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Alberto Rodríguez de Lista y Aragón

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Biografía

Rodríguez de Lista y Aragón, Alberto. Sevilla, 15.X.1775 – 5.X.1848. Escritor.

En Sevilla realizó sus primeros años de aprendizaje bajo la influencia de Jovellanos, de Meléndez Valdés y de Forner. A los trece años, obtuvo la primera Cátedra de Matemáticas en la Sociedad de Amigos del País, y en 1796 en el Colegio de Náutica de San Telmo dio clases de Filosofía en el antiguo Colegio de San Miguel.

Inició los estudios superiores en 1787; fue bachiller de Filosofía en 1789, y de Teología en 1795.

Se ordenó sacerdote en 1804. Pese a los avatares de su biografía, e incluso a su pertenencia esporádica a la masonería durante la Guerra de la Independencia, nunca abandonó los hábitos. Para las logias escribió los poemas La beneficencia, El triunfo de la tolerancia y La bondad es natural al hombre. El concepto religioso de Lista se basa en principios rousseaunianos y sentimentales, y en la fe en la bondad natural del hombre, frente a la visión coercitiva de la religión por parte de los ultramontanos y absolutistas fernandinos, con los que siempre estuvo en desacuerdo, incluso durante su colaboración cultural con el gobierno de Fernando VII durante la ominosa década, como se verá.

Su catolicismo se acentúa no obstante en los últimos años de su vida, hasta extremos más conservadores, especialmente en su labor docente en Cádiz, pero su condición de afrancesado, que le marcó toda su vida, le hace mantener distancias respecto a los serviles o ultramontanos incluso en esta época.

En Sevilla en 1809 realizó un elogio del conde de Floridablanca, donde propuso la construcción de una nueva España, basándose en los principios de Montesquieu de control de la autoridad real y defensa de la Constitución frente al absolutismo. Es un texto patriótico anterior a su afrancesamiento. Juretschke mantiene en su libro pionero (1951) que Lista es en cierto modo un oportunista político que cambió sucesivamente de pensamiento en este sentido: patriota, afrancesado en la Guerra de la Independencia, liberal en el trienio, criptoliberal colaborador de Fernando VII en la ominosa década, consejero áulico de María Cristina durante su regencia. Sin embargo, Lista fue coherente toda su vida con el pensamiento del liberalismo moderado, que contribuyó a cimentar teóricamente de modo importante en sus artículos políticos en El Censor durante el trienio, aunque como cualquier intelectual de la época intentó la supervivencia en los diversos avatares ideológicos que sacuden este turbulento siglo, con menores vaivenes en este sentido que otros muchos escritores españoles, como por ejemplo el duque de Rivas. De todos modos, dentro de su coherencia ideológica de liberal moderado, Lista durante toda su vida se vio obligado a una actitud de sumisión y colaboración con el poder imperante, cualquiera que éste sea.

Anteriormente a su colaboración afrancesada, Lista participó activamente en El Espectador Sevillano (2 de octubre de 1809 a 1 de febrero de 1810), donde defendió a Montesquieu y el pensamiento de los revolucionarios liberales de América del Norte, con proximidad también al pensamiento de Jovellanos —que se respeta como padre más conservador, pero inspirador lejano de la modernidad— y se propugnó la convocatoria de Cortes, con los avatares importantes de su convocatoria en una sola cámara democrática.

Cuando en 1810 el Ejército francés invadió Sevilla, Lista se afrancesó. Acometió con ilusión la empresa de editar la Gaceta de Sevilla, patente en el prospecto introductorio de esta nueva época afrancesada de la revista. Pero pronto pudo observar que se trataba de una publicación de propaganda militar que, como el propio Félix José Reinoso —íntimo amigo suyo— explicó en su Examen de infidelidad de los delitos contra la patria imputados a los españoles sometidos bajo la dominación francesa (1816; 2.ª ed. 1818), dependía absolutamente del mariscal Soult, quien lo redactaba, y a Lista sólo quedaba la colocación y enmienda de las pruebas de imprenta. Hay algunos artículos de Lista, pero sólo son claramente suyos —salvo alguna excepción aislada— algunos dedicados a temas culturales: se recluyó en la cultura, como Arias Montano, a quien dedicó por cierto un artículo, ante la imposibilidad de realizar su ambición de realizar una publicación política y literaria a la vez —son los dos aspectos que rigen y definen su dedicación al periodismo— con una libertad que el régimen castrense de Napoleón no permitía.

No obstante Lista dedicó al mariscal Soult, duque de Dalmacia, la traducción que realizó por estas fechas de El enfermo de aprensión de Molière.

Tuvo que cruzar la frontera hacia Francia con Soult en 1812, huyendo de la represión fernandina al terminar la Guerra de la Independencia, viviendo en Toulouse, Burdeos y Auch, aunque estas experiencias le llevaron a una desilusión por el régimen francés patente en su correspondencia con Reinoso en 1816. El exilio en 1817 le llevó a templar considerablemente sus creencias políticas, frente a las que mantenía en su juventud. Lista nunca creyó en la soberanía popular, que es el tema piedra de toque para definir a los liberales progresistas de la época: defiende una Monarquía constitucional moderada por las Cortes pero con amplios poderes reales, y desconfía de la hidra democrática que siempre fascinó a su discípulo Espronceda, por ejemplo.

Regresó a España en marzo de 1817, primero a Pamplona y Bilbao, y en 1820 a Madrid, aprovechando la instauración de las ideas liberales en el trienio. En 1821, tanto Quintana como Lista, utilizaron el vocablo “romántico” en España, quizás por vez primera, pero posiblemente el primer romanticismo llegó a España hacia 1795 y 1798, al menos en textos puntuales pero importantes, y aunque la conceptualización del movimiento es más tardía, es muy temprana en España la manera de vivir y escribir propia de los románticos, ya que esta ideología está asociada al liberalismo de las Cortes de Cádiz, que constituyen una revolución liberal y moderna, hecha “sin escándalo y sin desastres”, como dijo Quintana. En la Guerra de Independencia no sólo existe por tanto una tendencia servil de expulsión del invasor, sino también un grupo poderosísimo y muy influyente de intelectuales (escritores, diputados) de tendencia progresista, que está aún necesitado de estudio, pese a algunos ya existentes.

Por ello, se explica que los textos de la época se refieran a este hecho político con el término de “revolución”, incluso en autores tan poco sospechosos de progresismo como el conde de Toreno.

Durante el trienio, los afrancesados, que estaban inhabilitados para desempeñar cargos públicos, crean un centro de enseñanza privada, el Colegio de San Mateo, del que va a ser alma Lista, y en el que enseñaría Gómez Hermosilla. María del Carmen Simón Palmer (1968; 1972) ha estudiado esta etapa.

Los afrancesados no reconocieron la Constitución de 1812 y se distanciaron del régimen constitucional poco a poco. Todavía en 1820 los afrancesados eran perseguidos, y a causa de un valiente artículo de Lista en El Censor contra las sociedades secretas, fue excluido de la interinidad de la clase de Humanidades de San Isidro, por ser afrancesado, y el Ministerio les atribuyó pasquines de los que no eran autores.

Se cerró el Colegio de San Mateo en 1825 a causa de las persecuciones y trasladó Lista sus clases a la calle de Valverde entre el fervor de sus discípulos, sobre los que tendría notable influencia, por ejemplo sobre el primer Espronceda, a quien inspiró el plan de redacción del Pelayo: se conservan algunas estrofas escritas por nuestro autor sobre este tema. Realizó también una importante labor en la Academia del Mirto entre 1823 y 1826. A ella pertenecieron Espronceda, Eugenio de Ochoa, Patricio de la Escosura, Roca de Togores y Ferrer del Río. Puede observarse en la felicitación de dicha Academia dirigida a su maestro. El director era Antonio José de Cavanilles, quien guardó la tragedia inédita de Lista Roger de Flor de 1825, de la cual han llegado unos fragmentos.

Otros discípulos de Lista en esta Academia son: Felipe Pardo, Luis Usoz del Río —singular crítico y erudito cuáquero—, Juan Bautista Alonso, Francisco Iturrondo, Luis María Pastor, Santos López Pelegrín, Ventura de la Vega, Gabriel Ferrer y Dávila, Cesáreo Blaudín, Jaime Dot, Lino Orellana, y el historiador y poeta Antonio Cavanilles.

En los años previos a entrar al servicio de Fernando VII, Lista fue nombrado miembro honorario de la Academia Española en 1827, y en ese mismo año ingresó en la Real Academia de la Historia con un significativo discurso sobre La importancia de nuestra historia literaria.

Lista hizo causa común con Sebastián Miñano y sobre todo con Félix José Reinoso, constituyendo un trío de afrancesados de singular influencia política y cultural en la España de esta época, especialmente durante la ominosa década en que colaboraeon con el gabinete criptoliberal del ministro de Hacienda de Fernando VII, López Ballesteros —el ala relativamente más liberal del gobierno, enemiga de los serviles—.

Miñano relacionó a Lista con López Ballesteros, ministro de Hacienda, quien le encargó negocios graves de estado durante la ominosa década en la cual los amigos afrancesados ocuparon puestos de relieve cultural, de más importancia si cabe por la atonía en este sentido que la censura y la represión ejercían sobre el país. Se agruparon con los moderados frente al ala absolutista de Calomarde. López Ballesteros contaba con el apoyo de ilustrados como Cea Bermúdez o el conde de Ofalia.

Ballesteros le pagó una pensión, y por miedo a perderla ingresó luego como director de la Gaceta.

Entre 1828 y 1833 realizó una importante labor de propaganda al servicio del régimen fernandino con los liberales que quedaron en España alrededor de López Ballesteros. Enviado a Bayona para contrarrestar la crítica europea a Fernando VII, fue sucesivamente responsable de la Gaceta de Bayona, la Estafeta de San Sebastián y La Estrella. Compaginó los asuntos políticos con la literatura, lo que realmente le interesaba, aunque el otro extremo le ayudase a sobrevivir en tiempos difíciles: ello queda de manifiesto en la rica correspondencia inédita con Musso Valiente. En 1833 regresó a España como director de la Gaceta, donde estuvo hasta 1837 prestando servicios a gabinetes distintos: Martínez de la Rosa, Toreno, Mendizábal.

En La Estrella defendió en 1833-1834 a Isabel II, con preocupación hacia el tema sucesorio, ya que quería evitar la presumible confrontación entre los extremos que se podía producir a la muerte del absolutista Fernando.

En 1838 en la Revista de Madrid defendió los fundamentos históricos y medievales del régimen municipal en España, utilizando su erudición histórica para apoyar la postura de María Cristina acerca de la Ley de Ayuntamientos y que el Rey intervenga en la elección de alcaldes —que eran un poder democrático importante de contrapeso—, pero no el gobierno.

Sin embargo, su postura —que era la de la regente— fracasó y, como es sabido, este acontecimiento político motivó el exilio de María Cristina, que nunca abandonó su intención de regresar a España.

Lista debió comprender que el modelo de liberalismo moderado que había mantenido se había quemado, y decidió retirarse al colegio de San Felipe Neri, en Cádiz, desde 1838 a 1843, para educar a la juventud, encastillándose en un moralismo religioso de senectud hasta su muerte.

En 1841 fue nombrado director de la Academia de Buenas Letras. En 1844 abandonó San Felipe Neri y fundó el Colegio de San Diego en Sevilla con gran éxito, y una Academia de ciencias exactas y naturales para profesores —de modo paralelo al colegio, y a la manera de la Academia del Mirto—. Se creó para él en Sevilla la Cátedra de Matemáticas Sublimes en la Universidad de Sevilla, dotada por el gobierno a la caída de Espartero. En 1844 publicó sus Elementos de Historia Antigua, un manual con breve resumen de conocimientos de la antigüedad clásica. En 1845 fue decano, y en 1847 rector interino. Siendo decano en la Universidad de Sevilla se creó la profesión literaria, que hoy llamamos carrera de Filosofía y Letras. Murió en Sevilla el 5 de octubre de 1848.

Lista fue toda su vida un neoclásico tardío, lo que es interesante para comprender la peculiar vida de este movimiento, que coexiste con el romanticismo hasta la mitad del siglo XIX, con una gran influencia en el ámbito teórico sobre los escritores de toda esta generación, que sin embargo practicaban el romanticismo desde época muy reciente, pues existe un primer romanticismo en España coetáneo del europeo, aunque de singulares características, marcadas por la dureza de la Guerra de la Independencia, el prolongado gobierno absolutista de Fernando VII —aunque en toda Europa hubiera por estas fechas también episodios de gobierno absolutista—, y la influencia de la literatura áurea española que marcará el estilo de los románticos españoles, gracias precisamente al magisterio importantísimo que Lista ejerció sobre los jóvenes románticos de la época, tanto en la enseñanza como en su labor en la prensa y sobre todo en sus profundos estudios de crítica literaria.

Lista fue colaborador asiduo del Correo Literario y Económico de Sevilla desde 1803 a la invasión francesa, en donde por cierto se reproducen ciertos cuadros del Génie du Christianisme de Chateaubriand (1804-1805), lo que vino a adelantar la llegada de las ideas románticas a España. Reseñó en El Mercurio de España el libro de Henry Richard Fox, Lord Holland, sobre Lope [Some Account of the Life and Writings of Félix Lope de Vega y Carpio (Londres, 1806)], que se anticipó a los escritos de la literatura dramática española por Guillermo Schlegel (1808) y, lo que es más importante, a la polémica de Böhl de Faber con José Joaquín de Mora de 1814, que tópicamente había sido señalada por la crítica como la primera referencia al romanticismo español. Así su colaboración en El Mercurio de España desde enero a octubre de 1807 tiene como valor más representativo la citada reseña del libro de Lord Holland sobre Lope antes mencionada, en el número de marzo de 1807. Los juicios neoclasicistas y negativos hacia Lope, muy luzanianos, de este artículo de Lista dieron paso a una admiración posterior en los artículos de El Censor por ejemplo, o en las Lecciones de literatura. Lo interesante del tema es que vino a demostrar que no son los Schlegel por ejemplo quienes redescubrieron a los españoles su teatro áureo, porque éste nunca había dejado de representarse y seguía muy vivo en el interés del pueblo, como aquí se atestigua.

Lista y Matute colaboraron en la Gaceta del Gobierno desde el 6 de enero de 1809 al 1 de agosto de 1809, pero Lista no fue muy activo en este medio, de carácter integrista, monárquico y religioso lejano a sus ideas de juventud. Mucho más interesante es El Semanario Patriótico, que aún debería ser más estudiado por la crítica y los historiadores. Se editó en Sevilla desde el 4 de mayo de 1809 al 31 de agosto de ese año. Lista colaboró desde el 31 de agosto, en su segunda época, con Quintana, quien fue responsable del tono exaltado de ese período, con ideas antimonárquicas que motivaron las protestas de la Junta por considerarlas revolucionarias.

A instancias de la Junta Central, se editó El Espectador Sevillano, desde el 2 de octubre de 1809 al 29 de enero de 1810. Lista fue entonces redactor, director y fundador de este periódico fundamentalmente político, heraldo de la Constitución gaditana y muestra el amor de los liberales por las artes y las letras incluso en los momentos difíciles. Hay una cruzada mundial por el liberalismo, patente en este medio que defiende las teorías de Montesquieu ante todo, admirando Lista más la revolución norteamericana que los excesos de la francesa.

Un aspecto interesante es el de la colaboración de Lista en la Gaceta de Sevilla ya durante la invasión francesa. Lista acaba recluyéndose como puede en la cultura, ante la rigidez militarista de Soult. Es un periódico de una vulgar propaganda militar. Para nosotros tiene además el interés añadido de mostrar el modo en que ambos contendientes son sabedores de la importancia de la prensa como medio de formar la opinión pública y ganar la batalla de las ideas, que luego operan sobre la realidad. Y, sobre todo, muestra la clara intención de los estrategas franceses de silenciar la existencia de un grupo poderoso y nutrido de intelectuales españoles de tendencia liberal, más a la izquierda que franceses e ingleses.

Su regreso a España en 1817 y su establecimiento en Madrid en 1820 fue probablemente la etapa más fructífera de su actividad periodística, con espléndidos artículos en El Censor, tanto desde el punto de vista político (explicando los principios teóricos del liberalismo a la sociedad española) como literario — defendiendo los valores de la literatura áurea española, especialmente del teatro y contraponiendo un sano orgullo por la propia cultura frente al complejo de inferioridad ante el teatro clásico francés que había caracterizado al anterior neoclasicismo español—.

Precisamente estos artículos literarios en El Censor vinieron a marcar el estilo de los jóvenes románticos españoles, guiando sus gustos hacia el pasado tradicional de la propia literatura.

El Censor entró en polémica con El Espectador y con el comunero El Eco de Padilla de José Joaquín de Mora. La época más brillante y la más libre de Lista como periodista es la que desempeñó en el trienio liberal escribiendo en El Censor, desde el 5 de agosto de 1820 al 13 de julio de 1822. Este periódico se editó en la imprenta del afrancesado León Amarita, y contó con la colaboración de Sebastián Miñano, que junto a Lista y Reinoso compuso un poderoso trío baluarte de los afrancesados españoles. Los artículos más brillantes son los de Lista, y abarcan tanto temas políticos —divulgando los principios básicos del liberalismo para hacerlos accesibles al gran público pero expuestos con la altura intelectual que caracteriza a nuestro autor—, como literarios. En este último aspecto son de un enorme interés porque se trata de revalorizar a los clásicos áureos españoles, con análisis interesantísimos del teatro del XVII. Todos estos análisis fueron continuados luego, con más brillantez si cabe, en las sucesivas ediciones de las Lecciones de literatura española (1836 y 1853) y en los tardíos pero inferiores Ensayos literarios y críticos (1844).

Hay en El Censor una temprana y negativa referencia al romanticismo —que califica de “secta de literatos alemanes”— , que le influyó a su pesar y que fue paralelo de su pensamiento de neoclasicismo tardío. Lista mantuvo más tarde una actitud muy abierta respecto a las reglas, y aceptó solamente lo que llamó la unidad de interés, frente al encorsetamiento luzaniano. Aquí manifiesta, sin embargo, su fervor por Moratín hijo.

Ya durante la ominosa década, Lista dirigió la Gaceta de Bayona, subvencionada por el ala moderada del gobierno español, por Ballesteros, y quizás creada para mejorar en Europa la imagen política —evidentemente maltrecha— del rey Fernando VII. Pero también hay quien piensa que fue una concesión del Rey a los liberales no emigrados, prohibida además en Madrid como peligrosa para el orden establecido.

Cuando en 1830 jóvenes románticos de Bayona forzaron a Lista a difundir un extracto de los diarios liberales franceses respecto a los sucesos políticos de la revolución de julio en París, fue prohibida bruscamente por el gobierno español. Este periódico se publicó desde octubre de 1828 a agosto de 1830 y defendía sin tapujos ideales reaccionarios. Se defiende el bienestar económico como único fundamento de la felicidad del pueblo, y también la moral y la religión, como queda de manifiesto en el prospecto que redactó Lista. Naturalmente es un periódico fervorosamente monárquico. Lista ya no es afrancesado desde el punto de vista ideológico —como puede observarse por estos artículos—, pero sí pervive el espíritu de cuerpo con sus compañeros de armas.

La Estafeta de San Sebastián prolongó la labor del anterior periódico, desde el 1 de noviembre de 1830 al 11 de julio de 1831. Posee un carácter marcadamente nacionalista que trata de impedir la intervención extranjera en la política del país, que se muestra aquejado de aislamiento exterior. Es un órgano oficioso del gobierno. Lista se ha tornado más conservador, y el epistolario de estas fechas lo corrobora. Busca la unidad de los españoles y desconfía de las facciones o partidos políticos que pretendidamente les dividen.

La Estrella se publicó desde el 22 de octubre de 1833 al 26 de febrero de 1834. Continúa la tendencia de los dos anteriores, pero con un marcado interés por el tema sucesorio, para impedir que se alterara el orden. En España se alzaron voces contra ella: los liberales del Boletín del Comercio y los moderados de La Abeja, mostrando el estigma de afrancesado que persiste sobre Lista.

Desde 1838 a 1843 se pueden hallar sus artículos en El Tiempo de Cádiz, que luego engrosó la colección de los Ensayos literarios y críticos (1844), editados por José Joaquín de Mora, que lamentablemente son lo único que actualmente citan los eruditos de nuestro autor. Frente a estos textos más integristas son de mucho más valor sus Artículos críticos (vol. I; Palma de Mallorca, 1840) sus Lecciones de Literatura Española explicadas en el Ateneo científico, literario y artístico (Madrid, 1836) y mucho más que ningunas las completas y sorprendentes Lecciones de literatura española editadas póstumamente en Madrid, 1853, que son un monumento de sabiduría y renovador buen gusto literario de gran penetración ideológica y filológica.

Debe decirse que la poesía y el ensayo de Lista están lamentablemente sin reeditar, pese a su valor literario.

Como poeta (Poesías, Madrid, 1822), posee un marcado carácter retórico, pero es de interés para conocer los patrones y modelos de la poesía de la época.

Como ensayista —tanto en su obra periodística como filológica— es de una importancia enorme, y gran parte de la crítica posterior ha ido asimilando todas sus concepciones generalmente sin citarlo.

Lista influyó sobre Agustín Durán y su Talía española o Colección de dramas del antiguo teatro español (1834), e incluso sobre su famoso Discurso sobre el influjo que ha tenido la crítica moderna en la decadencia del teatro antiguo español (1828), entre otros muchos ejemplos a citar.

Publicó sus Poesías en Madrid, por León Amarita, en 1822. Una segunda edición muy ampliada en dos volúmenes apareció en Madrid, Imprenta Nacional, 1837. Siempre que se aprecie el verso dotado de cualidades retóricas, la poesía de Lista está esperando quien la estudie y la descubra, y es interesante elemento representativo de las concepciones líricas de la época, paralelas a la evolución del primer romanticismo literario español. Cossío publicó en 1927 una colección de poesías inéditas de Lista, a las que se unen las aportadas en El alba del romanticismo español (Martínez Torrón, 1993). Escribe a propósito de la tremenda represión fernandina que acaba con el trienio liberal, el poema El emigrado de 1823, contra el fanatismo y la intolerancia, y que fue quizás su última aportación al liberalismo ideológico.

Es de resaltar la labor de Lista como historiador, patente por ejemplo en su Memoria sobre el carácter del feudalismo en España, donde defiende la no existencia en nuestro país propiamente de este hecho. Pero además publica una nueva edición de la Historia de Mariana —tan leída por los románticos, por ejemplo por Larra— y su continuador Miñana, de la que escribe el tomo IX bajo el título de Narración de los sucesos principales de la Historia de España desde el 1600 hasta 1808, publicada anónimamente en Madrid en 1828, y que le ha sido atribuida de manera fehaciente por sus discípulos, como Ochoa y Fernández Espino. Fue la primera Historia de España moderna completa.

Desde 1830 a 1838 publica los veinte volúmenes de la Historia universal del conde de Ségur, traducida al español por Don Alberto Lista, con correcciones, notas y adiciones; Lista continuó esta obra en la edición española, de modo extenso y pormenorizado. En estos textos Lista defiende una consideración idealizada y romántica del cristianismo, defendiendo su labor modernizadora y liberadora —y evitando los aspectos coercitivos de los que abominaba—. Resalta los principios filantrópicos de la moral cristiana, frente a la protestante luterana que estima como una revolución política que busca destruir el poder temporal del clero. Pero al mismo tiempo, manifiesta su preocupación por la ausencia de principios religiosos en el pensamiento democrático y revolucionario que considera, como anarquía, el máximo enemigo. Aunque si bien es contrario a la revolución materialista del XVIII, también lo es al servilismo fanático de los intolerantes.

En Ségur encontró un medio de difundir sus propias ideas acerca de los fundamentos cristianos de la cultura. A través de sus colaboraciones en la prensa, Lista expresa muy bien la relación entre ésta, la literatura y el poder político, especialmente durante la ominosa década, que aunque corresponde a la etapa menos agradable de su creación intelectual, significó sin embargo —paradojas del destino— su consagración definitiva como escritor, en un panorama de escaso valor cultural, marcado por la anacrónica represión fernandina.

En realidad Lista, sumido en la vorágine de los tiempos en cambio que aportó la profunda revolución romántica, trata por todos los medios de aferrarse al equilibrio y al orden, y muestra su pánico constante a la idea de revolución por temor a los desastres que parecen haber producido en el exterior.

Lista ejemplifica igualmente la evolución del neoclasicismo tardío —el neoclasicismo, como teoría literaria, pervive hasta la mitad del XIX en España, debido a la sólida fundamentación estética de dichas teorías en el país— hacia el romanticismo. Ello puede observarse por ejemplo si se compara la edición de 1836 de las Lecciones de literatura española con la póstuma de 1853, en donde Lista ya se manifiesta a favor de la teoría romántica del genio, por ejemplo.

Su tolerancia le lleva a propugnar valientemente medidas filantrópicas de gracia y amnistía con los disidentes políticos. Por ello es justo insistir en que Lista, ni siquiera en esta época de represión y oscuridad, olvida las distancias que le separan ampliamente del bando servil o ultramontano, tanto en su concepto de política, como de religión. Su obsesión por la moral encubre un tratamiento de tolerancia y filantropía, también en lo religioso —defendió una religión basada en la bondad de los sentimientos humanos y la comprensión divina—, y en el aspecto político se desenvolvió como le fue posible, para evitar quizás la incertidumbre del exilio. Aunque su posterior tratamiento de la religión sea totalmente ortodoxo y obsesivo.

Es el autor más notable de la escuela sevillana de principios del siglo XIX español, en la que figuran personajes tan relevantes como Manuel María Arjona, José María Blanco White, Félix José Reinoso, Roldán, Castro y Núñez. Lista fue poeta, ensayista literario y político —de singular influencia entre los románticos—, filósofo, periodista, historiador, docente, matemático, e incluso dramaturgo.

 

Obras de ~: Poesías, Madrid, León Amarita, 1822; La importancia de nuestra historia literaria, discurso de ingreso en la Real Academia de Historia en 1827; Lecciones de Literatura Española explicadas en el Ateneo científico, literario y artístico, Madrid, 1836; Poesías, Madrid, Imprenta Nacional, 1837; Artículos críticos, vol. I, Palma de Mallorca, 1840; Ensayos literarios y críticos, pról. de J. J. Mora, Sevilla, Calvo-Rubio, 1844; Lecciones de literatura española, Madrid, 1853.

 

Bibl.: J. M. de Cossío, Poesías inéditas de Alberto Lista, Madrid, Voluntad, 1927; El romanticismo a la vista, Madrid, Espasa Calpe, 1942; H. Juretchske, Vida, obra y pensamiento de Alberto Lista, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1951; M. C. Simón Palmer, “El Colegio de San Mateo (1821-1825)”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, t. IV (1968); La enseñanza privada seglar en Madrid, 1820-1868, Madrid, CSIC, 1972; H. Juretschke, Reflexiones en torno al bicentenario de Alberto Lista Conferencia pronunciada en la Fundación Universitaria Española el 28 de abril de 1976, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1977; J. M. Gil González, Las formas populares en la poesía de Alberto Lista, Sevilla, Diputación Provincial, 1987; M. D. C. García Tejera, Conceptos y teorías literarias españolas del siglo XIX: Alberto Lista, Cádiz, Universidad, 1989; J. M. Gil González, Vida y poesía de Alberto Lista. Estudio biográfico y textual (Apuntes para una edición crítica), tesis doctoral, Sevilla, Universidad, 1992 (inéd.); D. Martínez Torrón, Ideología y literatura en Alberto Lista, Sevilla, Alfar, 1993; El alba del romanticismo español. Con inéditos recopilados de Lista, Quintana y Gallego, Sevilla, Alfar, 1993; A. Duque, “Cara y cruz de Alberto Lista”, en Boletín de la Academia Sevillana de Buenas Letras, XXII (1994), págs. 97-111; J. M. Gil González, Vida y personalidad de Alberto Lista, Sevilla, Ayuntamiento, 1994; L. Romero Tobar, “El tema poético de la amistad de Blanco y Lista”, en El Siglo que llaman ilustrado. Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, Madrid, 1996, págs. 755-764; L. F. Díaz Larios y E. Miralles (eds.), “Teorías literarias de Alberto Lista en la ‘Poética’ de Campoamor”, en Del romanticismo al realismo. Actas del I Coloquio (Barcelona 24-26 octubre 1996), Barcelona, Universidad, 1998, págs. 39-49; M. M.ª Martínez Sariego, Horacio en Alberto Lista, Sevilla, Alfar, 2014.

 

Diego Martínez Torrón

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