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Andrés Hurtado de Mendoza y Fernández de Bobadilla

Biografía

Hurtado de Mendoza y Fernández de Bobadilla, Andrés. Marqués de Cañete (II). Granada, p. s. xvi – Lima (Perú), 14.IX.1560. Tercer virrey de Perú.

Hijo de Isabel de Bobadilla y de Diego Hurtado de Mendoza, I marqués de Cañete, miembro de una importante familia castellana, conocido por su participación en las Guerras de Granada y por ejercer como virrey de Navarra. De joven se desempeñó como guardamayor en Cuenca, señor de vasallos y montero mayor del Rey y combatió en los ejércitos de Carlos V enviados a Alemania y Flandes. Hurtado de Mendoza se encontraba en Cuenca con su esposa María Magdalena Manrique y sus hijos cuando fue nombrado virrey del Perú por el Emperador el 5 de noviembre de 1554, una vez que habían fracasado los intentos de provisión de dicho cargo al conde de Palma y al conde de Olivares. Se acordó que su período de gobierno durara seis años con una renta de 40.000 ducados. El 10 de marzo de 1555 recibió dos instrucciones de gobierno. La primera instrucción debía usarse en caso de hallarse el virreinato totalmente pacificado. Por ésta se le ordenaba velar por la conversión al cristianismo de los indios, establecer corregidores en los pueblos de indios con la condición de que no fueran vecinos ni tuviesen indios encomendados, obligar a los oidores de Lima a hacer visitas de tierras, impulsar la construcción de caminos y puentes, confeccionar la tasa de tributos de indios y excluir el servicio personal en las nuevas encomiendas que se concedieran, alentar la elección de alcaldes de indios y vigilar la conducta de los caciques, entre otros asuntos de menor relieve. La segunda instrucción era de carácter secreto y debía seguirse si se encontraba el territorio convulsionado por la rebelión liderada por el encomendero Francisco Hernández Girón, que había estallado en el Cuzco en 1553. En esta última se le otorgaban los mismos poderes que recibiera el licenciado Pedro de La Gasca para combatir la guerra civil que estalló en Perú con motivo de la aplicación de las Leyes Nuevas de 1542. Entre estas amplias atribuciones estaba la potestad de proveer todo tipo de cargo público, hacer la guerra a los rebeldes, librar de la Hacienda Real las sumas que considerara necesarias para la pacificación sin obtener permiso previo de la Corona, pero en acuerdo con los oidores y los oficiales reales, y, por último, aplicar el derecho de gracia.

Hurtado de Mendoza se trasladó a Sevilla y desde allí escribió a Carlos V que, según sus informes, en Perú existían ocho mil españoles, que, de ellos, cuatrocientos ochenta y nueve tenían repartimientos y que sólo unos mil tenían un oficio conocido. El resto, que no trabajaba, alegaba no estar dispuesto a emplearse en un oficio. Ese diagnóstico le llevó a proponer a la Corona que sería conveniente que tal población suelta, libre y peligrosa fuera empleada en nuevas entradas destinadas a incorporar más territorios desconocidos. Tal sugerencia fue atendida por el Rey, que le otorgó un poder especial para organizar nuevas expediciones conquistadoras. Con todos esos encargos, Hurtado de Mendoza partió en el galeón de Sevilla, acompañado de su segundo hijo García, con destino inicial a Panamá. En esta ciudad tomó juicio de residencia a los ministros de Justicia y a los oficiales de la Hacienda Real. También otorgó algunas mercedes de costa y aprovechamiento a antiguos conquistadores de Tierra Firme y de las islas de Barlovento. Autorizó a Pedro de Urzúa para que organizara una expedición contra los negros huidos en el istmo, con el propósito de devolverlos a su condición de esclavos y concentrarlos en poblaciones dedicadas al trabajo. El virrey partió de Panamá y llegó a la ciudad peruana de Paita el 24 de marzo de 1556. Su entrada oficial en Lima bajo palio se produjo el 29 de junio de 1556. En su primer diagnóstico del virreinato comprobó que la rebelión de Hernández Girón se había extinguido, pero consideró que el territorio no estaba todavía pacificado. Por eso decidió enviar a las principales provincias corregidores y ministros de Justicia. Para Chuquisaca fue nombrado el oidor Altamirano y para Cuzco el licenciado Bautista Muñoz. Prohibió que ningún español circulase por el territorio sin previa licencia y colocó agentes secretos en los caminos más frecuentados para averiguar si se tramaban nuevas conspiraciones. En una carta remitida a la Corona el 15 de septiembre de 1556 el virrey denunció que los miembros de la Audiencia de Lima estaban enemistados entre sí y que tal situación hacía imposible impartir justicia. Ante tal denuncia, el Rey le permitió modificar la composición de ese máximo tribunal del virreinato, alejando a los oidores díscolos hacia nuevos destinos y colocando en su lugar a personas de su absoluta confianza. También tomó represalias contra treinta y siete capitanes que le acusaron de no hacer repartimientos y los envió a España en calidad de reos; asimismo ordenó ahorcar a Juan Chacón por su participación en el bando de Hernández Girón y a Martín de Robles por su implicación en la muerte del virrey Blasco Núñez de Vela, a pesar de que éste fue indultado por el licenciado La Gasca. El 9 de mayo de 1557 el virrey dispuso que su guardia personal aumentara a tres compañías veteranas, ordenó que la artillería fuera custodiada en su domicilio, que pasó a denominarse palacio de gobierno, y decretó la confiscación en las provincias de arcabuces y otras armas de fuego. Las medidas anteriores, consideradas en su momento de arbitrarias y abusivas, fueron justificadas por el virrey como actos necesarios para la completa pacificación del virreinato. Él mismo señaló en una carta escrita en 1560 que su mayor logro fue “haber pacificado el reino con vara de justicia y no con batallas”.

En cuanto al gobierno religioso, hubo dificultades entre el virrey y el arzobispo. Las reuniones ordinarias que debían mantenerse entre el gobierno y la Iglesia sobre asuntos relacionados con el adoctrinamiento de los indios fueron escasas, a pesar de ordenarlo así la Real Cédula del 17 de marzo de 1557. El virrey auxilió económicamente a las órdenes religiosas para la edificación de sus templos. Proporcionó a los agustinos 400 pesos, a los franciscanos 500 pesos y financió la construcción de las catedrales de Guamanga, Cuzco y Quito, a las que otorgó una subvención global de 1.100 pesos. El 18 de agosto de 1557 dispensó al convento de Santo Domingo de la obligación de abonar 300 pesos a la Universidad de San Marcos. En compensación, otorgó a esta institución universitaria un repartimiento en la sierra central de Jauja. Prohibió que los religiosos en sus doctrinas hiciesen tratos privados con los indios y que en ninguna parroquia coincidiesen frailes de distintas órdenes religiosas. En 1557 los religiosos agustinos erigieron en Lima el beaterio de Nuestra Señora de los Remedios, que poco después vino a convertirse en monasterio de la Encarnación.

En relación con el gobierno económico, sus primeros actos se concentraron en proveer de oficiales a las Cajas Reales de Trujillo, Piura, Quito, Arequipa, La Paz y Cuzco, que hasta ese momento estaban administradas por vecinos nombrados por los Cabildos. A estos funcionarios del fisco se les asignó un sueldo de 200 y 300 pesos en función del grado de importancia económica de la caja real. El virrey elevó el salario de los oficiales reales de Potosí a 3.000 pesos, igualando económicamente este cargo con el de oidor. Un hecho relevante en el auge del sistema mercantil, basado en la exportación de plata, fue el descubrimiento en 1557 de los ricos yacimientos de azogue de Huancavelica por el portugués Enrique Garcés. Un año antes Gil Ramírez Dávalos había descubierto una veta de mercurio en la jurisdicción quiteña de Tomebamba, aunque sus rendimientos eran escasos. El 4 de marzo de 1559 fue promulgada una Real Cédula que prohibió la libre conducción de mercurio desde España a las Indias por parte de particulares, como paso previo a la introducción del sistema de los asientos. A modo de curiosidad, en 1557 se formó en Cuzco una compañía para desaguar la laguna de Urcos, con el propósito de rescatar la cadena de oro que, según la mitología, el inca Huayna Capac arrojó allí para solemnizar el nacimiento de su primogénito. Tal empresa fue abandonada al encontrarse numerosos obstáculos naturales. Como resultado de las providencias tomadas para aumentar el cultivo en la costa, en 1558 Francisco Caravantes introdujo en Lima los primeros mazos de vides procedentes de Canarias. En 1560 se plantaron también en la capital los primeros olivos y ese mismo año se produjo la primera cosecha de trigo en el valle de Cañete. Como parte de esta política de protección de la agricultura se estableció en Lima en 1556 un juzgado privativo de aguas que quedó a cargo del regidor Martín Yáñez de Estrada.

La acción más ambiciosa ejecutada por este virrey en materia económica fue la creación, por ordenanza de 1 de agosto de 1556, del Consejo de Hacienda Real, con el propósito de hacer un buen recaudo, conservación y aumento de las rentas de la Corona.

El virrey pretendió con ello fomentar una instancia fiscal similar a la que existía en la Corte de Castilla. Este Consejo fue integrado por el virrey, tres oficiales reales, un fiscal y un escribano de cámara que actuaba a su vez de secretario. Sus atribuciones se extendieron a la fiscalización de todo lo relacionado con la Hacienda y a la revisión de todas las cuentas de las Cajas Reales. Esta decisión fue recibida con disgusto y hostilidad por los oficiales reales propietarios, que consideraron sus prerrogativas usurpadas, pero Hurtado de Mendoza se negó a darles satisfacción alguna. Ante esta actitud los funcionarios remitieron varias cartas de protesta al Consejo de Indias. Esta instancia elevó una consulta al Rey el 4 de noviembre de 1557 en la que opinaba que las instrucciones dadas al marqués de Cañete en su condición de virrey le otorgaban atribuciones en materia de hacienda sólo de “cosas ordinarias” y, por tanto, éste se había excedido en sus funciones al crear dicho Consejo. El Rey expresó su acuerdo con la opinión de sus consejeros.

Al fallecer, tanto el gobernador de Chile Pedro de Valdivia, como su sucesor Pedro de Alderete, el virrey dispuso en 1557 que su hijo García, con apenas veintidós años, ocupara tal puesto. Entre las medidas tomadas por García encaminadas a pacificar a los encomenderos de Chile destacaron el encarcelamiento en Coquimbo de Francisco de Aguirre, por pretender hacerse con el cargo de gobernador, y la destitución de los dos alcaldes de Santiago. Combatió a los indios araucanos liderados por Caupolicán, quienes con las armas arrebatadas a los españoles se rebelaron y reconquistaron la región del Arauco. García derrotó a Caupolicán en el fuerte de Quiriquinía el 9 de agosto de 1557 y en las márgenes del río Bío Bío el 9 de diciembre de 1557. En las siguientes contiendas a campo abierto de Lagunillas, Millarapue, Villarepa y Puren, las tropas del gobernador vencieron la resistencia araucana que, sin embargo, iba a persistir más tarde en su lucha. García permaneció en su cargo hasta el fallecimiento de su progenitor.

Hechos de especial relevancia ocurrieron en España mientras Andrés Hurtado de Mendoza ejerció como virrey. Uno de ellos fue la abdicación de Carlos V en su hijo Felipe II. El juramento de fidelidad al nuevo Monarca se produjo en Lima el 25 de julio de 1557, con asistencia de todas las corporaciones. Para la ocasión, se acuñó por vez primera una moneda conmemorativa, cuya leyenda por el anverso decía: “Filipo y María por la gracia de Dios Reyes de Inglaterra y España”. El fallecimiento de Carlos V se supo en Lima a finales de 1558 y en su recuerdo se hicieron suntuosas exequias.

En 1557 fue erigido en Lima el hospital de San Andrés para la curación de españoles. El virrey tuvo el cuidado de proporcionarle rentas, ponerlo bajo el patronato del Rey y asignarle un reglamento. A este local fueron trasladadas desde Cuzco las momias de los emperadores incas Wiracocha, Tupac Inca Yupanqui y Huaina Capac, junto con las esposas de los dos primeros. El encargado de hacer tal traslado fue el licenciado Polo de Ondegardo, y las momias fueron depositadas en uno de los corrales del hospital. También se fundó en Lima el colegio de San Juan de la Penitencia, para la educación de las niñas españolas y mestizas pobres del país.

En 1558 quedó formalmente establecido el cargo de cacique en todo el territorio peruano. Se le otorgó vara de Real Justicia para amparar a los indios de sus pueblos y se le facultó a denunciar los abusos contra esta población ante los corregidores. Los pretendientes al cacicazgo debieron probar ante la Audiencia de Lima la autenticidad de su descendencia con los antiguos curacas prehispánicos. En 1557 se hizo en el valle de Lima el primer experimento de reducción de indios al unirse las parcialidades de Lima, Maranga y Huatica en el pueblo de Santa María de la Magdalena de Chacalea. En 1560, el inca Sayri Tupac, hijo de Manco Inca, abandonó el fortín de Vilcabamba donde resistían los últimos incas de Cuzco, aceptó el bautizo y a cambio el virrey le otorgó el título de adelantado por la Corona en el valle de Yucay con una renta de 10.000 pesos. El marqués de Cañete hizo repartimientos a varios partidarios del conquistador Diego de Almagro por su antigüedad y respeto y también proporcionó tierras e indios a los nobles que formaban parte de su séquito. Se elevó así, bajo su gobierno, la posición social de los encomenderos. El 28 de julio de 1560 se prohibió la producción y venta de chicha de maíz con el propósito de combatir la ebriedad entre los indios. El virrey puso en práctica su poder especial para organizar nuevas empresas conquistadoras y en 1559 autorizó la entrada a la región amazónica de la expedición de Pedro de Ursúa, quien fue ejecutado por el amotinado Lope de Aguirre cuando ésta se hallaba cerca de la región del Marañón. También se permitió a Andrés Manso organizar una empresa para la conquista de la región Chiriguana y de los Llanos de Condorillo.

En cuanto a fomento urbano, se sancionó el 15 de enero de 1557 las ordenanzas de obras y edificios públicos de la ciudad de Lima y los derechos que habían de llevar los alarifes, y el 8 de abril de 1557 las ordenanzas sobre la mojonería de la ciudad de Lima. En 1556 se fundó al sur de Lima la villa de Cañete, en honor de la casa de este virrey, y se comisionó a Jerónimo de Zurbano el reparto de las tierras. Otras ciudades que se fundaron fueron Cuenca en el reino de Quito y la villa de Santa o Santa María de la Parrilla en Perú. Por su parte, la ciudad de Huánuco recibió del Rey el título de “muy noble y muy leal”, con escudo de armas propio. En 1559 fueron fundadas las ciudades de Mendoza y Osorno en el reino de Chile. Este mismo año se estableció la Audiencia de Charcas y se nombró como primer presidente al oidor Pedro Ramírez de Quiñones.

La arbitrariedad con que Hurtado de Mendoza actuaba en Perú y las constantes denuncias en su contra por parte de los oficiales reales obligaron a Felipe II a buscarle reemplazo antes de finalizar su período de gobierno de seis años. En agosto de 1558 se decidió que Diego de Acevedo y Fonseca ocupara su puesto, pero, como al poco tiempo éste falleció, el cambio se pospuso. El 27 de enero de 1559 la Corona comunicó al virrey su destitución y sustitución por Diego López de Zúñiga, conde de Nieva, prohibiéndole seguir haciendo gastos sin su permiso. Al nuevo virrey le fue concedida la Real Cédula de 15 de marzo de 1559, por la que se le ordenaba revocar todo lo actuado por Hurtado de Mendoza bajo su gobierno sin tener licencia ni facultad para ello. Entre los cargos oficiales levantados contra éste estuvieron la creación de nuevos oficios, la libre disposición de los fondos reales y el establecimiento del Consejo de Hacienda. La Corona facultó al conde de Nieva a realizar la residencia de su antecesor y a hacerla también a los oidores y oficiales reales que actuaron en componenda con el marqués. Éste también fue responsabilizado de haber otorgado libramientos a sus criados y de entregar encomiendas reales de indios a su secretario y a su capitán de la guarda. El conde de Nieva se encontraba en Panamá cuando se produjo el fallecimiento del marqués de Cañete en Lima el 14 de septiembre de 1560. Sepultado provisionalmente en la iglesia de San Francisco de Lima, sus restos se embarcaron hacia España y fueron depositados en Cuenca.

 

Bibl.: C. Suárez de Figueroa, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués de Cañete, Madrid, Imprenta Real, 1613; R. Levillier, Gobernantes del Perú: cartas y papeles del siglo xvi: Documentos del Archivo de Indias, t. II, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1921-1926, págs. 437-447; M. de Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico del Perú, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1933, págs. 283-298; G. Lohmann Villena, Las minas de Huancavelica en los siglos xvi y xvii, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1949, págs. 11-35; “Las relaciones de los virreyes del Perú”, en Anuario de Estudios Americanos (AEA) (Sevilla), t. XVI, 1959, págs. 57-59; I. Sánchez Bella, “El Gobierno del Perú 1556-1564”, en AEA, t. XVII, 1960, págs. 407-463; R. Vargas Ugarte, Historia General del Perú. Virreinato (1551-1596), t. II, Lima, Carlos Milla Batres, 1966, págs. 191-205; L. Hanke, Los Virreyes Españoles en América durante el gobierno de la Casa de Austria. Perú, t. I, Madrid, Ediciones Atlas, 1978 (Biblioteca de Autores Españoles), págs. 41-53; J. Lockhart, El mundo hispanoperuano 1532-1560, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1982, págs. 20-47.

 

Víctor Manuel Peralta Ruiz

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