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Juan de Matienzo

Biografía

Matienzo, Juan de. Valladolid, 22.II.1520 – Sucre, antes La Plata (Bolivia), 15.VIII.1579. Jurisconsulto, oidor de Audiencia, presidente de Audiencia, cronista.

Perteneciente a una familia de jurisconsultos e incorporado posteriormente a esa burguesía de letrados de escrupulosa conciencia profesional y lealtad acrisolada.

Estudió durante diez años en la Facultad de Leyes de la Universidad de Valladolid, hasta alcanzar la licenciatura en las disciplinas jurídicas.

En 1542 ingresó en la plantilla de la Real Chancillería de Valladolid, donde estuvo diecisiete años de servicio, hasta ocupar la plaza de relator y granjearse merecida reputación como jurisconsulto. De tal forma que los consejeros de Indias lo propusieron al Monarca, el 2 de julio de 1557, para ocupar una de las plazas de oidor de la Audiencia que se proyectaba establecer en la región de los Charcas. El 25 de noviembre de 1559, evacuada la convencional información en Valladolid, se le concedió el paso a las Indias, junto con un nutrido séquito de acompañantes y parientes.

Asimismo se le autorizó a llevar cuatro esclavos negros, las armas que juzgara necesarias y joyas y menaje hasta un valor de 500 ducados, exentos de todo gravamen.

El 25 de enero de 1560 se embarcó en Sanlúcar en la nao de Gonzalo Hernández. Se dio la circunstancia que viajó con el virrey del Perú, conde de Nieva, dos oidores de la Real Audiencia de Lima y un futuro colega de estrado de su futura Audiencia de Charcas Cuando llegaron a Panamá por disposición del conde de Nieva, el licenciado Matienzo y los otros oidores tuvieron que constituir un tribunal de emergencia, a fin de escuchar a los quejosos de la Audiencia local, carentes de medios para recurrir hasta Lima o el Consejo de Indias. Por fin tras desembarcar en Paita llegó a Lima el 5 de febrero de 1561. Al día siguiente de su llegada, en ejercicio de sus facultades como oidor más antiguo de Charcas, asumió en precario una de las plazas de la Audiencia de Lima, en un ambiente en plena crisis por el problema de las encomiendas.

No obstante el 4 de abril ya pasó el trámite de jurar el cargo de magistrado de Charcas y sin pérdida de tiempo comenzó a desarrollar una tarea administrativa que llenaría su vida durante veinte años siguientes sin descanso alguno.

Sus despachos lo retratan como un hombre apasionado desbordante de actividad y fecundo en iniciativas.

Esa misma correspondencia saca a la luz una personalidad de trato difícil. Con vehemencia solicitaba informes, noticias de personajes influyentes y religiosos acerca de los problemas de gran magnitud, de tal forma que a los dos meses de haber pisado suelo peruano ya proponía diversas iniciativas y se atrevía a denunciar corruptelas. E incluso sugirió al Consejo de Indias la supresión del cargo de virrey y el ejercicio del gobierno por seis oidores que formarían un tribunal, en el que se refundirían las Audiencias de Lima y Charcas, con sede en Arequipa, punto equidistante entre Perú, Charcas y Chile. Asimismo, seis meses después de asumir el cargo de oidor en Charcas recomendó a las mismas autoridades abrir nuevas vías de comunicación por la ruta del Río de la Plata hacia el Atlántico.

El 7 de septiembre de 1561 se instaló formalmente la Audiencia de Charcas y Matienzo asumió el cargo de rector. En esta Administración virreinal discurrieron casi cuatro lustros de una existencia ingrata para Matienzo, con rencillas con sus colegas y el olvido de las autoridades metropolitanas. E incluso, su situación económica distaba mucho de ser boyante, de tal forma que se vio obligado a solicitar a la Corona el corregimiento de Potosí, durante dos años, con una dotación de 5.000 pesos. A Potosí fue en efecto su primera salida, pero no con tan lucrativa investidura, sino como juez comisionado por acuerdo de la Audiencia para entender en el esclarecimiento de un hurto practicado en septiembre de 1562 en los fondos de los Bienes de Difuntos. E igualmente debía inspeccionar los yacimientos de Potosí y de Porco, a fin de conocer de primera mano las condiciones de trabajo de los operarios indígenas, teniendo facultades para introducir las reformas que creyese convenientes.

A principios de 1565 se le encargó la sustanciación de la residencia del doctor Gregorio González de Cuenca como corregidor del Cuzco desde 1561 hasta 1563, gestión que le va a acarrear múltiples problemas por largos años. Al concluir el 30 de abril el plazo señalado para el desempeño de la comisión de que se le había investido, el licenciado Matienzo creyó su deber asumir la iniciativa de ofrecer sus buenos servicios en los tratos que se hallaban en curso para reducir al Inca Titu Cussi Yupanqui, contumaz en su refugio de Vilcabamba. Las negociaciones se desarrollaron entre abril y junio, y culminaron con dos conferencias en el paraje de Chuquichaca. El 30 de junio entregó los papeles del atestado de la comisión a Juan Palencia de Albornoz, quien a su paso por Lima intimidado por la prepotencia de González de Cuenca, le facilitó el expediente, del que el acusado sustrajo todo aquello que le perjudicaba, en total unas seiscientas hojas. Enterado del conflicto Matienzo se apresuró a ordenar un nuevo traslado del expediente auténtico. La Corona cursó una Real Cédula para clarificar la verdad de tal alteración de los autos y comisionó al gobernador García de Castro quien dio la razón a Matienzo.

En 1567, sin detrimento de su labor como magistrado, terminó de redactar un tratado donde recogía su docta opinión acerca del Gobierno del Perú. “Para que los naturales de estos reinos, de cuyo sudor y trabajo he comido, sean aprovechados, así en aumento de sus haciendas como en ser instruidos en la policía humana y religión cristiana, y el patrimonio real sea aumentado sin perjuicio de los encomenderos y demás habitantes y moradores de este reino, antes en mucho provecho y utilidad de todos”.

La última década de la vida de Matienzo, 1569- 1579, estuvo repleta de satisfacciones, pues se le reconoció su gran valía intelectual y su gran eficiencia. Y fue el virrey Toledo quien mejor apreció sus conocimientos en materia de gobierno y legislación indiana.

De este modo, se puede presuponer que el Tratado sobre el Gobierno del Perú habría figurado entre los documentos esenciales sobre el estado del virreinato que utilizaron en Madrid los miembros de la Junta Magna, de suerte que el futuro gobernante ya tuviese una idea clara de aquel territorio. Y posteriormente incorporaría esas ideas a sus ordenanzas de gobierno.

De este modo se encuentran claras concordancias entre el Gobierno del Perú y la Instrucción General extendida a los visitadores por el virrey el 16 de junio de 1571, cuando planteaba la visita como previo procedimiento para organizar la vida política de los indios.

Igual similitud está en la exhortación a los caciques a declarar la cantidad verdadera de vasallos sujetos a ellos. La reserva tocante a los indios que estuviesen en Potosí y Porco. La recomendación de inventariar el ganado de los bienes de comunidad mediante “quipus”, o la prohibición de realizar monterías.

Las mismas coincidencias se encuentran en los informes sobre las reducciones de los indios; o en la instalación de una Casa de Moneda en La Plata, expediente en el que Matienzo había propugnado múltiples argumentos. En la práctica la idea constituyó un gran fracaso, porque, a pesar de que el establecimiento entró a funcionar en 1573, apenas duró una brevísima temporada a causa de la carencia en aquella localidad de pastas de plata destinadas a la amonedación.

El virrey Toledo se apresuró a enmendar su equivocación y enseguida ordenó el traslado a Potosí.

El gran respeto del virrey Toledo al licenciado Matienzo hizo que le incorporara al equipo de sus consejeros para su asesoramiento político-administrativo, con el jesuita Acosta, el jurista Polo de Ondegardo y el agustino Juan de Vivero. En junio de 1571 lo puso a la cabeza de una comisión integrada por once miembros, entre eclesiásticos y laicos, delegada para practicar la visita de los términos de la ciudad de La Plata. El licenciado Matienzo inició sus funciones con una inspección personal emprendida a principios de septiembre del año siguiente, con un viático de 3.000 pesos. Por espacio de año y medio se aplicó con su habitual vehemencia al ejercicio de la misión que se le había confiado, teniendo de este modo la oportunidad de poner en práctica las teorías expuestas en su tratado, relativas al mejor ordenamiento de la vida comunal de los indígenas, tanto en lo tocante a la designación de autoridades propias, como en lo relativo a la distribución urbana, traza de los edificios, etc.

Asimismo, trabajó en levantar los padrones y en redactar la descripción y bosquejar unos mapas de todo el territorio inspeccionado. Durante la visita, también realizó reducciones de indios en los repartimientos de Moró y Caracará. En el primero concentró once caseríos en una sola localidad que llamó Villanueva de la Plata y en el segundo fundó el pueblo de Toro. El 23 de diciembre de 1572, el licenciado Matienzo entregó al virrey Toledo en Potosí una ponencia con sus reflexiones para consolidar la situación de la comarca de los Charcas y fomentar su prosperidad mediante la expansión de la industria minera. Igualmente, gracias a la experiencia acumulada en la inspección del territorio de los Charcas pudo brindar su ayuda a las Ordenanzas de los indios yanaconas de la provincia de los Charcas promulgadas pro el virrey Toledo en La Plata el 6 de febrero de 1574. Y lo mismo ocurrió con las Ordenanzas de los mesones y ventas de la provincia de los Charcas y cómo han de estar proveídos suscritas por el virrey el 1 de marzo de 1575. Lo mismo sucede con las Ordenanzas de minas.

El 6 de noviembre de 1575 el virrey Toledo firmó en Arequipa las Ordenanzas para los naturales, derogando las que anteriormente se habían ido dictando en cada comarca y que suponían una nueva estructura política y cívica de los indígenas, idea ya vertebrada en el Gobierno del Perú de Matienzo. Pero también de vital importancia fue el papel asesor de Matienzo en el reajuste de las tasas del tributo que satisfacían los yanaconas, fruto de un meditado estudio en el que habían entrado en juego la capacidad contributiva de los nativos, las necesidades fiscales y las razones éticas que justificaban la exacción. De los 7 pesos de plata que en total abonaba cada tributario, 5 irían a poder del encomendero, uno se aplicaría a cubrir los gastos de la enseñanza religiosa, y el último se ingresaría en las arcas fiscales. Esta séptima parte serviría para pagar a los corregidores y demás autoridades encargadas de mantener el orden público.

En esta misma línea de máxima recaudación fiscal, Matienzo también recomendó recaudar el diezmo entre la población indígena, sin aguardar la decisión pontificia relativa al sistema de aplicación. A requerimiento del virrey Toledo, Matienzo elaboró un dictamen respaldado con numerosas autoridades de peso que abonaban la propuesta. El confeccionó las nuevas tasas tributarias dentro de la jurisdicción de la ciudad de La Plata y posteriormente el virrey las confirmó y ordenó aplicar, además de encargarle de hacerse cargo de la reforma total del sistema impositivo. Una reforma que redundó en un acrecentamiento de los ingresos fiscales del orden de los 400.000 pesos anuales, pero al mismo tiempo le acarreó mucha inquina entre sus colegas y los contradictores le combatieron ásperamente.

La labor de asesoramiento de Matienzo al virrey se extendió también a la elaboración de un plan general para restablecer la tranquilidad en la comarca lindante con los rebeldes chiriguanes y fomentar el desarrollo y el bienestar de la región en todos los órdenes.

Igualmente, formó parte en Potosí de una comisión junto con el presidente de la Audiencia y un oidor para tomar cuentas a las autoridades fiscales, municipales y subalternas de la localidad. También se le encargó junto al oidor la inspección de los establecimientos comerciales, las tiendas de los mercaderes y las rancherías de los indios, con el fin de incautar la plata mezclada con cobre y plomo en detrimento del metálico de curso legal.

En septiembre de 1577 Juan de Matienzo fue designado para ocupar el gobierno de Potosí, recibiendo además la comisión de hacer extensiva la tarea fiscalizadora a los alcaldes ordinarios, veedores de minas, alcaldes y capitanes de ellas, así como otras autoridades subalternas. Igualmente debería practicar una inspección de las galerías y labores del cerro. Allí estuvo hasta 1578 que volvió a la Audiencia de Charcas, donde a finales de año asumió la regencia del tribunal, en calidad de oidor más antiguo, por traslado del presidente. En enero de 1579 se dirigió a la Corona solicitando que se le nombrara titular de la presidencia del tribunal, con facultades amplísimas para gobernar en todo su ámbito y los distritos del Cuzco y Huamanga, incluyendo las minas de Huancavelica Sin embargo, primero una grave enfermedad y luego la muerte dieron al traste de tan esperanzador proyecto.

El 15 de agosto de 1579 fallecía el último fundador de la Audiencia de los Charcas.

 

Obras de ~: Dialogus Relatoris et Advocati Pinciani Senatus, Valladolid, 1558; El estilo de Chancillería, s. l., 1567 (inéd.); Gobierno del Perú, s. l., 1576 (inéd.); Comentaría in líbrum Quintum (de la Nueva Recopilación), s. l., 1577 (inéd.).

 

Bibl.: M. de Mendiburu, Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, Lima, 1885; R. Moreno, Biblioteca Peruana, Santiago (Chile), 1896; M. Bonifaz, “El licenciado Don Juan de Matienzo, Oidor de la Real Audiencia de los Charcas, el verdadero legislador del Perú. Una rectificación histórica”, en Revista de Estudios Jurídicos, Políticos y Sociales (Sucre), año IX, 19-20 (1948); G. Lohmann Villena, Juan de Matienzo, autor del “Gobierno del Perú” (Su personalidad y su obra), Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1966; F. Esteve Barba (ed.), Crónicas de interés Indígena, Madrid, Atlas, 1968 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. 209).

 

Emelina Martín Acosta