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Fernando de Aragón

Biografía

Aragón, Fernando de. Duque de Calabria. Andria (Italia), 17.XII.1488 sup. – Valencia, 26.X.1550. Virrey de Valencia.

Hijo primogénito de Frabrique (o Federico) y de Isabel del Balzo —los últimos reyes de la dinastía aragonesa en Nápoles—, nació en Andria (Apulia) en 1488. En Italia, como futuro heredero del trono napolitano, recibió una esmerada educación supervisada por el humanista Crisóstomo Colonna, su tutor desde 1495. En el refinado ambiente de la corte de Nápoles se le inculcó un amor por la cultura y por los libros que le acompañaría siempre. “Lo Balzino”, un poema en honor de su madre, da cuenta de la competencia en lengua latina que alcanzó el duque siendo aún muy joven. Su destino político se vio frustrado con la invasión franco-española del reino en 1501, como resultado del Tratado de Granada. Mientras que el padre abandonaba Nápoles, el duque de Calabria se hizo fuerte en Tarento, hasta que se rindió en 1502. Probablemente engañado por el Gran Capitán, fue hecho prisionero y conducido a España, adonde llegó en noviembre de ese año. Comenzó, así, la segunda gran etapa de su vida. La ausencia de Nápoles del duque de Calabria fue lamentada por escritores italianos, como Jacopo Sannazaro (en su égloga Proteus) y por Antonio de Ferraris (el Galateo), cuyo De educatione (1505) se plantea como una reflexión sobre el tipo de instrucción que debería recibir el duque, aunque termina convirtiéndose en una diatriba antiespañola.

En la Península Ibérica, Fernando el Católico, en un principio, lo trató con deferencia, nombrándole lugarteniente de Cataluña, Mallorca, el Rosellón y la Cerdaña, cargo que desempeñó durante un año.

Después, formó parte del séquito del rey de Aragón, pero, éste, al tener conocimiento de las negociaciones del duque con Francia con vistas a recuperar el trono de Nápoles, lo mandó encarcelar en 1512, primero en Atienza y, más tarde, en el castillo de Játiva, donde estuvo recluido como prisionero de estado por espacio de unos diez años. Para hacerle más llevadera esta reclusión, Gonzalo Fernández de Oviedo —que ya había estado al servicio del rey Federico en Nápoles y, después, en el séquito del duque, desde su llegada a España— le dedicó a este último un libro de caballerías titulado Claribalte. El comportamiento del duque durante la revuelta de las Germanías —se negó en rotundo a apoyar a los sublevados— facilitó su liberación. De hecho, a partir de entonces (1522), Fernando de Aragón ocupó un puesto destacado en la corte del emperador, cuya boda apadrinó en Sevilla.

Selló la amistad entre los dos parientes el matrimonio del duque con Germana de Foix, a la sazón viuda de el Católico, y el nombramiento de ambos como virreyes de Valencia (1526). Esta nueva y privilegiada posición política y social permitió al duque y a su esposa desarrollar una notable labor cultural en su corte, por la que fueron recordados. En este sentido, destacan sobre todo la importancia de su capilla musical y las fastuosas fiestas y espectáculos teatrales por ellos promovidos, de lo que dejó constancia literaria Luis Milán en su Cortesano (1561). Por otro lado, Fernando de Aragón fue un consumado bibliófilo y reunió una de las bibliotecas más importantes de su época, enriquecida por las aportaciones familiares que le llegaban desde Italia. Especialmente desde que fue liberado, mantuvo contacto con sus hermanos y con su madre, que vivían exiliados en Ferrara. En 1527, Isabel del Balzo le envió a Valencia unos trescientos volúmenes de la biblioteca napolitana.

Después de la muerte de su madre (1533), acogió en su palacio a sus hermanas, las infantas Isabel y Julia, que trasladaron desde Ferrara lo que quedaba de la real colección de libros, y, de alguna forma, también contribuyeron a la brillante vida cultural de la corte valenciana. Entre sus medidas políticas, sobresalen sus esfuerzos de pacificación de los moriscos en el reino de Valencia.

Pocos años después de enviudar, el duque contrajo segundas nupcias. El 13 de enero de 1541, se casó con Mencía de Mendoza, viuda de Enrique de Nassau, un enlace en el que Fernando no tenía mayor interés y al que terminó accediendo por insistencia del propio Carlos V. A pesar de los intereses culturales compartidos (Mencía fue una de las mujeres más cultivadas de su tiempo), los dos esposos mantuvieron siempre profundas desavenencias. Fernando de Aragón murió en 1550, sin descendencia de ninguna de sus dos esposas, aunque sí varios hijos naturales. Sus funerales tuvieron una gran solemnidad y su fallecimiento fue hondamente sentido en Valencia: “no deseo vivir, si no para hartarme de llorar la pérdida y falta que hace en el reino el buen duque de Calabria”, se escribió en una crónica de la época. Fue enterrado en el monasterio jerónimo de San Miguel de los Reyes, fundado por él y por Germana de Foix, cenobio heredero universal de sus bienes, y adonde fue a parar su nutrida colección de libros. Gran parte de esos valiosos códices se conserva hoy en la biblioteca de la Universidad de Valencia.

 

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Santiago López-Ríos Moreno