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María África Gracia Vidal de Santo Silas

Biografía

Vidal de Santo Silas, María África Gracia. María Montez. Barahona (República Dominicana), 1912 – París (Francia), 7.IX.1951. Actriz.

Su padre era cónsul de España en Santo Domingo.

Pasó unos años en un colegio de religiosas de Santa Cruz de Tenerife. Fue descubierta para el cine cuando trabajaba de modelo en los Estados Unidos. Vivió en Los Ángeles y allí inició su carrera cinematográfica, con películas de bajo presupuesto, las que en el argot se denominan “de serie B”. La productora Universal la prestó a la Fox, algo habitual en Hollywood en los años de oro de la meca del cine (entre 1930 y 1950). Hizo el papelito de una corista llamada Inez en Aquella noche en Río, junto a Carmen Miranda y Don Ameche, el año 1941.

Su papel en aquella película, aunque episódico, no pasó inadvertido para cierto público, encandilado con la belleza de la neófita actriz. A los estudios cinematográficos llegaron muchas peticiones de fotografías dedicadas de la joven. Y el productor Walter Wanger comprendió que debía incluirla en sucesivas producciones. A partir de entonces, inició su camino hacia el estrellato, en una línea de exótica belleza con rasgos latinos.

María apareció, aunque también brevemente, en Moonlight in Hawai (1941), con un exótico vestuario parecido al que luciera en el filme anterior. Ese mismo año rodó La venus de la selva; al siguiente, Bombay Clipper. En un tiempo récord rodó una adaptación de un cuento de Edgar Allan Poe, El misterio de María Roget. Hasta entonces, todas aquellas cintas se habían filmado en blanco y negro. Y también en 1942, un título definitivo, Las mil y una noches, que la encumbraría como una leyenda de películas de ambiente oriental. Su personaje era una nueva Scherezade, bailarina de turbadora presencia.

De 1943 era La salvaje blanca, donde seguía vistiendo el típico sarong, mostrando desnuda parte de la anatomía de su cuerpo escultural, en el personaje de la princesa Tahía, propietaria de una isla paradisíaca a la que pretende atacar un grupo de forajidos.

Con Alí Babá y los cuarenta ladrones elevó aún más la fascinación que producía, con velos de sultana y personaje de odalisca. Los críticos señalaron que era el mejor título de esa serie. Otras películas posteriores: Sueños de gloria, Triunfó la juventud, Alma zíngara, La reina de Cobra (donde interpretó a dos hermanas gemelas y bailaba una sugestiva danza ritual), dirigida por el prestigioso Robert Siodmak. Aquel baile lo representó ataviada con unos originales tocados de inspiración oriental, que fueron muy imitados por los modistas de otras latitudes. Muchas damas se sintieron tentadas para imitar el vestuario de aquella exuberante estrella de la pantalla.

Después fue protagonista de La reina del Nilo, película que titulada así en un principio pasó a ser conocida como Sudán, ya en 1945, encarnando a una princesa de nombre Naila, que aparecía deslumbrante con sus atavíos faraónicos, en una trama en la que asesinaban a su padre y le usurpaban el trono.

María Montez estaba contenta, aunque manifestaba sentirse cansada de interpretar siempre papeles de princesas de cuentos de hadas.

Su popularidad, conseguida en esas películas durante apenas cuatro años, fue diluyéndose y ya en 1946 su nombre interesó menos al estrenarse su siguiente filme, Tangier, donde interpretaba a una bailarina española en un argumento de corte policíaco.

Y de 1947 fue su papel de condesa Courteuil, amante de Carlos II de Inglaterra, en La conquista de un reino. Melodrama de capa y espada realizado por Max Ophuls.

Acabó su contrato con la productora Universal.

Sólo recibió una oferta para volver al cine. Le propusieron la adaptación de una novela de Pierre Benoit, y rodó La Atlántida, con United Artist. En adelante, quien había sido llamada “la artista del technicolor” viajó a Europa para rodar películas francesas e italianas: Hans le marín (1949), el mismo año de Pasión prohibida y El ladrón de Venecia. Sus dos últimos filmes, fueron Tierra de violencia y La venganza del corsario, ambas de 1951.

Hubo un intento para que María Montez rodara una película en España, La maja de Goya. El productor Cesáreo González anunció a la prensa ese proyecto.

Pero no pudo llevarse a cabo, pues dos semanas antes de que llegara el otoño de ese año, 1951, fue encontrada muerta en su bañera. Tenía problemas para mantener un peso adecuado a su condición de estrella de la pantalla y varias veces al día tomaba baños de agua caliente.

Encarnó en el cine a vampiresas orientales con su espectacular belleza y mantuvo su mito de estrella de Hollywood apenas un decenio.

Estuvo casada con Williams Mac Futers, en 1943, del que se divorció a los pocos meses para contraer de nuevo matrimonio con el actor francés Jean-Pierre Aumont, que fue también su pareja en algunas de las películas mencionadas.

 

Bibl.: P. Clase, María Montez, mujer y estrella, Santo Domingo (República Dominicana), Editorial del Nordeste, 1985; T. Moix, Mis inmortales del cine, Barcelona, Planeta, 1991, págs. 115-121; M. Vicens de Morales, María Montez: su vida, Santo Domingo (República Dominicana), Editora Corripio, 1992; A. Armero, Una aventura americana: españoles en Holywood, Madrid, Compañía Literaria, 1995; G. Cabrera Infante, Cine o sardina, Madrid, Alfaguara, 1997; P. Rubie y L. Reyes, Los hispanos en Hollywood, Madrid, Random House, 2002, págs. 643 y ss.; V. L. Ruiz y V. Sánchez Korrol, Latinas in the United States, Bloomington (Estados Unidos), Indiana University, 2006, págs. 485-487 y 499.

 

Manuel Román Fernández