeos, donde vivió muy pobremente, ayudando a otros compatriotas exiliados. Desde Francia, se defendió de las acusaciones de afrancesado que habían lanzado contra él el mercedario P. Manuel Martínez y el capuchino P. Pablo de Callosa, escribiendo las Apuntaciones para la apología..., obra en la que justifica por qué no huyó de Zaragoza: para no abandonar a sus “ovejas” en aquellas circunstancias y porque los ministros del altar no debían sostener dicha guerra, ya que no era de religión. Además, respondía a la acusación que se le hacía de usurpador del obispado de Huesca, manifestando que la jurisdicción de dicho obispado le fue comunicada por el cabildo sin ninguna violencia, en espera de recibir las bulas pontificias.

Con todo, el 30 de diciembre de 1819, escribió desde Bañeres al papa retractándose de los hechos cometidos (“gestorum suorum”) en relación con el obispado de Huesca. La amnistía concedida en 1820 a los exiliados en Francia por los liberales, permitió que el P. Santander volviera a España, retirándose al pueblo santanderino de Santa Cruz de Iguña, dedicando su tiempo a la escritura y traducción de libros.

A los ochenta y siete años una afección pulmonar lo condujo a la muerte, el 2 de marzo de 1831, siendo enterrado en la iglesia de los dominicos de Ntra. Sra.

de las Caldas de Besaya.

En relación con su afrancesamiento es necesario señalar que el P. Santander lo fue en un sentido cultural.

Él apreció mucho la cultura francesa, su literatura, predicadores, escritores espirituales, y se identificó con las ideas ilustradas que condujeron a la Revolución, descubriendo los aspectos positivos de ésta, como lo manifiesta claramente, aunque en otros momentos fuera más ambiguo, en la Carta de un religioso español..., dirigida en 1798 a su amigo y admirador el beato Diego José de Cádiz, que curiosamente no pensaba como él. Su colaboración con los franceses, siendo obispo auxiliar de Zaragoza, aunque también depende de sus convicciones ideológicas, no se puede considerar una traición a la patria, sino que hay que entenderla como una opción pastoral que pretendía servir a sus diocesanos, haciendo lo que era posible; elección que al final no se reveló tan desacertada como algunos querían.

 

Obras de ~: Carta de un religioso español, amante de su patria, escrita a otro religioso amigo suyo, sobre la constitución del reino y abuso del poder, [Toro, 1798]; Doctrinas y sermones para misión del P. Miguel de Santander, religioso capuchino en el convento de Misioneros de la ciudad de Toro, vols. I y II, Madrid, 1800; vol. III, Madrid, 1801; vols. IV y V, Madrid, 1803; vol. VI, Madrid, 1808; Sermones panegíricos de varios misterios, festividades y santos del P. Miguel de Santander. Tomo primero de los panegíricos, Madrid, 1801; t. II, Madrid, 1801; Retiro espiritual para los sacerdotes, o el sacerdote preparado para el juicio de Dios en diez días de Ejercicios espirituales, Madrid, 1802, 2 ts.; Cartas familiares y algunos otros opúsculos en prosa y verso del Ilmo...., Madrid, 1805; Carta del Ilmo. Sr. Fr. D. Miguel Suárez de Santander a Fr. Manuel Martínez, Mercedario calzado, [Montpellier, 1814]; Apuntaciones para la apología formal de la conducta religiosa y política del Ilmo. Sr. D. Fr. Miguel Suárez de Santander. Respuesta de este ilustre Prelado a otra muy irreverente y calumniosa que le escribió e imprimió en Madrid, en el año de 1815, el P. Fr. Manuel Martínez, Mercedario calzado, Burdeos, 1817. Véase lista de sus más de treinta obras en Buenaventura de Carrocera, La provincia de frailes menores capuchinos de Castilla. II: 1701-1836, Madrid, Centro de Propaganda, 1973, págs. 630-634.

 

Bibl.: M. Martínez, Los famosos traidores refugiados en Francia convencidos de sus crímenes, Madrid, 1814; Nuevos documentos para continuar la historia de algunos famosos traidores refugiados en Francia, Madrid, 1815; D. de Barcelona, “El P. Santander”, en Estudios Franciscanos, 22 (1919), págs. 214- 219; B. de Carrocera, Necrologio de los frailes menores capuchinos de la provincia del Sagrado Corazón de Castilla (1609- 1943), Madrid, Imp. de Editorial Magisterio Español, 1943, págs. 58-59; L. G. Camino, “Noticias sobre algunos sermones de circunstancias dichos en Santander y luego impresos”, en Altamira, (1945), págs. 138-139; “El montañesismo de Fr. Miguel de Santander”, en Altamira, (1946), págs. 7-54; M. de Pobladura, Los frailes menores capuchinos en Castilla. Bosquejo histórico 1606-1945, Madrid, Administración de El Mensajero Seráfico, 1946; La provincia de frailes menores capuchinos de Castilla. II: 1701-1836, Madrid, Centro de Propaganda, 1973, págs. 608-634; “Suárez, Michael a Santander”, en Lexicon Capuccinum. Promptuarium Historico-Bibliographicum OFMCap (1525-1950), Romae, Bibliotheca Collegii Internationalis S. Laurentii Brundusini, 1951, col. 1649; I. de Villapadierna, “El episcopado español y las Cortes de Cádiz”, en Hispania Sacra, 8 (1955), págs. 275-335; A. Elorza, “Cristianismo ilustrado y reforma política en Fray Miguel de Santander”, en Cuadernos Hispanoamericanos, 72 (1967), págs. 73-107; R. Ritzler y P. Sefrin, Hierarchia Católica Medii et Recentioris Aevi..., vol. VII: 1800-1846, Patavii, Typis et sumptibus domus editorialis “Il Messaggero di S. Antonio”, 1968, pág. 72; Lázaro de Aspurz, “Santander, Miguel de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1975, cols. 2182-2183.

 

José Ángel Echeverría, OFMCap.