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Modesto Lafuente y Zamalloa

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Biografía

Lafuente Zamalloa, Modesto. Rabanal de los Caballeros (Palencia), 1.V.1806 – Madrid, 25.X.1866. Máximo exponente de la historiografía nacional española, escritor costumbrista y político liberal católico.

Hijo de un médico, cuya familia se trasladó a Cervera durante los años de la guerra contra Napoleón, y allí, en los agustinos de Cervera, se escolarizó, para continuar luego sus estudios en el seminario de León.

En 1820, con quince años recién cumplidos, recibió órdenes de tonsura. Seguía los pasos de su hermano mayor, Manuel, clérigo, porque, sin duda, para los hijos de un médico con escasos recursos, la carrera eclesiástica era la vía de ascenso cultural y, por tanto, la garantía de una posición social con solvencia económica.

Estaba bajo la jurisdicción de un destacado absolutista, el obispo Roda, que puso a su diócesis contra el sistema constitucional restablecido por Riego. De estos años le quedó a Modesto Lafuente su radical oposición al alto clero por haber luchado abiertamente contra las libertades constitucionales. Al volver el absolutismo, en 1823, el tonsurado Lafuente estaba domiciliado con su familia en Villavicencio de los Caballeros, donde había un hospital en el que trabajaba su padre. El nuevo obispo de León, Abarca, fue igualmente absolutista, lo que obligó a Modesto Lafuente a matricularse en el seminario de Astorga.

De 1828 a 1829 estuvo entre los seminarios de León y Astorga, sin terminar su carrera eclesiástica. La idea de realizar la carrera de Derecho en Santiago reflejó sus dudas para ordenarse sacerdote. Cuando en 1831 F. Torres y Amat, proclive al liberalismo moderado, fue nombrado obispo de Astorga, Modesto Lafuente recibió el puesto de bibliotecario del seminario de Astorga y ocupó la cátedra de Filosofía, sólo siendo tonsurado.

En esta situación se mantuvo hasta que en mayo de 1834, con el ascenso de los liberales al poder, Lafuente, contrario a las partidas absolutistas que, apoyándose en curas y seminaristas, actuaban en León, y contando ya veintiocho años, fue nombrado en 1834 miembro de la Real Junta Eclesiástica para la reforma del clero. Cuando el Decreto de 8 de octubre de 1835 de Mendizábal prohibió a los obispos ordenar nuevos curas y luego recolocó a los monjes como párrocos, fue el momento en el que Lafuente se encontró con la fácil ocasión para dejar la carrera eclesiástica y, en la linde de los treinta años, optar definitivamente por la vida laica. En 1836 le solicitó a su obispo, Torres Amat, que lo recomendara “para cualquier beneficio, dignidad o prebenda con que S. M. tuviese a bien agraciarle”, porque había dado “pruebas inequívocas, tanto en particular como en público, de la más juiciosa y sincera adhesión al Gobierno de S. M. la Reina doña Isabel II, inculcando continuamente a los jóvenes las doctrinas más favorables al gobierno representativo y libertades patrias”.

Fue nombrado secretario de la junta diocesana de León, constituida, como en todas las provincias, por el gobierno de Mendizábal para resolver las cuestiones administrativas derivadas de la supresión de conventos.

De inmediato logró también el puesto de “juez de hecho” en la nueva administración liberal. Al fin, en septiembre de 1837, con el apoyo de los tres diputados por la provincia de León, logró del Ministerio de la Gobernación el puesto de oficial primero del Gobierno Civil. Comenzó entonces su trayectoria de escritor liberal. Se alistó en la Milicia Nacional y desde abril de 1837 comenzó a publicar su periódico Fray Gerundio. Era el fruto de la nueva libertad inaugurada por la Ley de Imprenta, recién aprobada en marzo de 1837, y gracias a ese nuevo espacio público de escritura y de venta de periódicos. Sus sátiras tuvieron un éxito inmediato y se centraron sobre todo contra los gobiernos moderados. El nombre de Modesto Lafuente se identificó con el personaje al que había dado nacimiento, con ese Fray Gerundio que, concebido como “enderezador universal de entuertos políticos”, tomaba su nombre como homenaje al personaje al que había dado vida en el siglo XVIII el padre Isla y cuya obra había sufrido la prohibición de la Inquisición.

Pero también esta vez Fray Gerundio fue causa de sinsabores, porque, al expresarse con independencia, el Gobierno lo declaró cesante en el destino que desempeñaba en el Gobierno Civil de León. Su fama de escritor satírico rebasó las lindes de su provincia.

Le llovieron ofertas de trabajo, en puestos de la Administración y también como escritor. Contó con el apoyo del diputado maragato Santiago Alonso Cordero, que tenía importantes negocios en Madrid, que le ofreció colaborar en la prensa progresista nacional.

Quien, al fin, lo llevó a la capital fue el impresor y editor Francisco de Paula Mellado, dueño del periódico La Estafeta, que lanzó la edición de Fray Gerundio, ya desde Madrid, el 1 de julio de 1838. La popularidad hizo de Modesto Lafuente un auténtico escritor público. Incluso sus rivales políticos tenían que reconocer que era leído por absolutistas y por liberales, porque a todos gustaba que se atacase a los del bando opuesto. Esta obra de Lafuente creó escuela y su estela se manifestó en otras publicaciones, como la de Fray Junípero, en el Madrid de 1841, o luego, en 1855, Fray Supino Claridades. El diputado Prim, molesto por haber recibido el calificativo de “pringue” en Fray Gerundio, lo golpeó a bastonazos en público, una humillación que, sin embargo, no fue juzgada porque las Cortes no autorizaron el suplicatorio para procesar a Prim. En marzo de 1843 Lafuente intentó la carrera política por el distrito de León, pero quedó como suplente.

En mayo de ese año se casó con la hermana de su editor, con María Concepción Mellado, de veinticinco años. Por las capitulaciones matrimoniales se sabe que Modesto Lafuente sumaba una hacienda de casi un millón y medio de reales. Se trataba de una riqueza que no había heredado, sino que se debía al éxito de su pluma. Él mismo se definió en varias ocasiones como “escritor político”, y es que, en la sociedad liberal, eso era una nueva profesión de la que se podía vivir incluso muy holgadamente. En sintonía con su nueva condición social y con los nuevos tiempos de hegemonía política de los moderados, Lafuente continuó la fórmula de fray Gerundio en El Teatro Social del siglo XIX, publicado desde 1845, sin regularidad. En esta nueva entrega le movían sobre todo las pretensiones literarias. Destacó como escritor costumbrista. Pero se trataba de un género con fuerte competencia (Mesonero Romanos, Estébanez Calderón, la “Fernán Caballero”, etc.), por lo que decidió dedicarse a otro trabajo más “grave y serio”, “histórico o científico”, aunque fuese “menos leído”, según él mismo pensaba. Buscaba, sin duda, la respetabilidad social, pero igualmente el prestigio intelectual. Del costumbrismo evolucionó hacia preocupaciones históricas y en este nuevo quehacer es donde realizó su mayor aportación profesional y alcanzó la máxima relevancia social y política. El escritor público se transformó en historiador con rango científico. A partir de mediados de 1846 M. Lafuente se dedicó a investigar en archivos y, desde 1850, comenzó la edición de su Historia de España. El 1.er tomo se hizo referencia cultural de inmediato. Así, tras publicar los primeros diez volúmenes, resultó electo por unanimidad en 1852 para ingresar en la Real Academia de la Historia, acto que realizó el 23 de enero de 1853, relativamente joven, con cuarenta y seis años. A partir de ese momento dejó de ser sólo el autor de Fray Gerundio y se convirtió en el primer historiador de España. En agosto de 1853 el gobierno moderado lo nombró consejero de Instrucción Pública, cargo sin sueldo, es cierto, pero que suponía la entrada directa en la vida política y en los empleos del Estado. Tras la Revolución de 1854 concurrió a las elecciones constituyentes en las filas de la Unión Liberal y obtuvo escaño por León. Su voz se hizo escuchar en las Constituyentes, sobre todo en el debate sobre la catolicidad de la nación española. Trató de armonizar los principios del liberalismo con la fe católica y defendió que España estaba hecha para ser tan liberal como católica, tan libre como unida en la fe, y por eso, “con la unidad religiosa, creció la independencia nacional, y nacieron y crecieron las libertades populares”, según argumentó.

Tras el fin del Bienio Progresista (1854-1856), continuó presentándose por León y obtuvo siempre escaño para el Congreso hasta su muerte, al amparo de la Unión Liberal, liderada por O’Donnell. En 1861 alcanzó el rango de primer vicepresidente del Congreso.

Los nombramientos se sucedieron en estos años. Como diputado, fue vocal de distintos organismos, como la Junta General de Beneficencia, el Consejo de Instrucción Pública, la Junta Consultiva de Ultramar, y además fue nombrado el 14 de julio de 1865 miembro del Consejo de Estado. También fue elegido para la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Pero sobre todo, para la historiografía, importa sobre todo subrayar que fue el director de la Escuela Diplomática y el presidente de la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas, dos empleos de la máxima relevancia para la profesionalización del oficio de historiador desde ahora en adelante. Como primer director y organizador de la Escuela Superior de Diplomática, desde 1856 hasta 1860 hizo de los archiveros el eslabón decisivo para la profesionalización del saber histórico, siempre basado en el rigor documental y en la crítica de las fuentes. Cuando justo finalizaba el volumen dedicado al reinado de Fernando VII, un “catarro pulmonar crónico” le causó la muerte el 25 de octubre de 1866. Dejó tres hijos legítimos como herederos.

En la fecha de 1971, más de un siglo después, fueron trasladados sus restos, con los de su esposa Concepción Mellado, al panteón familiar construido en Mayorga de Campos. Su legado es incuestionable: bajo el influjo de la Historia de España de Modesto Lafuente se escribieron las sucesivas generaciones de manuales de historia que empaparon las conciencias de los españoles hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Esta obra le deparó a Lafuente un lugar definitivo en nuestra cultura; quizá un clásico, que mantiene hoy su fuerza no por su método ni por sus informaciones o análisis, sino como el mejor referente historiográfico de la creación de la historia nacional de España.

 

Obras de ~: Fray Gerundio. Periódico satírico de política y costumbres, León, Imprenta de Don Cándido Paramio, 1837- 1844, 17 vols.; Viaje de Fray Gerundio por Francia, Bélgica, Holanda y Orillas del Rhin, Madrid, Mellado, 1842-1843, 2 vols.; Fray Gerundio. Era Segunda, 1843-1844; Fray Gerundio. Periódico satírico de política y costumbres, 2.ª ed., Madrid, Imprenta de Mellado, 1839-1845, 15 vols.; Teatro Social del siglo xix, por Fray Gerundio, Madrid, 1845-1846; Teatro Social del siglo xix, por Fray Gerundio, Madrid, Tipografía Mellado, 1846, 2 vols.; Revista Europea. Fray Gerundio, Tipografía Mellado, 1848- 1849, 4 vols.; Historia General de España: estudio preliminar, 1.ª ed. 1850 (reed. Pamplona, Urgoiti Editores, 2003); Discursos leídos en las sesiones públicas [...] en la Real Academia de la Historia en la recepción de Don Modesto Lafuente el 23 de enero de 1853, sobre el Califato de Córdoba y contestación de D. Antonio Cavanilles, Madrid, 1853; Historia general de España, t. I, Madrid, Imprenta Francisco de Paula Mellado, 1850 [edición hasta el t. 30 en 1867. Entre tales años se editó una edición económica (1861-1866). Inmediata, en 1869 fue la 2.ª edición. En 1876 la continuaron Juan Valera, Andrés Borrego y Antonio Pirala; así fue editada por la editorial catalana, Montaner y Simón, con renovado éxito, bajo el título de Historia general de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII por don Modesto Lafuente, continuada desde dicha época hasta nuestros días por don Juan Valera, con la colaboración de D. Andrés Borrego y D. Antonio Pirala, Barcelona, Montaner y Simón Editores, 1883].

 

Bibl.: T. Bertrán Soler, Cuchilladas a la capilla de Fray Gerundio, Valencia, 1858; A. Ferrer del Río, “El señor don Modesto Lafuente, su vida y sus escritos”, preámbulo al t. XXX de M. Lafuente, Historia General de España, op. cit., 1867; C. Pérez Bustamante, Primer centenario de la muerte de Don Modesto Lafuente. Discurso leído en la junta solemne conmemorativa del 29 de enero de 1967, Madrid, Editorial Maestre, 1967; J. M. Cuenca Toribio, Apertura e integrismo en la Iglesia española decimonónica, Sevilla, 1970; M. Tobajas López, Vida y obras de don Modesto Lafuente, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, Facultad de Filosofía y Letras, 1974; M. Revuelta González, La exclaustración (1833- 1840), Madrid, BAC, 1976; F. Villacorta Baños, Burguesía y cultura. Los intelectuales españoles en la sociedad liberal, Madrid, Siglo XXI, 1980; M.ª C. Seoane, Historia del periodismo en España. El siglo XIX, Madrid, Alianza, 1983; J. M.ª Jover Zamora, “Caracteres del nacionalismo español”, en Zona Abierta, 31 (abril-junio de 1984); P. Cirujano, T. Elorriaga y J. S. Pérez Garzón, Historiografía y nacionalismo, 1834- 1868, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985; W. J. Callahan, Iglesia, poder y sociedad en España, 1750-1874, Madrid, Nerea, 1989; L. Romero Tobar, Panorama crítico del romanticismo español, Madrid, Castalia, 1994; I. Peiró y G. Pasamar, La Escuela Superior de Diplomática (Los archiveros en la historiografía española contemporánea), Madrid, Anabad, 1996; J. Guillén Tato, “Don Modesto Lafuente académico”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CLIX (1996), págs. 141-147; B. Pellistrandi, “Escribir la historia de la nación española: proyectos y herencia de la historiografía de Modesto Lafuente a Rafael Altamira”, en Investigaciones Históricas. Época Moderna y Contemporánea, 17, 1997, págs. 137-159; J. S. Pérez Garzón, “Los mitos fundacionales y el tiempo de la unidad imaginada del nacionalismo español”, en Historia Social, n.º 40 (2001), págs. 7-27; F. A. Martínez Gallego, Conservar progresando: la Unión Liberal (1856-1868), Valencia, Centro F. Tomás y Valiente, Universidad Nacional de Educación a Distancia-Alzira, 2001; J. S. Pérez Garzón, “Modesto Lafuente, artífice de la Historia de España”, en M. Lafuente Zamalloa, Historia General de España: estudio preliminar, op. cit., 2003.

 

Juan Sisinio Pérez Garzón

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