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Francisco Lameyer Berenguer

Biografía

Lameyer Berenguer, Francisco. El Puerto de Santa María (Cádiz), 13.IX.1825 – Madrid, 3.VI.1877. Ilustrador, grabador, pintor y marino.

Fue el segundo de cuatro hermanos, nacidos todos en El Puerto. De origen germánico, su abuelo Gerardo Lameyer procedía de Bremen, y fue agente consular de Su Majestad Prusiana.

En 1839 se trasladó a Madrid y posteriormente ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, entre los años 1840 y 1843, asistiendo con regularidad a las Salas de Natural, Yeso y Colorido. De su paso por la Academia se conserva un dibujo: Desnudo masculino sentado, a sepia y clarión, firmado por Lameyer y rubricado por su profesor Juan de Ribera, fechado en enero de 1841. En la Academia coincidió con los pintores Luis Madrazo y Manuel Castellanos, entre otros.

También se inició en el estudio de Vicente Castelló.

Las primeras ilustraciones de Lameyer fueron de 1841, cuando contaba quince años, para la obra de Quevedo El gran tacaño, editadas por Castelló. Ese mismo año participó, junto a su amigo Alenza, en la Exposición Nacional, con Un capricho de un suicidio, entre otras obras. De esa misma fecha es su ilustración para la portada del primer tomo de Los españoles pintados por sí mismos.

La obra de Francisco Lameyer en las publicaciones ilustradas de la época, en la capital de España, fue realizada entre los años 1841 y 1848, y ofrece un interesante aspecto de su personalidad y talento artístico.

Las ilustraciones fueron grabadas, casi siempre, en madera, por Castelló, y llegaron a alcanzar una calidad tal que fueron, según el decir de Félix Boix, primer biógrafo de Lameyer: “Superiores por lo general a todas las demás españolas de los mismos años, pudiendo muchas de ellas compararse sin desventaja con las francesas de la época”. En 1844 ilustró la Vida del Lazarillo de Tormes, con casi dos centenares de viñetas, muchas de ellas de prodigiosa factura, en la que Lameyer mostró ya su línea nerviosa y sintética que caracterizó su obra gráfica. Las colaboraciones de Lameyer en El Semanario Pintoresco tuvieron lugar en la segunda época de la revista, es decir, desde enero de 1846 hasta los primeros meses de 1847, en las que aparecen no sólo viñetas suyas, sino también la importante portada del volumen correspondiente al referido año 1846, “que es una de las ilustraciones más completas y artísticas de las que figuran en la colección del Semanario”. Paralelamente al Semanario Pintoresco, los ya citados Castelló y Navarro Villoslada publicaban El Siglo Pintoresco (1845-1847), subtitulado Periódico Universal, y que contó con la interesante portada de Francisco Lameyer, que se repitió en los tres tomos que vieron la luz.

Del año 1846 es la edición de Rinconete y Cortadillo, enteramente ilustrada por Lameyer con una veintena de dibujos, que publicaron el mismo grabador y editor.

Pero, sin duda, la obra fundamental entre las ilustraciones de Francisco Lameyer será la de las Escenas Andaluzas, de Estébanez Calderón, publicadas en 1847, e ilustradas en su totalidad con extrema gracia y soltura, con más de ciento veinticinco dibujos para xilografías, y que resultan unas bellas estampas de un carácter romántico y agudeza de líneas extraordinarios. Las Escenas Andaluzas, ilustradas por Lameyer, constituyen la mejor expresión de lo castizo en el seno la ilustración costumbrista. Y fue en 1848 cuando aparecieron las dos últimas ilustraciones para libros que se conocen de nuestro artista, en la colección De nuestros mejores romances antiguos. Romancero Pintoresco, que, bajo la dirección de Juan Eugenio Hartzenbusch e ilustrada por artistas de la época, fue editada en Madrid por José Ramón Benedicto. La ilustración de libros, que le llevó a Lameyer a trabajar durante ocho años, es una parte, y no la menos importante, de quien, a juicio de Santos Torroella: “Posiblemente sea el mejor ilustrador español de su tiempo”.

Entre 1844 y 1845 se unió sentimentalmente a Isabel Soriano, sobrina del conserje de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Alejandro de la Peña, con la que tuvo dos hijos que fallecieron a corta edad.

Su etapa en la Armada abarca el período de 1843 a 1861. En los apuntes biográficos de Félix Boix se despacha la carrera militar de Francisco Lameyer con unas breves líneas, cuando ésta no fue una simple anécdota en su vida, sino que representó la mitad de su vida adulta, es decir, desde mayo de 1843, cuando el pintor portuense contaba diecisiete años, hasta febrero de 1861, cuando ya superaba los treinta y cinco, y le restaban tan sólo dieciséis de vida. Por otra parte, su estancia en la Marina contribuyó a ensanchar su cultura y le facilitó la realización de sus ideales viajeros, que le llevaron no sólo a Francia, Italia y Marruecos, sino a países orientales, como Filipinas, Palestina, Japón y China. Con anterioridad a su ingreso en la Armada, Francisco Lameyer había prestado sus servicios al Estado desde 1839 en la carrera de Hacienda.

Lameyer ingresó como oficial 2.º del Cuerpo Administrativo de la Armada en 1843, cargo que desempeñó hasta 1848. Durante este período, hacia 1844, consta que restauró gratis una serie de retratos del Museo Naval. Obtuvo la licencia en la Corte para trasladarse al departamento de Cádiz, donde trabajó en la contaduría de dicho departamento. En 1849 se embarcó en el vapor Lepanto, con el cargo de contador, por espacio de un año y medio, tiempo durante el cual viajó por el Mediterráneo. Formó parte de la expedición llevada a cabo por el general Fernández de Córdoba, en ayuda al Sumo Pontífice Pío IX.

Este viaje lo realizó junto a su amigo Serafín Estébanez Calderón, al que dos años antes había ilustrado sus Escenas Andaluzas. De su actividad artística durante el tiempo que estuvo en el vapor Lepanto queda constancia en el Museo Naval, donde se conserva un dibujo a lápiz, firmado, retrato de Pedro Riudavets Tudurí, realizado a bordo del Lepanto, durante su estancia en Nápoles en 1849. En 1850 fue nombrado interventor general de Marina en la Corte. En abril de 1854 fue ascendido a oficial 1.º y destinado como interventor de Marina al Apostadero de Cavite, en Filipinas, singladura que duró tres meses, y que realizó siguiendo la ruta del istmo de Suez por “no haber a la sazón buque mercante que lo transportase por la del Cabo”, y que sinceramente se supone que era una ruta que seducía más a su espíritu aventurero, haciendo escalas en diversos puertos de Oriente hasta llegar a su destino. Durante su estancia en ese Apostadero fue nombrado comisario de Guerra honorario.

Su hermano Federico, más joven que él, perteneció al cuerpo de Infantería de Marina, y a quien en su adolescencia el pintor había hecho un retrato, que aún lo conserva la familia Fraile Lameyer. En Cavite permaneció hasta 1859, pero, previamente, en abril de 1856 se le nombró ordenador del departamento de Filipinas. Durante su estancia en Filipinas contrajo un reuma muscular que, en distintas ocasiones y, especialmente dos meses antes de su regreso a Europa, “lo tuvo en grave riesgo de la vida”, que se agravó en la Corte y que, según los facultativos, se convirtió en una enfermedad crónica. En 1859 se le asignó el departamento de Ferrol, pero se vio obligado a tomar sus baños minerales en Arnedillo (Logroño). A mediados de 1860, y no encontrando mejoría a sus males, volvió a tomar sus baños termales, si bien en esta ocasión los tomaría en Alhama de Aragón. En 1860 se le encargó accidentalmente de la Intervención General de pagos de la Marina. Pero, agravado su estado de salud, decidió al fin solicitar el retiro del cargo, que le fue concedido con fecha de 14 de febrero de 1861.

Por estas fechas vivía con su madre, en la casa n.º 18 de la calle del Arco de Santa María.

Hacia 1850, a juzgar por la fecha que lleva una de las planchas, grabó una colección de veinte dibujos al aguafuerte, que tenían como temática escenas populares, bailes, riñas, etc. En época posterior, en la década de 1860, realizó otra serie de aguafuertes más ligeros de factura y de muy diversa temática: mendigos, jugadores de cartas, así como otras de carácter oriental, de su estancia en Marruecos, y que están inspiradas en asuntos de la vida tangerina. Estos aguafuertes fueron publicados en París.

Lameyer tuvo una especial vocación goyesca. Toda su vida estuvo consagrada al culto de la obra del maestro aragonés. Hasta tal punto le obsesionó, que se ha llegado a decir que es el “representante más riguroso” del linaje de artistas románticos seguidores de Goya. El pintor de El Puerto siguió la inspiración del artista aragonés en el sentido de que buscó la vida pintoresca de lo popular, con un cierto regusto romántico, una inspiración que no encontró en los temas académicos. Su pasión por Goya le llevó a coincidir en la técnica, de factura ciertamente abocetada, y en la parquedad de paleta caliente, pero “nunca trató de imitar al maestro, ni siquiera de ‘fusilar’, en versión más o menos libre, los temas goyescos”. Es conocido que Lameyer gozó de una posición acomodada y que era hombre refinado y sensible, por lo que no puede sospecharse que con sus copias tuviera jamás pretensiones equívocas ni fines venales. Pero eso no quita para que los poseedores de sus obras, aprovechándose de la finura de ejecución de este apasionado seguidor de Goya, pudieran presentarlas en el mercado como salidas de las manos del maestro aragonés.

Los pintores románticos franceses tuvieron su eco español en la obra del pintor portuense Francisco Lameyer, quien plasmó en un lienzo titulado La barca de Caronte, las enseñanzas extraídas de los pintores franceses. El siempre independiente e incansable viajero Lameyer, ofrece la primera visión romántica de Marruecos por un pintor español, desnuda de las frecuentes fantasías orientales. Ya hace años, el crítico Rafael Santos Torroella se sorprendía de “que no se haya hecho mayor hincapié en la versión romántica que Lameyer representa, casi en exclusiva, entre los pintores de su generación: la que tuvo por astro de primera magnitud a Delacroix, de quien puede decirse que el pintor gaditano fue el único fiel seguidor en nuestro país”. Y concluye que, aunque fue un fiel seguidor de Goya, “fue, aparte de sus dibujos, al pulsar la cuerda delacrociana, cuando, por paradójico que pueda parecer, dio la mejor medida de su personalidad”.

Francisco Lameyer bebió de la fuente estética de Delacroix, quien fue, sin duda, el genuino fundador de la pintura moderna. Se podría decir que Delacroix devuelve, a través de Lameyer, el espíritu prestado de lo español, volviendo a sus orígenes, con lo que la pintura romántica francesa tiene de deuda con España.

 

Obras de ~: Saqueo de Moros; Moros; Retrato de caballero desconocido; Moros de Tetuán; Moros corriendo la pólvora; Riña entre gitanos; Danza gitana; Mujeres judías de Tánger; Defensa de Zaragoza; Fakir en una mezquita de Tánger; Escena en el desierto; Retrato del general Capaz; Retrato de su madre; Retrato de su hermano Federico; Corrida en un pueblo; A la puerta de la medina; El patio de Monipodio; Salida de toros; La resurrección de Tábita; La Barca de Caronte; Judía tangerina; La Bar Mitzva; Músico moro; Cabeza de árabe; Gitanos en una venta; Escena de teatro; La disputa; Gitanos; Esclava mauritana; Judía argelina; Las majas al balcón; Retrato de su sobrino José; María Luisa de Parma; El entierro de la sardina; Tribunal de la Inquisición; Manicomio; Niños buscando nidos; Niños jugando a los soldados; Niños jugando a saltar; Niños jugando al balancín; Niños jugando al toro; Niños peleándose; La muerte de Sardanápalo; El esquilador; Interior de Harem; La disputa; Personaje del desierto.

 

Bibl.: F. Rubio y Galí, Mis maestros y mi educación: Memorias de niñez y juventud, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1912; F. Boix, “Francisco Lameyer, pintor, dibujante y grabador (1825-1877). Apuntes biográficos y notas acerca de su obra”, en separata de Raza Española (1919); Catálogo de la Exposición de Dibujos Originales 1750-1860, intr. Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte, Editorial Blass, 1922; S. Lago (José Francés), “Francisco Lameyer”, en La Esfera, n.º 449 (agosto de 1922); E. Lafuente Ferrari, Antecedentes, coincidencias e influencias del arte de Goya: Catálogo ilustrado de la Exposición de 1932, Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte, 1947; G. Pauli, Arte del Clasicismo y Romanticismo, Barcelona, Editorial Labor, 1948; E. Lafuente Ferrari, Breve Historia de la pintura española, Madrid, Tecnos, 1953; J. F. Rafols, El arte romántico en España, Barcelona, Editorial Juventud, 1954; J. A. Gaya Nuño, La pintura española fuera de España (Historia y Catálogo), Madrid, Espasa Calpe, 1958; F. Pompey, “Francisco Lameyer en Marruecos”, en África, n.º 209 (mayo de 1959); J. A. Gaya Nuño, Arte del siglo xix, en Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, vol. XIX, Madrid, Plus Ultra, 1966; R. Santos Torroella, “Alenza, Lucas, Lameyer”, en Goya, n.º 104 (1971); E. Pardo Canalís, “Lameyer en el Museo Lázaro”, en Goya, n.º 110 (1972); A. Solano Ruiz, “Francisco Lameyer, pintor y dibujante”, en VV. AA., Congreso Español de Historia del Arte, Valladolid, 11- 14 de octubre de 1978; P. Capelastegui Pérez-España, El tema marroquí en la pintura española (1860-1926), memoria de licenciatura, Madrid, Universidad Autónoma, 1985 (inéd.); G. Álvarez López, Lameyer, artista gráfico, tesis de licenciatura, Madrid, Universidad Complutense, 1986 (inéd.); F. M. Arniz Sanz, “Un ilustrador del romanticismo español: Francisco Lameyer”, en Pliegos de la Academia (Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, El Puerto de Santa María), n.º 1 (octubre de 1991); M.ª D. Palacios López, “Apuntes sobre Francisco Lameyer”, en Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, n.º 3 (1991); F. M. Arniz Sanz, “Francisco Lameyer, en la estela de Goya”, en Pliegos de la Academia, n.º 2 (enero de 1992); “Francisco Lameyer: un pintor en la armada”, en Pliegos de la Academia, n.º 4 (julio de 1992); “Las litografías taurinas de Francisco Lameyer”, en Pliegos de la Academia, n.º 6 (enero de 1993); “Lameyer y su vecindad con Federico Rubio”, en Pliegos de la Academia, n.º 7 (abril de 1993); “La pintura romántica francesa y su influencia en Lameyer”, en Pliegos de la Academia, n.º 11 (abril de 1994); “Lameyer, grabador”, en Pliegos de la Academia, n.º 13 (octubre de 1994); F. de Madrazo, Epistolario, Madrid, Museo del Prado, 1994, 2 vols.; C. González López y M. Martí Ayxela, Raimundo de Madrazo (1841-1920), Zaragoza, Galería Jalón, 1996; F. J. Martínez, “Un retrato del general Capaz por su sobrino Francisco Lameyer”, en Pliegos de la Academia, n.º 23 (abril de 1997); E. Dizy Caso, Los orientalistas de la escuela española, Paris, ACR Edition, 1997; F. Fernández Pardo, Los seguidores de Goya, Barcelona-Zaragoza, Lerdo Print, 1998; E. Navarrete Martínez, La Academia de Bellas Artes de San Fernando y la pintura en la primera mitad del siglo xix, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999; F. J. Martínez, “Lucas, Lázaro y Lameyer”, en Goya, n.os 289-290 (julio-octubre de 2002); Francisco Lameyer Berenguer, pintor, militar y viajero (1825-1877), tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 2008 (inéd.).

 

Francisco M. Arniz Sanz

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