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Cristóbal de Mesa

Biografía

Mesa, Cristóbal de. Zafra (Badajoz), c. 1559 – Madrid, 27.IX.1633. Poeta.

Hay dudas acerca de la fecha exacta de su nacimiento.

Antonio Rodríguez-Moñino lo sitúa en 1562, y el cronista segedano Francisco Croche de Acuña lo adelanta a 1561. Pero en el libro Valle de lágrimas y diversas rimas, que el autor publicó en 1607, la fe de erratas está datada en febrero de 1606 y el privilegio, en noviembre de 1604, lo que permite conjeturar que Mesa entregó el original a mediados de ese año, o tal vez un poco antes. El dato es importante porque, en la dedicatoria de la segunda parte de la obra, Cristóbal de Mesa afirma tener cuarenta y cinco años. Debió de nacer, por tanto, en 1559 o en los últimos meses del año anterior, en el seno de una familia de orígenes conversos. De hecho, un Francisco de Mesa, clérigo —acaso tío del futuro poeta—, aparece entre los condenados por la Inquisición en el proceso contra los alumbrados de Llerena, según la documentación recogida por V. Barrantes en su Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura.

Toda la familia estuvo vinculada durante muchos años a la casa de Feria, como el mismo poeta se encargó de recordar en la dedicatoria de Valle de lágrimas al marqués de Priego, donde afirma que sus mayores “siempre han servido la casa de Feria [...].

Eran criados de ella mi bisabuelo Diego de Mesa [...] y los dos Guevaras, tíos de Pedro de Mesa, mi padre, y García de Acosta y Diego de Mesa, sus primos hermanos”. Otros miembros de la familia de Mesa siguieron la carrera eclesiástica, como su tío Gabriel de Guevara, franciscano, o su primo Tomás de Figueroa, dominico. Con apenas once años, Mesa se trasladó a Sevilla, donde comenzó los estudios de Artes, y luego a la Salamanca en que profesaban el Brocense y fray Luis de León. Instalado de nuevo en Sevilla, frecuentó las reuniones literarias del grupo de humanistas formado en torno a los condes de Gelves y al que acudían personalidades como Fernando de Herrera, el canónigo Pacheco, Argote de Molina, Juan de la Cueva, Francisco de Medina o Diego Girón.

En 1586, Mesa, que, estimulado por el ejemplo y la cercanía de Fernando de Herrera, había comenzado a cultivar la lírica, se trasladó a Italia, donde entabló amistad con poetas como Gagliardi y, sobre todo, con Torquato Tasso, cuya influencia fue decisiva. En el prólogo al poema La restauración de España (1607) se encargó Mesa de consignar sus primeras deudas literarias: “En España por maestros tuve / a Pacheco y Hernando de Herrera, / y con Medina y Luis de Soto anduve”. Sin embargo, su amistad con Tasso, reflejada en un soneto que éste dedicó a Mesa, marcó un hito en la trayectoria del poeta de Zafra, como no dejó él de reconocer en el mismo prólogo: “Mas después que cinco años traté al Tasso / el estilo mudé de otra manera”. La crítica se ha encargado de buscar los ecos del gran poeta italiano en la obra de Cristóbal de Mesa, tanto en su producción lírica como en sus poemas épicos —si bien el influjo de la Gerusalemme liberata se extiende como rasgo común a gran parte de la épica renacentista europea—, e incluso ha encontrado algunas resonancias de la obra dramática de Tasso en la tragedia El Pompeyo, a la que el ilustrado Luzán reprocharía un artificio excesivo que “se opone directamente a la verisimilitud”. Tras cinco años en Italia, Mesa volvió a España, después de ordenarse sacerdote, convertido en un fervoroso propagandista de Tasso, y se instaló en Madrid, donde asistió a diversas academias literarias, entre ellas la Academia Selvaje, que frecuentaba por entonces Lope de Vega. Las circunstancias favorecieron que Mesa publicara su primera obra, el poema épico en veinte cantos Las Navas de Tolosa (1594), cuya composición había comenzado sin duda en Italia a raíz del deslumbramiento producido por la Gerusalemme de Tasso. La sujeción al modelo italiano, muy marcada, no impide la existencia de pasajes de gran originalidad, como la descripción del infierno o la prolongada historia de los amores entre Abadía y Xarifa, que acaso influyó, a su vez, en el episodio de Botalhá y Tarfira que aparece entre lo más atractivo del poema La conquista de la Bética (1603), de Juan de la Cueva. En 1607, Mesa publicó la obra que contiene lo esencial de su producción lírica: Valle de lágrimas y diversas rimas, dedicada a Lorenzo Suárez de Figueroa, duque de Feria.

En realidad, el volumen está constituido por la yuxtaposición de tres libros posibles. La parte inicial, a la que correspondería propiamente el título Valle de lágrimas, es de carácter religioso, y la ocupan seis extensos “llantos”, todos ellos en octavas reales. La parte central (Rimas) contiene un gran número de sonetos, en su mayoría de carácter amoroso, y también una “Fábula de Narciso” compuesta en estancias, tan poco conocida que ni siquiera José María de Cossío llegó a mencionarla en su importante libro sobre las fábulas mitológicas. La tercera parte de Valle de lágrimas y diversas rimas es menos unitaria y recoge textos laudatorios dirigidos a diversos personajes, casi todos ellos nobles o poetas conocidos —Arguijo, Tasso, Barahona de Soto—, así como dos paráfrasis de salmos y otra del “Beatus ille”, junto a un manojo de sonetos morales y un curioso “Compendio del arte poética”, en endecasílabos blancos de acentuación esdrújula. El mismo año de 1607 aparece el poema épico La restauración de España, en diez cantos, sobre los sucesos de Covadonga durante los primeros momentos de la Reconquista. Y aún editará Mesa un tercer poema, que podría calificarse de épico-hagiográfico, acerca del apóstol Santiago: El patrón de España (1612), dedicado al duque de Béjar. Son años de gran actividad creadora. En 1615 aparece una traducción de la Eneida, y en 1618 el volumen titulado Las Éclogas y Geórgicas de Virgilio, y Rimas, y el Pompeyo, tragedia, que completa la obra que ha llegado del autor. Según noticia de Nicolás Antonio, Cristóbal de Mesa tradujo también la Ilíada, pero, si así fue, no se ha conservado testimonio alguno, manuscrito o impreso, de este trabajo. Durante estos años, marcados por la actividad editorial, Mesa trató con poco éxito de entrar al servicio, como capellán, de varios nobles: el conde de Lemos, el duque de Béjar, los marqueses de Tarifa, los duques de Alba, el condestable de Castilla y otros. La peregrinación en busca de un empleo estable lo condujo a residir durante algún tiempo en Granada, pero volvió poco después a Madrid, donde murió el 27 de septiembre de 1633.

La poesía de Cristóbal de Mesa está formada sustancialmente por composiciones de tipo amoroso y, en menor medida, por reflexiones acerca del carácter perecedero de todas las cosas, supeditadas al imperio del tiempo destructor. Los ecos de Garcilaso, de Herrera y de Tasso resuenan a menudo en estos poemas, en los que la técnica constructiva renacentista coexiste con fórmulas que nos acercan al barroco inicial (versos enumerativos, series ternarias, correlaciones internas, etc.). Las composiciones amorosas giran en torno a la figura del enamorado creada por el neoplatonismo: el estado amoroso engendra un dolor permanente; el amor es una “llama” o una inacabable “guerra” y una atroz “borrasca” que hace de quien la padece un desvalido “náufrago”; el soliloquio del enamorado solitario encuentra como testigos mudos de su queja a los elementos de la naturaleza, o evoca para confortarse modelos de atormentados ilustres y prestigiosos de la tradición mitológica, como Tántalo, Ixión o Sísifo.

Aparece también la figura del enamorado arrepentido que sustituye la antigua obsesión por graves reflexiones acerca de la inanidad de los bienes mundanos o las excelencias de la vida solitaria. En conjunto, la obra poética de Mesa representa con fidelidad la transición desde el neoplatonismo renacentista hasta las inquietudes filosóficas de raíz estoica que alcanzarán pleno desarrollo en la época barroca.

 

Obras de ~: Las Navas de Tolosa, Madrid, Viuda de P. Madrigal, 1594; Valle de lágrimas y diversas rimas, Madrid, Cuesta, 1607 (ed. parcial en Badajoz, Diputación Provincial, 1991); La restauración de España, Madrid, Cuesta 1607; El patrón de España, Madrid, Martín, 1612; La Eneida de Virgilio, Madrid, Viuda de A. Martín, 1615; Las Églogas y Geórgicas de Virgilio, y Rimas, y el Pompeyo, tragedia, Madrid, Cuesta, 1618 (ed. moderna de El Pompeyo, intr. de M. A. Teijeiro Fuentes, Badajoz, Diputación Provincial, 2003); Epístolas, ed. de A. Rodríguez- Moñino en El Criticón (Badajoz), 2 (1935), págs. 39-50.

 

Bibl.: A. Rodríguez-Moñino, “Cristóbal de Mesa”, en El Criticón (Badajoz), 2 (1935), págs. 33-38; J. López Prudencio, “Valores olvidados: Cristóbal de Mesa”, en Revista del Centro de Estudios Extremeños, XVI, XVI (1942), págs. 165- 178; C. B. Breall, “Cristóbal de Mesa and Tasso’s Rime”, en Modern Language Notes, LX (1945), págs. 469-472; A. Rodríguez- Moñino, “Cristóbal de Mesa: Estudio bibliográfico (1562-1633)”, en Revista de Estudios Extremeños, 3-4 (1950), págs. 395-501; G. Caravaggi, “Torquato Tasso e Cristóbal de Mesa”, en Studi Tassiani, XX (1970), págs. 46-85; J. Arce, Tasso y la poesía española, Barcelona, Planeta, 1973; F. Croche de Acuña, Aproximación a Cristóbal de Mesa, un poeta zafrense en el Siglo de Oro, memoria de licenciatura mecanografiada, Universidad de Extremadura, Facultad de Filosofía y Letras, 1981; M. Terrón Albarrán, “Cristóbal de Mesa”, en VV. AA., Historia de la Baja Extremadura, II, Badajoz, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, 1986, págs. 414-429; R. Senabre, “Introducción”, en C. de Mesa, Rimas, Badajoz, Diputación Provincial, 1991, págs. 10-26; M. A. Teijeiro Fuentes, Los poetas extremeños del Siglo de Oro, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1999, págs. 270- 296; “Introducción”, en C. de Mesa, El Pompeyo, op. cit., 2003, págs. 7-58.

 

Ricardo Senabre

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