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Miguel Fernández Durán Fernández de la Casa

Biografía

Fernández Durán Fernández de la Casa, Miguel. Marqués de Tolosa (I). Braojos (Madrid), 1.V.1681 – Madrid, 10.X.1721. Secretario de Estado y de los Despachos de Guerra y Marina e Indias.

Sus padres, Miguel Fernández Durán, natural de Bellidas, y Magdalena Fernández de la Casa, nacida en Braojos, eran hijosdalgo de la tierra y jurisdicción de Buitrago, calidad heredada también por su hijo.

Éste adquirió durante su juventud, coincidente con los últimos años del reinado de Carlos II, una formación básica que poco después le ayudó a la hora de entrar a servir su primer empleo en la Administración.

Cumplidos los diecinueve años, Miguel Fernández Durán fue “testigo” del fallecimiento del último de los Austrias españoles y del inicio de la Guerra de Sucesión a la Corona de España, que enfrentó al archiduque Carlos de Austria con el nieto de Luis XIV de Francia, Felipe de Anjou. Designado éste rey de España en el último testamento de Carlos II, hizo su entrada en Madrid el 18 de febrero de 1701.

El acceso al trono de Felipe V tuvo como consecuencia una total reorganización y racionalización en el aparato de Gobierno y Administración de la Monarquía española. En decadencia los Consejos, protagonistas junto al secretario del Despacho Universal del régimen polisinodial conforme al cual se gobernó la Monarquía en los siglos xvi y xvii, Felipe V adaptó la Administración española al diseño francés. Los cambios en el esquema del gobierno español respondían a la influencia que ciertos personajes franceses ejercían en el entorno de Felipe V en esos primeros años de su reinado. Era el caso de Ana María de la Tremoille, princesa de los Ursinos y camarera mayor de la reina María Luisa, y de Jean Orry, intendente de Hacienda. A pesar de haber sido obligados a regresar a Versalles en 1704 debido a sus intrigas en la Corte, poco después volvieron los dos acompañados de Amelot, nuevo embajador francés en España. A partir de entonces, y durante unos años, estos tres personajes, a las órdenes de Felipe V, fueron los verdaderos gestores de la política nacional.

Por otro lado, esos consejeros franceses que acompañaron a Felipe V a España alejaron de la maquinaria del poder a la alta nobleza española, causando su lógica enemistad. Sin embargo, esta circunstancia facilitó el acceso a los diversos puestos de la Administración a una serie de individuos que reunían unas mismas características: nacionalidad española, nacidas en las dos o tres últimas décadas del siglo anterior, valiosa formación jurídica y, lo que es más importante, dotados de unas cualidades innatas para llevar a cabo las reformas políticas y económicas que España necesitaba.

Comenzaron su actividad pública en puestos inferiores de la Administración, para desde allí ir ascendiendo y alcanzar, algunos de ellos, la cúspide del poder: la titularidad de los ministerios. Uno de estos personajes fue Miguel Fernández Durán.

La primera gran reforma, que permitió a Fernández Durán acceder a su primer trabajo, fue realizada por Real Decreto de 11 de julio de 1705. Se dividió en dos la única Secretaría del Despacho Universal, de tal manera que una despachase todo lo relativo a Guerra y Hacienda, y otra “todo lo demás de cualquier materia que sea”. Inmerso el país en un conflicto bélico, esta división era acorde con esa situación, pues se otorgó el papel preponderante al Departamento de Guerra y Hacienda, dejando en un segundo plano a la otra Secretaría, a cargo de Pedro Fernández del Campo, marqués de Mejorada. Fue precisamente en la nueva Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda donde Fernández Durán encontró acomodo.

En efecto, al servicio de José Grimaldo, titular de la Secretaría, fue nombrado el 14 de julio de 1705 oficial de la misma, en concreto, encargado del registro de oficio y parte de Hacienda. Esta función era puramente burocrática, pues se ocupaba de controlar la documentación que circulaba en la Secretaría y del asiento en los libros-registro de todas las resoluciones, cédulas y decretos tramitados, ya fueran relativos a asuntos de oficio, ya a asuntos de particulares.

Los años de servicio en la Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda fueron de una enorme utilidad para Fernández Durán. Además de medio de vida, su trabajo le permitió conocer todos los entresijos de esa nueva estructura administrativa española fruto del espíritu innovador del nuevo siglo. Al mismo tiempo, como mero espectador de las rivalidades entre los diversos grupos de poder que se movían en la Corte, supo mantenerse aislado de todo enfrentamiento y contó en todo momento con el aprecio de sus superiores, ya fueran españoles (Grimaldo) o extranjeros (Orry).

Por otro lado, su empleo en la Secretaría le proporcionó una enorme experiencia en materia hacendística y, en especial, en asuntos militares. Coincidió con una fase especialmente virulenta de la Guerra de Sucesión, con la presencia del propio archiduque Carlos de Austria en suelo español. Los aliados conquistaron Barcelona y obligaron a las tropas felipistas a retirarse al interior de España. La pérdida de toda Cataluña y Aragón motivó la decisión de Felipe V de marchar hacia el frente en febrero de 1706. Pero esto no pudo evitar que el Archiduque fuera proclamado rey de España en Madrid el 2 de julio de ese mismo año. En estas circunstancias, puede entenderse la importancia de la labor que había de desarrollar la Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda en lo concerniente a la adecuada gestión de los recursos financieros disponibles y su eficaz aplicación a las necesidades militares del Ejército de Felipe V. En ello pusieron manos a la obra el francés Orry, gran reformador de la Hacienda española en el primer quinquenio del siglo xviii, y Grimaldo, titular de la Secretaría. Fernández Durán ascendió de oficial de registro de oficio y parte a oficial tercero, pasando a ocupar un papel más relevante en el organigrama interno de la Secretaría que dirigía el propio Grimaldo.

Todavía empleado en dicha Secretaría, se le nombró secretario del Consejo de las Órdenes. Al igual que la gran mayoría de sus compañeros del Consejo, Fernández Durán pertenecía a una de las órdenes militares existentes. Concretamente, el 10 de octubre de 1705 recibió merced de hábito de una de las tres órdenes militares, aunque el expediente como caballero de la de Calatrava fue definitivamente aprobado el 5 de abril de 1708. Un nuevo campo de la maquinaria estatal se abría ante él. El Consejo de las Órdenes estaba formado por dos salas, una de gobierno y otra de justicia. Entre sus funciones estaban la gestión del patrimonio y territorio de las órdenes, la resolución de los pleitos producidos en el territorio de las mismas y la realización de las pruebas de nobleza de los aspirantes a caballeros. En calidad de secretario de este Consejo, y con varios oficiales a su servicio, Fernández Durán era el encargado de mover todo el entramado interno. A modo de coordinador, manejaba los papeles del Consejo dándoles su curso adecuado, refrendaba en determinadas ocasiones los despachos y demás disposiciones emanadas del organismo y dirigía a sus subordinados en vistas a un funcionamiento más dinámico.

Durante estos años en los que Fernández Durán era todavía un actor secundario en la escena política española, el curso de la Guerra de Sucesión varió radicalmente.

La derrota de los aliados en la batalla de Almansa (1707) fue el punto de partida para la definitiva victoria felipista, que terminó de concretarse tras la conquista de Zaragoza, Lérida y Gerona unos años más tarde. Tan sólo Barcelona resistió un tiempo más, lo cual no impidió que se firmaran los tratados de Utrecht y Rastadt en 1713 y 1714, respectivamente.

A pesar de la derrota de la causa del Archiduque, España pagó un alto precio por el definitivo establecimiento de la Casa de Borbón. La redacción definitiva de esos tratados supuso la pérdida de los territorios italianos y de los Países Bajos españoles, de tal manera que España perdía toda influencia en Europa y el control del Mediterráneo.

El año 1714 fue crucial en el reinado de Felipe V.

El 14 de febrero fallecía la reina María Luisa, con lo que al dolor personal del Monarca se añadía un problema adicional, como era el de búsqueda de su sustituta como reina de España. Éste fue también el año del asedio definitivo de Barcelona por las tropas de Felipe V, que entraron en la Ciudad Condal en septiembre después de una fuerte resistencia. Además, en 1714 se produjo una trascendental reforma en la estructura de la Administración Central española, en la que Miguel Fernández Durán ya fue uno de los protagonistas principales.

En efecto, el francés Orry, que por entonces alcanzaba, junto a la princesa de los Ursinos, el cenit de su poder en el Gobierno de la Monarquía, diseñó un amplio plan de reformas que afectó a varios sectores de la Administración. Junto a una serie de cambios de contenido estrictamente económico, el sistema de gobierno cambió radicalmente, pues se adoptó el modelo vigente en Francia. Así, y de acuerdo con una división competencial por materias, las dos Secretarías del Despacho de 1705 se convirtieron en cuatro en noviembre de 1714: Estado, Guerra, Marina e Indias y Justicia y Gobierno Político. Al frente del nuevo Ministerio de Guerra se nombró a Miguel Fernández Durán. Se recompensaban así sus años de trabajo como oficial de la antigua Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda y como secretario del Consejo de las Órdenes. Además, había colaborado activamente unos meses antes en el bloqueo de Barcelona, dictando las disposiciones oportunas para socorrer y asistir a las tropas que sitiaban la ciudad. Esta última circunstancia fue reconocida expresamente en su nombramiento. Unos días después recibió también Fernández Durán el título de secretario de Estado, siguiendo así la costumbre de conferir este título y empleo a todos los secretarios del Despacho.

Curiosamente, Jean Orry, artífice de esta trascendental reforma de 1714, cayó en desgracia unos meses después. Su caída fue simultánea a la de la princesa de los Ursinos y al ascenso al favor real de Alberoni. El italiano Giulio Alberoni había llegado a España unos años antes como encargado de los negocios del duque de Parma. Con cada vez más influencia en Palacio, fue el artífice junto con la princesa de los Ursinos del matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio. Ésta, después de firmarse el contrato matrimonial en agosto de 1714, dispuso su viaje a España para el mes de diciembre.

Ya cerca de la capital, salió la princesa de los Ursinos a recibir a la nueva reina en la localidad de Jadraque, y fue allí donde se precipitaron los acontecimientos.

En la entrevista que mantuvieron ambas damas se produjo un agrio enfrentamiento, que terminó con la orden de expulsión inmediata del país de la de los Ursinos, a lo que Felipe V no se opuso. La misma suerte corrió poco tiempo después Orry, el otro mentor de la causa francesa en la Corte española. Se abría así una nueva etapa en el Gobierno de España, caracterizada por el dominio absoluto de Alberoni.

El gobierno de éste cambió completamente la orientación de la política exterior española. Deseoso de complacer a la Reina, Alberoni no dudó un instante en poner todos los medios para que Isabel de Farnesio viera cumplido uno de sus grandes objetivos: encontrar para sus hijos un territorio donde gobernar.

Conocedora de que a Felipe V habría de sucederle, bien Luis, bien Fernando, hijos de su primera mujer, Isabel de Farnesio intentó a toda costa encontrar un “acomodo” para sus propios hijos. Con la excusa de recuperar los territorios perdidos por España en Utrecht, la Reina, bien secundada por su compatriota Alberoni, se lanzó a una agresiva política en el escenario europeo.

En cuanto a Fernández Durán, como titular de la Secretaría de Estado y del Despacho de Guerra, había de ser pieza fundamental en esta nueva política. Más aún si se tiene en cuenta que en febrero de 1715, al ser despedido Bernardo Tinajero de la Escalera como titular de la Secretaría de Estado y del Despacho de Marina e Indias, las competencias de Marina fueron incorporadas al Ministerio de Guerra de Fernández Durán. Sometido a las órdenes de Alberoni, que ejercía a modo de privado o primer ministro, Fernández Durán puso manos a la obra en la recuperación del antiguo poderío naval español. En esta tarea cobró también un protagonismo especial José Patiño, por entonces intendente general de la Marina de España.

Sin una Armada con garantías, los objetivos territoriales de la Reina no podrían nunca cumplirse. Se compraron en el extranjero varios navíos y se inició la construcción de otros muchos en los todavía incipientes astilleros españoles. Ya con una Armada más numerosa, se realizaron las victoriosas expediciones militares a Cerdeña (1717) y Sicilia (1718), preparadas concienzudamente en varias reuniones a las que asistieron Alberoni, Fernández Durán y Patiño.

Sin embargo, esta política expansionista auspiciada por la reina Isabel provocó el inmediato rechazo de las potencias europeas. Tras la derrota de la Armada española por la escuadra inglesa en el cabo Passaro, Inglaterra, Saboya, Francia y Austria formalizaron la Cuádruple Alianza, cuyo fin era poner freno de manera inmediata a la beligerante política española, a la vez que acabar con Alberoni, que ya había recibido el capelo cardenalicio. Ante la amenaza europea, España tuvo que retirarse de Cerdeña y Sicilia y los Reyes destituir al cardenal, no sólo porque así lo exigían los firmantes de la Cuádruple Alianza, sino porque ellos mismos habían perdido toda confianza en él. El 5 de diciembre de 1719 fue el propio Miguel Fernández Durán quien, por orden del Rey, comunicaba a Alberoni su separación y la obligación de salir de España en el plazo de tres semanas.

La salida de Alberoni quiso ser aprovechada por los enemigos que Fernández Durán tenía en la Corte para conseguir también su caída. Pero el ministro gozaba del aprecio de Felipe V, con quien despachaba a menudo. Hasta tal punto había crecido su influencia en el entorno del Rey, que en las dos últimas reorganizaciones ministeriales, efectuadas en 1717 y 1720, Fernández Durán no sólo se mantuvo como secretario de Estado y del Despacho de Guerra y Marina, sino que añadió a su ámbito de conocimiento los asuntos de Indias, excepto lo eclesiástico, desde diciembre de 1720.

No obstante, unos días después, Fernández Durán fue destituido como consecuencia de su vinculación con los asentistas que habían proporcionado los víveres necesarios para la campaña de Ceuta. Esta ciudad estaba sitiada desde 1694, cuando el bajá Alí Benabdalat se presentó a sus puertas al mando de cuarenta mil hombres. Ya en 1715 Felipe V había decidido iniciar las operaciones, pero hasta 1720 no se organizó un importante contingente militar con el fin de levantar el sitio definitivamente. En pocos días el Ejército español liberó la ciudad, pero el mal estado de los alimentos suministrados provocó el fallecimiento de hasta cuatro mil soldados. El Rey ordenó una investigación hasta las últimas consecuencias y, como resultado de ella, se probó la relación de Fernández Durán con las casas de los asentistas Juan Prieto y Antonio López Tejada, marqués de Gállegos, pues no en vano el ministro estaba casado con la hija de este último. Se impusieron fuertes multas a los asentistas y Felipe V ordenó varios ceses, entre ellos el de Miguel Fernández Durán como secretario de Estado y del Despacho de Guerra, Marina e Indias. Sin embargo, a manera de retiro más o menos honroso, el 8 de enero de 1721, mismo día de su destitución, se le dio plaza de consejero de Indias.

Separado de toda responsabilidad de gobierno y abrumado por los hechos de Ceuta, Miguel Fernández Durán fallecía en Madrid el 10 de octubre de 1721.

Había casado con María López de Tejada, con quien tuvo a su hijo Miguel Fernández Durán y López de Tejada, también caballero de Calatrava. Éste heredó a su vez el marquesado de Tolosa concedido por Felipe V a su padre el 11 de enero de 1719.

 

Bibl.: V. Bacallar y Sanna, Comentarios de la Guerra de España, e historia de su rey Phelipe V el Animoso, desde el principio de su reinado hasta la paz general del año de 1725, Génova, 1725; N. de Jesús Belando, Historia civil de España, sucessos de la guerra y tratados de paz, desde el año de 1700 hasta el de 1733, t. III, Madrid, 1744; C. Fernández Espeso y J. Martínez Cardós, Primera Secretaría de Estado. Ministerio de Estado. Disposiciones orgánicas (1705-1936), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1972; J. A. Escudero López, Los secretarios de Estado y del Despacho, Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1976; “La reconstrucción de la Administración central en el siglo xviii”, en Historia de España de Menéndez Pidal, t. XXIX, Madrid, Espasa Calpe, 1985, págs. 78-175; D. A. Perona Tomás, Los orígenes del Ministerio de Marina. La Secretaría de Estado y el Despacho de Marina. 1714-1808, Madrid, Ministerio de Defensa, 1998; B. Badorrey Martín, Los orígenes del Ministerio de Asuntos Exteriores (1714-1808), Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1999; J. A. Escudero López, Los orígenes del Consejo de Ministros en España, Madrid, Complutense, 2001 (reed.).

 

Carlos Pérez Fernández-Turégano

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