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Lázaro María Puig y Salazar

Biografía

Puig y Salazar, Lázaro M.ª.  ¿?Madrid, 29.6.1892. Divo de ópera y profesor de canto.

Desconocemos su fecha de nacimiento que, con seguridad, tuvo lugar en los primeros años de la segunda decena del siglo XIX. Provenía de distinguida familia militar: su padre, Francisco Puig Samper, fue capitán general de Galicia y posteriormente de Granada. Lázaro M.ª, mediante su boda, celebrada el 29 de enero de 1840, con la marquesa de Gauna, Ulpiana Manuel de Villena y de la Hera, adquirió la condición de marqués.

Tuvo una fuerte inclinación al canto, despertada a temprana edad, pero acaso en un principio no consideró la posibilidad de dedicarse al mismo profesionalmente, pues aquello, en aquel tiempo, se consideraba inapropiado para su elevada posición social. Sin embargo, ésta le permitió adquirir una formación musical a la que podían acceder muy pocos. Hizo sus estudios en París, bajo la dirección de Rubini, y cultivó allí la amistad de diferentes artistas consagrados, entre ellos Liszt y Berlioz.                              

De regreso a Madrid, empezó a actuar como aficionado, como otros muchos miembros de las llamadas clases altas, espléndidamente dotados para una profesión que les estaba vetada por su cuna. De 1838-1839 datan las primeras noticias conservadas sobre aquellas actuaciones suyas que se celebraban ante miembros de la nobleza, con frecuente asistencia de componentes de la Familia Real, y que solían tener por escenario el propio Palacio Real o el palacio de Villa Hermosa o el Liceo Artístico y Literario. Entre sus interpretaciones de fragmentos de ópera solía introducir canciones, alguna de ellas compuesta por él, a las que se acompañaba él mismo al piano.

Tras su boda, en 1841 emprende una carrera profesional, utilizando el nombre artístico de Flavio Puig. La inicia en Londres y la continúa, en 1842, en París, donde debuta en la Ópera Cómica, en Ricardo, Corazón de León, de Grétry, haciendo el papel del rey, para más tarde actuar en el teatro San Carlo de Lisboa. En otoño de 1844 está de regreso en Madrid y actúa en la Real Cámara, junto a un grupo de artistas, entre los que sobresale Franz Liszt. En 1845 alcanza importantes éxitos en Valencia y Barcelona, que vienen a continuar los obtenidos en Madrid, donde ha soportado la confrontación con el gran tenor Napoleone Moriani, interpretando ambos La Sonámbula. Esta ópera y Lucía de Lammermoor serán claves en su repertorio. Así mismo, siguiendo los pasos de Rubini, introducirá con frecuencia en sus conciertos fragmentos de I Puritani. A lo largo de su carrera, sufrió comparaciones frecuentes con estos dos tenores y con Duprez, con resultados desfavorables para él: en opinión de los cronistas, su técnica era la de estos grandes tenores, pero su voz no. 

Pero no era preciso estar al mismo nivel de tres de los más grandes tenores del siglo XIX para poder desarrollar una notable carrera, extendida a buena parte de Europa y prolongada en los años. Desde 1845 a 1847 lleva sus éxitos a Italia. Nápoles, Venecia, Ancona y Forli son, sucesivamente, testigos de ellos. Ha añadido a su repertorio otros grandes éxitos: Gianni di Parigi, de Donizetti, Robeto el Diablo, de Meyerbeer y La Muta di Portici, de Auber. Especialmente, la invitación al sueño, de esta última ópera, la canta con suavidad y delicadeza conmovedoras y la lleva con frecuencia a sus conciertos.

En 1848-1849 canta en Bruselas y de nuevo en París y Londres. A estas dos últimas ciudades acude con galardones que aún no había conquistado en su visita anterior. En Londres debe sustituir en La Sonambula al “insustituible” Mario y supera con gloria el empeño. Guillermo Tell, Don Sebastiano, La Italiana en Argel y La Donna del Lago son nuevos títulos de enorme dificultad que se añaden a su ya bien complicado repertorio.

A continuación, es llamado a Madrid, para formar parte del cuadro artístico de la Ópera del Real Palacio. El contrato le incompatibiliza con actuaciones en otros escenarios, pero cobrará el sueldo más elevado de todos los integrantes de la compañía. Desde febrero de 1849, en que es designado, hasta mayo de 1851 en que se disuelve, permaneció como tenor de la Real Cámara. Durante este tiempo hizo repetidas representaciones de Isabel la Católica, llamada después La Conquista de Granada, de Arrieta; de Luisa Miller, de Verdi y, aunque no sea completamente seguro, quizá también de La Straniera, de Bellini, cuya primera representación se le encargó a Antonio Castell de Pons. Durante aquellos dos años recibió una retribución total de 48.871,28 reales.

En 1852 decide volver a sus actuaciones europeas y una vez más reparte sus conciertos alternativamente entre París y Londres. En 1855 se integra en una compañía que cubrirá las temporadas de ópera de Rouen y de Amsterdan. En 1856, junto a un grupo de cantantes que tiene por figura más importante a Fanny Persiani, actúa en provincias del sur de Francia. En la segunda mitad del año tiene actuaciones como barítono que simultanea con las de tenor, aunque como tal se enfrente a partes tan agudas como la de I Puritani. Mostró ambas tesituras en los conciertos que ofreció en 1857 en Valencia. En diciembre de este año quedó agregado, como profesor de canto, al Conservatorio de Madrid, cantando a partir de entonces ya solamente en fiestas privadas.

Resulta difícil ahora clasificar con exactitud su tipología vocal. Probablemente fue un tenor lírico de voz penetrante, con amplitud que le permitió afrontar papeles de barítono al final de su carrera, y con extensión al sobreagudo en la emisión “de cabeza”, afalsetada, que debía estar dotada de una gran dulzura y producía enorme encanto cuando se yuxtaponía a voces vigorosas en dúos y en números de conjunto. Su interpretación de la invitación al sueño, de La Muta di Portici, debió estar colmada de suavidad y delicadeza equiparables a las derrochadas por Julián Gayarre en Pescadores de Perlas. Resulta atractivo adivinar, en el arte del discípulo, la impronta dejada por el profesor.

Entre sus alumnos se debe destacar a su hijo mayor, Raúl, heredero del título de marqués y de la afición al canto, que ejerció profesionalmente, como barítono, bajo el nombre artístico de Raoul d´Albani, pero sin duda su discípulo más célebre fue Julián Gayarre, por quien Lázaro Puig sintió verdadero afecto, acaso acrecentado ante su carrera triunfal. Se conserva alguna carta escrita por Puig a Gayarre que deja ver, de forma bien explícita, la ilusión y el orgullo que le producía la brillantísima carrera que estaba desarrollando su discípulo. Así mismo es digna de destacarse, entre éstos, la figura de María Galvany, una de las más importantes sopranos ligeras españolas de la historia. Continuó en su cargo de profesor de canto hasta su fallecimiento en 1892. A esta dedicación, y especialmente gracias a Julián Gayarre, se debe el principal recuerdo que se guarda hoy de él.

 

Obras de ~: L´Addio, canción para tenor y piano.

 

Bibl. V. García de la Puerta López, Lázaro Puig, marqués, divo de ópera y profesor de canto de Gayarre, Madrid, Visión Libros, 2020.

 

Vicente García de la Puerta López

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