Ayuda

Julio de Urbina y Ceballos Escalera

Biografía

Urbina y Ceballos-Escalera, Julio. Marqués de Cabriñana del Monte (X). Madrid, 8.I.1860 – 11.IX.1937. Político, deportista.

Hijo del teniente general José Salvador de Urbina y Daoíz y de Julia Ceballos-Escalera y de la Pezuela, pertenecía a una familia aristocrática de dilatada tradición militar, por lo que entró en la Academia de Artillería a los catorce años. Sin embargo, dos años después se vio obligado a dejar el servicio activo de las armas por motivos de salud. Su padre entonces instaló un gimnasio en su casa, en el que Julio Urbina entrenaba diariamente. No sólo se repuso, sino que alcanzó renombre entre los mejores aficionados a la equitación y a la esgrima, además de la gimnasia y como ciclista, y con el tiempo llegaría a ser presidente de la Sociedad Hípica Española y el primer presidente del Comité Olímpico español, puesto del que dimitió en 1906.

Después de dejar la carrera militar, estudió Derecho, que terminó a los veinte años con la nota de sobresaliente. Cuatro años pasó después en el bufete de Francisco Silvela, eminente abogado que sería jefe del Partido Conservador, ministro de Gobernación y de Gracia y Justicia y presidente del Consejo de Ministros, y posteriormente sacó unas oposiciones al Cuerpo de Ferrocarriles, en el que entró como inspector jefe. Para la preparación de estas oposiciones escribió un libro que el Gobierno declaró de texto, dando las gracias mediante una Real Orden a su autor. Mereció igual recompensa por la publicación de la Colección Legislativa de Obras Públicas, de 15 tomos.

Contrajo matrimonio en Madrid el 19 de marzo de 1887 con María de la Concepción Moreno y Hernández de Santa Cruz, nacida en Madrid el 15 de septiembre de 1856, hija del banquero Antonio Moreno y Sánchez de Aragón, Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, natural de Madrid, y de Luisa Hernández de Santa Cruz y Loyo, natural de Cádiz.

En 1894 sucedió a su tío Ignacio María de Argote y Salgado en el título nobiliario de marqués de Cabriñana del Monte, título que había sido concedido por Felipe V el 5 de abril de 1706 a Diego de Argote y Guzmán.

Un año más tarde, siendo jefe de Administración en el Ministerio de Hacienda, llevó a cabo una campaña que entonces fue conocida como Defensa de la moral administrativa del Ayuntamiento de Madrid, para la cual escribió una serie de artículos en prensa en los que acusaba de corrupción a determinadas personas que ocupaban cargos en el Ayuntamiento de Madrid, por haber procedido a recalificar terrenos y demás especulaciones, para la obtención de beneficios particulares, en perjuicio de familias madrileñas de recursos escasos. Poco después de estas acusaciones, sufrió un intento de asesinato. Fernández Bremón relataba en La Ilustración Española y Americana de 22 de noviembre de 1895 que “durante algunos días el Marqués de Cabriñana, Don Julio Urbina, ha denunciado en los periódicos de Madrid muchos abusos que asegura que se han cometido en la administración municipal; y tantos han sido los cargos y alusiones que una parte de los concejales pidió y obtuvo del presidente una reunión secreta para tratar de este grave asunto. Coincidiendo con estos hechos, el martes último, por la noche, al atravesar el marqués por las cercanías del Museo de pinturas, recibió un balazo que, por suerte especial, sólo le atravesó la capa, al que contestó, haciendo huir al agresor con dos disparos de revolver. La simultaneidad de este atentado y las denuncias produjo en Madrid bastante excitación; la sesión del Ayuntamiento, en vez de ser secreta, hubo de ser pública, dominando en ella la convicción de que era preciso a los acusados de abusos o cohechos sincerarse y defenderse”. La campaña y el intento de asesinato fueron también reflejados en multitud de prensa extranjera, como Le journal des debats de 21 de noviembre de 1895, Les temps de 21 de diciembre de 1895, o en La discusión de La Habana de diciembre de 1895. La campaña iniciada por Julio Urbina provocó un hondo debate en la sociedad madrileña y un claro sentimiento de simpatía hacia él. Una muestra de ello fue la creación de diversas suscripciones populares para ayudar a sufragar los gastos judiciales que ocasionaron las denuncias o la multitudinaria manifestación de 9 de diciembre de 1895, en cuya cabeza desfilaron los Jefes de todos los partidos políticos de la oposición, entre ellos Salmerón, Barrio y Mier, Sagasta y Silvela, y que provocó la crisis política que costó la Cartera de Fomento al ex Alcalde de Madrid, Alberto Bosch y Fustegueras y la de Gracia y Justicia a Don Francisco Romero Robledo. Poco tiempo después, caería el gobierno conservador presidido por Antonio Cánovas del Castillo. Pese a todo, las personas con cargos públicos que habían sido acusadas de corrupción iniciaron acciones penales por calumnia y la Audiencia de Madrid le condenó a dos meses de arresto, aunque después le sería concedido un indulto. Gerald Brenan se hace eco de la figura y la campaña de Julio Urbina en su libro El laberinto español y dice: “No solamente abundaban las defraudaciones, más o menos legalizadas en los municipios, sino que se consideraba como traición el denunciarlas. Así sucedió cuando un hombre honesto y desinteresado, el Marqués de Cabriñana, denunció los notorios escándalos del Ayuntamiento de Madrid; no sólo fue condenado por difamación, sino que la totalidad de las familias aristocráticas, algunas de las cuales participaban en tales fraudes, rompieron con él toda relación personal”.

Nada le amedrentaba para continuar su labor política, y fue elegido diputado a Cortes por Madrid, como independiente, en marzo de 1898. La situación ocasionada por la pérdida de los últimos territorios de Ultramar marcó la política de esos años entre los distintos organismos e instituciones. Precisamente la fama de independiente que precedía al marqués de Cabriñana motivó su nombramiento a principios de mayo de 1900 como director general de Correos y Telégrafos, aunque dimitió al cabo de veintidós días, siendo uno de los cinco directores que se sucedieron en el cargo en ese año, si bien durante los días que estuvo en el cargo se aprobó la “Escala Auxiliar de Ultramar” para dar cabida a los telegrafistas que volvían de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Ese primer año del siglo publicó la obra por la que a la postre sería más conocido Cabriñana, cual es Lances entre Caballeros, proyecto de bases para la redacción de un Código del Honor en España. Esta obra se convirtió en la Biblia de los lances de honor, un catecismo de caballerosidad que guió la celebración de numerosos duelos, tema en el que el marqués de Cabriñana era considerado la máxima autoridad a la que acudir para decidir cualquier aspecto a la hora de concertar un desafío. De hecho participó en multitud de ellos, lo que le ocasionó más de un problema, pues desde los tiempos de los Reyes Católicos estuvieron prohibidos y perseguidos en España y fueron proscritos por la Iglesia. Sin embargo, los propios legisladores que redactaban y aprobaban leyes contra el duelo eran los primeros en batirse. Tradición que parece que siguió Cabriñana, que desde 1911 formaba parte del Ministerio Fiscal en el Tribunal de Cuentas del Reino y a partir de 1915 fue sucesivamente nombrado magistrado de sala de dicho tribunal hasta que el 19 de septiembre de 1925 llegó a presidente-interventor general de la Administración Económica del Estado del Tribunal Supremo de Hacienda Pública e Intervención General, permaneciendo en dicho cargo todo el directorio civil de Primo de Rivera. Dimitiría el 26 de febrero de 1930, después de que Alfonso XIII hubiera nombrado jefe del Gobierno al general Berenguer. Durante la República permaneció ajeno a la política, pero el prestigio que había alcanzado permitió que, ya enfermo, con el estallido de la Guerra Civil, un destacamento anarquista que llegó a su piso en la calle Goya de Madrid con otros fines, enterados de quién la habitaba, colocaran a una pareja de milicianos anarquistas delante de la misma para vigilar que nada le ocurriera a él ni a su familia, por ser amigo del pueblo. Allí falleció el 11 de septiembre de 1937, casi un año después de que lo hiciera su mujer, María Moreno y Hernández Santa Cruz. Dejó dos hijas, María Luisa y Josefina, y una nieta, María Jesús Urbina y Londaiz, que le sucedió en el título, ya que era hija del hijo varón, José, que le había premuerto. Otro hijo, Julio, falleció en la infancia.

 

Obras de ~: con T. Martínez y E. Arnau, Disposiciones sobre Obras públicas dictadas entre 1883-1899, Madrid-Jaén, Est. Tipográfico de Manuel Minuesa de los Ríos-Est. Tipográfico de D. José Rancés, 1884-1900; con A. Caltañazor, Elementos de aritmética, gramática, contabilidad, derecho mercantil, ferrocarriles y telégrafos: con arreglo al programa de exámenes de ingreso en el cuerpo administrativo de ferrocarriles, Madrid, Est. Tipográfico de Manuel Minuesa de los Ríos, 1889; Lances entre caballeros: reseña histórica del duelo y un proyecto de bases para la redacción de un código del honor en España, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1900; con J. Ibáñez Marín, El general Martínez Campos y su monumento, Madrid, Tipográfica El Trabajo, 1906; Para reivindicarme ante S. M. el Rey y ante los caballeros de Calatrava, Santiago, Alcántara y Montesa, s. f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del congreso de los diputados; Archivo del Tribunal de Cuentas; Archivo del Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones.

J. Fernández Bremón, “Crónica general”, y G. Reparáz, “Retrato de don Julio Urbina, Marqués de Cabriñana”, en La Ilustración Española y Americana (Madrid), n.º 43 (22 de noviembre de 1895), págs. 290-291; [Portada], en El Imparcial, diario liberal (Madrid), 26 de noviembre de1895; “Primera Plana”, en La Verdad (Madrid), 12 de enero de 1897; “Excmo. Sr. Marqués de Cabriñana. Director General de Comunicaciones”, en Electrón. Revista de comunicaciones (Madrid), n.º 103 (10 de mayo de 1900), págs. 993-1002; “Los Juegos Olímpicos en Atenas”, en El Mundo Deportivo (Madrid), n.º 1 (1 de febrero de 1906); S. Díaz de Herrera y de León, Una familia de héroes. Resumen de los documentos entregados por el Marqués de Cabriñana al teniente coronel de inválidos D. Segundo Díaz de Herrera y de León para la redacción de su obra Los Laureados, Madrid, Imprenta de Antonio G. Izquierdo, 1920, págs. 74-112; “Artículo conmemorativo de la manifestación en Madrid el 9 de diciembre de 1895”, en El Liberal (Madrid), 31 de mayo de 1929; G. Brenan, El Laberinto Español, Barcelona, Ruedo Ibérico, 1977, pág. 33; R. Abella, Lances de honor, Barcelona, Planeta, 1995; L. Español Bouché y J. M. Lancho Rodríguez, “El duelo: la relevancia ideológica en la realización del derecho”, en Revista Jurídica del Notariado (Madrid), n.º 48 (octubre-diciembre de 2003), págs. 59-79; S. Olivé Roig, Historias de telégrafos, Madrid, Asociación de Amigos del Telégrafo de España, 2006, pág. 119.

 

Elena Silvela Maestre

Relación con otros personajes del DBE

Personajes citados en esta biografía

Personajes similares