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Francisco de Mora

Biografía

Mora, Francisco de. Cuenca, 1552 – Madrid, 29.IX.1610. Arquitecto purista renacentista y considerado por algunos especialistas como el remoto iniciador del barroco español.

Por una carta que escribió al secretario Diego de Ayala, el 18 de diciembre de 1588, se sabe que era natural de Cuenca, porque él mismo así lo asegura en ella.

Era tío del licenciado conquense, cronista de Felipe II, Baltasar Porreño, que dejó numerosas obras escritas, en su mayoría de carácter histórico. Entre los documentos del Archivo Municipal de Cuenca, de 1550 a 1555, se conserva una solicitud hecha por Juan de Mora e Íñigo de Orozco, maestros de esgrima de la ciudad, para que no se les impidiese el ejercicio de su profesión ni se les quitasen las espadas a los que iban como aprendices.

Este Juan de Mora muy bien pudiera ser un pariente próximo de Francisco de Mora. Su nacimiento en Cuenca, en una época en que en esta ciudad se producía una prodigiosa actividad cultural y constructiva, promovida por obispos de origen italiano y españoles de encumbrado rango en la Corte castellana, debió ser decisivo y determinante para su formación en una profesión en la que, andando el tiempo, tanto habría de sobresalir, y de sempeñar un papel tan relevante en la evolución arquitectónica de su tiempo.

El 2 de enero de 1567 el zapatero Sebastián de Cañamares pone a Mora en el taller de Pedro de Villadiego, para adquirir el oficio de carpintero entallador de retablos: “[...] a Francisco de Mora hijo de Francisco de Mora mi primo difunto vecino que fue de esta ciudad”.

Por el investigador conquense Astrana Marín se puede conocer que su esposa fue Isabel Ramírez, hija del médico real Alonso Ramírez, y de Jerónima de la Vega, y que su apoderado era el aparejador Antonio Segura, el mismo a quien Miguel de Cervantes hirió en duelo, en 1568, por lo que fue condenado a sufrir la amputación afrentosa de su mano derecha, siento éste el motivo que le obligó a huir a Italia.

El 3 de abril de 1579, residiendo Mora en Cuenca, Pedro de Mendoza, arcediano de Huete y canónigo de la catedral, ordenó darle diez ducados para ir a Madrid a tratar con Rodrigo de Mendoza sobre las trazas del retablo de la capilla del Espíritu Santo. De su relación con Juan de Herrera se sabe que fue su discípulo más cercano; fue puesto a sus órdenes por Cédula Real de 22 de agosto de 1579. Declarada la grave enfermedad de su maestro en 1584, fue su ayudante más inmediato y suyos fueron todos los diseños que se hicieron en la Corte a partir de 1587. Abrumado por el prestigio de su jefe, se limitó a seguir su estilo, acentuando su esquematización y su purismo.

Como se hace constar en Cédula de 12 de diciembre de 1593, desde 1587 se confían a Mora las obras adyacentes al edificio principal del Monasterio de El Escorial; Casa de la Compañía y de Oficios, reparación del claustro de los Evangelistas y la gran alberca. El propio Rey en su Cédula dice al prior y los oficiales reales lo siguiente. “Ya sabéis que por falta de salud en que está Juan de Herrera nuestro arquitecto, Francisco de Mora, nuestro criado, ha hecho las trazas de esas obras. [...] de algunos años a esta parte, y porque nuestra voluntad es que haga lo mismo de aquí en adelante, os mando, que las obras que se hubieren de hacer en esa fábrica se hagan y prosigan por las trazas de Francisco de Mora, según se ha hecho y debido hacer por las de dicho Juan de Herrera”.

En 1581, Juan de Herrera marchó a Lisboa para, como aposentador del Rey, preparar el viaje y la estancia en la capital de Felipe II. Le acompañaba Francisco de Mora, quien permaneció en Portugal hasta 1583, y Herrera, que trazó la iglesia y el monasterio de San Vicente de Fora, regresó a Madrid, donde se casó con la hija de su sobrino, Inés.

Por todo ello, cualquier intento de delimitación de las respectivas intervenciones, es tarea poco menos que condenada al fracaso, por la gran dificultad que encierra la diferenciación de sus estilos. En 1582, Herrera había asistido a la colocación de la cruz en el cimborrio del monasterio y el 13 de septiembre de 1584, el de su enfermedad, se puso la última piedra del monumental y la consagración de sus altares, por el patriarca de Alejandría, se efectuó el 30 de agosto de 1595. Por lo que, una buena parte de la decoración, cubrición, perfeccionamiento, urbanización y otros remates, recayeron bajo la responsabilidad directa de Mora. Un ejemplo ilustrativo es la ordenación del costado meridional del convento, donde lo herreriano pierde su adusta severidad, para mostrar el juego permanente entre el agua y la vegetación.

Pero el encanto del recinto se acentúa con el cuerpo de edificio más admirable de El Escorial que es la Galería de Convalecientes. El padre Sigüenza, testigo y puntual cronista de la obra, afirma que el arquitecto de todo este conjunto fue Francisco de Mora, pero no falta quien duda de esta paternidad, alegando que sólo un arquitecto tan extraordinario como Herrera puede ser digno de semejante logro, que revela una profunda experiencia italiana. Hay también un reflejo del conocimiento de los jardines de la Alhambra. Mora intervino en el inicio de la Lonja de Sevilla, en 1582, y modificó en 1595 los bosquejos de Herrera para la iglesia de la Alhambra. En cuanto a la Botica del monasterio escurialense, se comenzó en 1585.

Otro testimonio documental excepcional para calibrar la importancia de la colaboración entre Herrera y Mora, y de la dificultad de las atribuciones respectivas en la ejecución del edificio, lo constituye la colección de estampas grabadas a buril por Pedro Perret, que se conservan en la Biblioteca Nacional. Estos trabajos fueron encargados por Herrera al grabador flamenco en 1584, supuestamente, se debían ejecutar en base a los dibujos del arquitecto, pero que, sin embargo, fueron realizados por mano de Mora, según se desprende del testamento del propio Herrera, de ese año, en el que manda pagar a Mora la cantidad de 150 ducados por este minucioso y concienzudo trabajo.

Además se sabe que éste intervino de manera directa en la elaboración del retablo, tabernáculo y custodias del Monasterio.

Por Real Cédula de 11 de mayo de 1587, se dio a Mora el título de maestro mayor de la obra del Monasterio de la Orden de Santiago en Uclés (Cuenca) y, un año más tarde, en 1588, Herrera delega el proyecto del castillo de Simancas en Francisco de Mora que acude allí en junio y, en febrero de 1589, envía once trazas de las obras que Felipe II visita en 1592, y que se finalizarán en 1595. Esta campaña implicó, además del cubo del obispo, al de Aragón o del alcaide, al pórtico de acceso y a la sala superior.

También en 1587, Mora recibió el encargo de Felipe II de emprender la reconstrucción del Alcázar de Segovia.

El Rey mostraba así su interés por estas viejas construcciones, practicado en la reconstrucción del Alcázar de Toledo y en la adaptación del castillo de Simancas.

La intervención incluyó el patio actual, la escalera, la portada y otras dependencias que llegaban hasta la puerta de Santiago. Los torreones, cubillos y la torre del homenaje fueron rematados con los chapiteles tan del gusto del Rey, si bien se afirma que antes los tuvieron de piedra, como el de Santa María del Palacio en Logroño, o el que pudo rematar la torre del crucero de la Catedral de Cuenca. En una de las vistas de Segovia del flamenco Wyngaerde, en 1562, se aprecia una elevada torre, hacia el espolón, coronada con un esbelto chapitel. Los pabellones fueron también empizarrados y, siguiendo el deseo real, se erigieron los lienzos almenados y las torrecillas en la terraza del espolón. Se completó la serie de estatuas de la sala de reyes y Felipe II mandó limpiar y redorar los artesonados, frisos e imágenes, finalizándose la obra hacia 1596. La puerta de Santiago forma parte de una torre de la muralla en la que se conserva la cámara y el rastrillo. Fue restaurada por Francisco de Mora en 1590, al que se debe su almohadillada portada, con su almenaje convertido en altos y estrechos ventanales.

La iglesia del Convento de Uclés es el resultado de su participación en este taller de la arquitectura de su tiempo, en ella destacan el cimborrio cuadrado, bajo un chapitel, que cobija la grandiosa bóveda sobre pechinas, obra de Antonio Segura (1591-1597), y la fachada de poniente, principal de la iglesia, que sigue el modelo de Giacomo della Porta en San Antonio de Roma, de 1583. El patrón del templo es el utilizado en el de San Bernabé, que traslada a nuestro país el esquema portugués de una sola nave con bóveda de cañón, lunetos y capillas laterales. También se dice que el estilo escurialense del claustro se debe a su intervención, aunque muy matizada al ser sucedido en la obra por su sobrino Juan Gómez de Mora.

Por otra cédula de 7 de junio de 1591, se nombra a Mora maestro mayor del Alcázar de Madrid y Casas reales de El Pardo y de Campo, bajo la inspección de Herrera. De inmediato, por Cédula de 3 de junio de 1592, accede al rango de maestro de obras de la villa de Madrid. En 1600 dirigió el puente de la priora y mejoró el claustro en el desaparecido Convento de San Felipe el Real. Por un dibujo encontrado no hace mucho tiempo en los fondos de la Biblioteca Nacional, en el que aparece el alzado completo del claustro del Monasterio de San Jerónimo el Real, se puede saber que también intervino en su construcción. Este dibujo debe ir unido al plano de planta que se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid (Catálogo 2/14, título; “Planta de convento desconocido/Anónimo. Último cuarto del siglo xvi”), sobre el que varios especialistas han planteado dudosas atribuciones. Comparados ambos con otros documentos gráficos de la evolución del citado convento, se puede confirmar plenamente su atribución a Francisco de Mora. Su ruina se debe a los avatares históricos y, principalmente, al abandono y a la incuria a que Fernando VII sometió al palacio del Buen Retiro, desde 1814.

Entre los grandes conjuntos urbanos de su tiempo, uno de los más característicos es el levantado por el duque de Lerma en su villa ducal, magníficamente encumbrada en un altozano, sobre el río Arlanza. En los primeros años del siglo xvii, empezó el duque a transformar su castillo en un palacio, abierto a una hermosa plaza mayor, de acuerdo con las trazas de Francisco de Mora. Poco después, consolidada su posición de privado, inició la serie de obras que culminaron en el conjunto conventual más extenso de su tiempo. Mora y el carmelita descalzo fray Alberto de la Madre de Dios, quien luego, en 1629, edificaría la capilla del Sagrario de la catedral de Cuenca, levantaron los planos del complejo y de las edificaciones. Transformaron la pequeña iglesia local en templo colegial y, en menos de seis años se edificaron seis conventos para frailes y monjas, franciscanos, carmelitas y dominicos, en un amplio espacio que rebasaba con creces el del caserío de la villa.

Los pasadizos, que son famosos, unían el palacio ducal con los conventos y la colegiata. También fundó un hospital, un tinte y una botica, y se hizo construir un ingenio por Pedro de Armolea, que hacía subir el agua del río al palacio. La idea unitaria de Felipe II, en El Escorial, se desglosaba aquí en diferentes edificios singulares y en la Plaza Mayor, para fiestas religioso-profanas, pues, junto a las celebraciones místicas, se aprovechaba cualquier acontecimiento, por pequeño que fuera, para ostentación del mayor regocijo y boato ceremonial.

En la fachada palaciega, que da al río, los vuelos se colocaron en el cuerpo central, para enriquecer el ritmo de su frente. Francisco de Mora dispuso cinco planos en profundidad, para aumentar la plasticidad del hastial y dotarle así de una mayor intimidad. Los chapiteles que debieron rematar las desmochadas torres, eran semejantes a los de la iglesia de San Bernabé de El Escorial, lo que enriquecería su silueta que, como ocurre en la vieja Cuenca, entre los ríos Júcar y Húecar, se asoma a la terraza sobre el Arlanza. No existe conjunto urbano en el siglo xvii tan completo, vario y logrado como éste de Lerma.

Para el valido construyó Mora otros dos palacios, el campestre de la Ventosilla, cerca de Aranda de Duero, una de las mejores muestras de exquisita y señorial arquitectura, de concepto muy aristocrático y castellano, y el de Uceda (hijo del de Lerma) en Madrid, muy desfigurado por las adaptaciones, pero como mansión del favorito en la Corte, impone por su masa y por su elevado rango cortesano, muy al gusto italiano. Iniciado en 1608, en colaboración con el capitán Alonso Trillo, al que la investigadora Virginia Tovar atribuye el proyecto, la actual Capitanía tiene dos patios, fachada posterior a la calle de Segovia y en la calle Mayor faltan las dos torres de las esquinas, rematadas por sus chapiteles renacentistas. Un convento anexo era utilizado para las devociones religiosas del duque. A pesar de la mutilación de las torres, la belleza del palacio se conserva en gran parte en su fachada principal que consta de dos pisos y ático. En el primero los frontones de las ventanas son rectos y curvos en el segundo. Las dos portadas de que dispone son de estilo dórico, con columnas exentas de modelo muy semejante al que utilizó luego Diego de Villanueva en el Palacio de Goyeneche, actual Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alonso Trillo, como fray Alberto de la Madre de Dios, colaboró con Francisco de Mora en la villa de Lerma.

Los proyectos de Francisco de Mora pueden dividirse en tres grupos. Florece como arquitecto independiente sólo después del fallecimiento de su maestro, cuando se hallaba simultáneamente comprometido en la obra de la reconstrucción del Alcázar de Segovia y en varias construcciones en los aledaños y el pueblo de El Escorial.

Su mejor éxito es, sin duda, el proyecto y realización de la ciudad de Lerma (1604-1614), con su palacio y establecimientos religiosos, edificada por orden de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, favorito de Felipe III. Las últimas obras de Mora son el palacio de Uceda en Madrid, Palacio de los Consejos y hoy Capitanía, y la iglesia carmelita de San José de Ávila, según las trazas preparadas en 1608, debidas a su amistad con santa Teresa. Movido por su fervorosa adhesión a la santa, no sólo diseñó la iglesia, creando una nueva tipología, sino que facilitó los fondos para ésta y para otras edificaciones de la Orden hasta su muerte.

La idea de la creación de la Academia de Matemáticas y Arquitectura Civil de Madrid fue concebida por Felipe II en su viaje a Lisboa, y surgió por Orden Real de 25 de diciembre de 1582, siendo su director Herrera, quien se la había sugerido, al que sustituyó a su fallecimiento Francisco de Mora. En Lisboa Mora intervino en las obras del Paço da Ribeira, en las del convento e iglesia de San Vicente de Fora y en la cartuja de Évora, entre 1605-1608, a su regreso a esta ciudad como arquitecto real y ayuda de cámara de Felipe III.

También en la Biblioteca Nacional se guarda un proyecto del Retablo Mayor de la iglesia del Monasterio de Guadalupe (Cáceres), que, por tener la firma de su sobrino, se le había adjudicado erróneamente, lo que ha sido revisado con los resultados obtenidos en investigaciones recientes. Este retablo es idéntico al proyectado por Mora para la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (Valladolid) y, junto al de Montserrat, de 1593, forman el conjunto más depurado de retablo clasicista, derivado del de El Escorial.

Por un dibujo de una planta del Archivo Histórico Nacional, de finales del siglo xvi, se le relaciona con la edificación de la iglesia del Monasterio de Montserrat, a lo que hay que añadir que Felipe III encargó a Francisco de Mora las trazas de una capilla de la Virgen de Atocha, pero, por su fallecimiento, su sobrino Juan Gómez de Mora se hizo cargo de la obra que se inició en 1612. Mora murió en Madrid, repentinamente, el 29 de septiembre de 1610, siendo enterrado en la capilla de los Mártires Cosme y Damián, de su propiedad, en la iglesia de Santiago, desaparecida al edificarse por José I la actual parroquia madrileña.

 

Obras de ~: Retablo para la Capilla del Espíritu Santo, Cuenca, 1579; Hocino en la Hoz del Húecar, Cuenca, s. f.; Convento de Carmelitas Descalzas, Villanueva de la Jara, 1580; Puerta del Castillo y lienzo ciclópeo, Cuenca, 1582; Lonja, Sevilla, 1582; Dibujos preparatorios para el grabador Perret, El Escorial, 1583 y 1584; Retablo, Tabernáculo y Custodias, El Escorial, 1583 y 1584; Fábrica de la Moneda, Segovia, 1583; Convento de Carmelitas Descalzas, Ocaña, 1584; Botica del Monasterio, El Escorial, 1587; Gran alberca, El Escorial, 1587; Alcázar, Segovia, 1587; Reparación del Claustro de los Evangelistas, El Escorial, 1587; Casas de la Compañía y Oficios, El Escorial, 1587; Iglesia del convento, Uclés, 1587; Castillo, Simancas, 1588; Iglesia de la Epifanía, Cuenca, 1589; Chapitel de la torre del Ángel, Cuenca, 1590; Puerta de Santiago, Segovia, 1590; Casa de Campo, Madrid, 1591; Alcázar, Madrid, 1591; Casa de don Andrés Caxa, Cuenca, 1591; Plaza Mayor, Madrid, 1592; Iglesia de Santa María de la Alambra, Granada, 1595; Iglesia de San Bernabé, El Escorial, 1595; Capilla de San Segundo en la Catedral, Ávila, 1595; La Cachicanía, El Escorial, 1596; Puente levadizo en el foso del Alcázar, Segovia, 1596; Santuario de la Fuencisla, Segovia, 1598; Cuarto del Rey, Convento del Abrojo, Valladolid, 1598; Salón grande del Convento de Lupiana, Guadalajara, 1598; Doble claustro de San Jerónimo el Real, Madrid, f. s. xvi; Iglesia del Monasterio de Montserrat, Barcelona, f. s. xvi; Puente de la Priora, Madrid, 1600; Claustro del Convento de San Felipe el Real, Madrid, 1600; Palacio de Portaceli, Valladolid, 1601; Iglesia de las Descalzas Reales, Valladolid, 1601; Intervención en la Catedral, Málaga, 1603; Convento de Carmelitas Descalzas, Cuenca, 1603; Arco triunfal en Carretería para la visita de Felipe III, Cuenca, 1604; Conjunto ducal, Lerma, 1604; Colegiata, Lerma, 1604; Conventos de carmelitas, franciscanos y dominicos, Lerma, 1604; Hospital, tinte y botica, Lerma, 1604; Palacio de la Ventosilla, Valladolid, 1604; Paço da Ribeira, Lisboa, 1605; Cartuja, Évora, 1605; Iglesia de San Vicente de Fora, Lisboa, 1605; Palacio del Pardo, Madrid, 1606; Iglesia y Hospital del Santo Cristo, Zalamea la Serena (Badajoz), 1607; Traza de la fachada del Hospital de Santiago, Cuenca, 1608; Casa de la Panadería, Madrid, 1608; Palacio de Uceda, Madrid, 1608; Fachada del Ayuntamiento, Segovia, 1610; Retablo de Montserrat, Barcelona, 1610; Cabecera de la iglesia y retablo del Monasterio de Guadalupe, Cáceres, 1610; Basílica de Atocha, Madrid, 1610; Colegio de doña María de Aragón, Madrid, 1610; Capilla de los Cerralbo, Ciudad Rodrigo, 1610.

 

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Rodrigo de Luz Lamarca