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José Mamerto Gómez y Hermosilla

Biografía

Gómez y Hermosilla, José Mamerto. Madrid, 2.V.1771 – 31.III.1837. Helenista (traductor de Homero) y preceptista literario.

De sólida formación humanista, Gómez Hermosilla, a pesar de no ser autor de obra literaria propia, es el artífice de dos obras de gran ascendencia en el marco del XIX literario español. En este sentido, tanto su traducción de la Ilíada homérica —en endecasílabo heroico— como su poética titulada Arte de hablar en prosa y verso definen nítidamente las posibilidades y los límites de la estética neoclásica.

Nacido en el seno de una familia acomodada (sus padres, Vicente y Josefa de Hermosilla, pertenecían a la nobleza), cursó estudios en las disciplinas de Latín y Retórica en el colegio de los escolapios de Getafe hasta 1782. Tras formarse también en Filosofía y Teología en la Academia de Teología de Santo Tomás (1783-1790), ocupó los cargos de profesor, vicesecretario, decano y fiscal en la mencionada institución, así como los de secretario y fiscal en las academias prácticas de Teología Moral y Sagradas Escrituras (1786- 1792). En el último tramo de su formación decidió adquirir conocimientos en Matemáticas y en Lengua Griega en los Reales Estudios de San Isidro, donde entre los años 1796 y 1800 pasó a hacerse cargo de la cátedra de Griego, sustituyendo en ella a quien fuera su profesor de Griego, Casimiro Flórez Canseco, traductor de Luciano. En 1802 tomó posesión de la cátedra de Retórica en esa misma institución.

Durante la ocupación napoleónica, Hermosilla tomó partido por la causa gala, lo que le llevó, en primera instancia, a ostentar una serie de cargos relevantes dentro de la Administración y, en consecuencia, a tener que exiliarse a Francia una vez finalizada la ocupación. De este modo, entre los años 1813 y 1820 habitó en Montpellier y en París, donde se ganó la vida con la enseñanza de la Retórica y de la Lengua Griega y donde anticipó, con su Compendio de Bellas Letras, la preceptiva literaria que cristalizaría en su futuro Arte de hablar.

De vuelta a España, ya durante el Trienio Constitucional, Hermosilla fundó junto a Alberto Lista y Sebastián de Miñano el periódico El Censor, desde el que dio salida a una gran cantidad de artículos donde proclamaba sus ideas afrancesadas. Una vez restablecido el absolutismo, Hermosilla logró ir escalando posiciones académicas y políticas, y con su libro El Jacobinismo, en el que mostró una inquebrantable adhesión a Fernando VII, obtuvo el favor de la Corte, lo que le llevaría hasta la secretaría de la Comisión de Estudios y a la de Inspección General de Instrucción Pública, cargos que desempeñó entre los años 1825 y 1835. Desde el año 1836, figuraba como secretario del Rey.

Es durante este intervalo cuando Hermosilla publicó sus dos obras de mayor repercusión. En primer lugar el celebérrimo y controvertido Arte de hablar en prosa y verso, texto que durante años ostentaría la condición de obligatorio y único para las cátedras de Humanidades. Transido como está de unas perspectivas de la máxima rigidez y formalismos neoclásicos —a saber, el sometimiento de las obras de carácter literario a unas reglas y principios invariables y de carácter lógico— el Arte de hablar recibió la crítica furibunda de la escuela salmantina, seguidores, a la sazón, de los vientos románticos que respiraba el Compendio de las lecciones sobre la retórica y bellas letras de Hugo Blair, encontronazo que no puede dejar de ser mirado como un desplazamiento al terreno de las letras del enconado enfrentamiento entre liberales y afrancesados. Como el título de la obra indica, su objeto era el de hacer acopio de un conjunto de normas —de un lado, las “reglas comunes a todas las composiciones”, de otro, las “reglas peculiares de cada uno de los géneros”— que sirvieran a los autores tanto de prosa como de verso para componer sus escritos, propósito, cabe decir, que denuncia el talante didáctico e ilustrado con que Hermosilla abordaba su labor. El método del que se valía para ello era el de presentar numerosos ejemplos tanto de autores que procedían conforme a las reglas como de autores que las transgredían y que, en consecuencia, no se habían de imitar. Su crítica —atrabiliaria, en palabras de Menéndez Pelayo— iba dirigida fundamentalmente contra las manifestaciones poéticas de ascendencia popular —revalorizada desde la “trinchera” romántica pero tildada por Hermosilla de “jácaras” y “poesía tabernaria”— y contra los autores que se nutrían de ella en sus romances, a los que tachaba de “canijos” y “copleros”.

Cinco años después de la publicación del Arte de hablar, en 1831, Hermosilla sacó a la luz la traducción de la Ilíada, que dominó el siglo xix, haciendo caer en el olvido la debida a García Malo, de 1788. Se trata de lo que el preceptista dio en llamar el “trabajo de toda su vida” y que representa —como si de un original se tratara— todos los valores neoclásicos de los que él mismo había sido su portavoz más señero. Sus presupuestos traductológicos los expone largamente en la nota preliminar que antepone a su traslado —nota que, asimismo, le convierte de forma automática en uno de los principales teóricos de la traducción en el xix español— y se cifran en los siguientes términos: expresarse en “la manera con que debería decir aquello mismo un poeta que escribiese en la lengua del traductor”. A través de tiradas de endecasílabos libres, el traductor va exponiendo los “pensamientos” del autor “en el orden en que ellos deben sucederse” y sin alterar la lengua de quien traslada, atendiendo en cierta medida a los requerimientos del verso. Sin embargo, la propia índole del texto homérico —repetición constante de fórmulas y epítetos, a la cabeza— es refractaria a muchas de las normas que Hermosilla había establecido en el Arte de hablar, por lo que el traductor prescinde muchas veces de los rasgos idiosincrásicos de la composición original. Con todo, la traducción de Hermosilla recibió el alto elogio de un hombre de letras como Juan Valera, para quien superaba a las célebres versiones de Pope y de Monti.

Secretario de la Academia Grecolatina Matritense e individuo de diversas sociedades económicas, como las de Granada y Baeza, Hermosilla, reconocido filólogo helenista, traductor de Homero y teórico de la traducción, preceptista, crítico y polemista literario, murió de un ataque apopléjico en el mes de marzo de 1837.

 

Obras de ~: Compendio de Bellas Letras, Montpellier, 1818 (inéd.); El Jacobinismo, Madrid, León Amarita, 1823; Arte de hablar en prosa y verso, Madrid, Imprenta Real, 1826; Homero, La Ilíada de Homero, traducida del griego al castellano por don ~¸ Madrid, Imprenta Real, 1831 (Madrid, Turner, 1987); Principios de gramática general, Madrid, Imprenta Real, 1935; Juicio crítico de los principales poetas españoles de la última era, París, Imprenta de H. Fournier y Cía., 1840.

 

Bibl.: E. de Ochoa, Apuntes para una biblioteca de escritores españoles contemporáneos, París, Baudry, 1840; M. Menéndez Pelayo, Hermosilla y su Ilíada: apuntes bibliográficos, Madrid, Imprenta Central, 1878; S. Sardón Navarro, “Preceptiva neoclásica: El Arte de hablar en prosa y verso (1826) de Josef Gómez Hermosilla”, en I. Paraíso (coord.), Retóricas y poéticas españolas (siglos xvi-xix), Valladolid, Universidad, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2000; Ó. Martínez García, Las traducciones de Homero al castellano (siglos xix y xx) y las nuevas teorías traductológicas, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 2004 (inéd.).

 

Óscar Martínez García

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