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Gómez Dávila y Dávila de Ribera Fajardo

Biografía

Dávila y Dávila de Ribera Fajardo, Gómez. Marqués de Velada (I). ?, 1483 – 9.XI.1561. Militar, noble.

El futuro primer marqués de la villa de Velada, Gómez Dávila y Dávila, nació a finales del siglo xv. Era hijo de Sancho Sánchez Dávila —VI señor de San Román y de Villanueva de Gómez, Guadamora y la Ventosa— y de Catalina Dávila, IX señora de Velada.

Se desposó en 1506 con Teresa Carrillo de Mendoza, nacida en 1488, hija de Íñigo López Carrillo de Mendoza —señor de Meilogo y Costa de Valls, capitán general y virrey de Cerdeña— y de Margarita Manuel de Villena, dama de la reina Isabel la Católica.

Durante su infancia sirvió como menino de Fernando el Católico.

Bien poco es lo que se conoce de la vida de Gómez Dávila y Dávila, a pesar de que tanto el cronista fray Luis de Ariz como el célebre genealogista Esteban de Garibay y Zamalloa se detienen, siquiera brevemente, para mencionarlo en sus respectivas obras, Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila y Obras no impresas.

Vinculado por su linaje a una de las regidurías de Ávila, estuvo presente en los momentos más destacados de la historia de su ciudad natal, y fue durante las Comunidades cuando su nombre alcanzó significada notoriedad, tanto por el protagonismo alcanzado como por las consecuencias de su participación personal.

Descendiente de uno de los principales linajes de la ciudad del Adaja, los Dávila, el señor de Velada y San Román, merced a una carrera militar más que notable, aun a pesar de que continúa siendo una incógnita, consiguió situar a su casa en un lugar preeminente entre las tituladas de la mediana nobleza castellana. Su matrimonio con Teresa Carrillo de Mendoza, sobrina nieta del poderoso obispo de Ávila, Alonso Carrillo de Albornoz, dejó una abundante descendencia que, inteligentemente manipulada por ambos cónyuges, permitió estrechar sus lazos familiares con las otras ramas del linaje de los Dávila y ampliar su influencia social a través de alianzas con otras casas de Castilla.

El más destacado de los enlaces matrimoniales fue el negociado para el malogrado primogénito, Sancho Dávila, que casó —en torno a 1538— con Juana Enríquez de Toledo, hija del III conde de Alba de Liste, Diego Enríquez de Guzmán, y de Leonor Álvarez de Toledo y Zúñiga, de la casa de Alba. Juana Enríquez era además hermana de María Enríquez de Toledo —esposa de Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba— y de Teresa Enríquez de Toledo, condesa de Osorno.

Gómez Dávila y Teresa Enríquez tuvieron más hijos cuyo destino fue tan desigual como trágico. Íñigo de Mendoza, que fue bautizado con el nombre de su abuelo materno, falleció antes de casarse. Alonso Carrillo de Albornoz fue clérigo y párroco de la iglesia de San Bernardino en Velada, entre 1541 y 1559. Isabel de Mendoza se casó con Francisco de Valderrábano y Dávila, caballero principal de la ciudad de Ávila y sobrino de Pedro Dávila, I marqués de Las Navas, en 1546. Catalina Dávila Mendoza contrajo desdichado matrimonio con Francisco Suárez de Toledo y Silva, señor de Galves y Jumela, pues las sospechas de su marido sobre su pureza conyugal condujeron a su muerte violenta. Las demás hermanas, Margarita Manuel, María de Toledo, Teresa Carrillo y Elena de Mendoza profesaron como monjas en el monasterio de Santa Ana extramuros de Ávila, fundación de los Dávila.

La secular fidelidad que había caracterizado la vocación de servicio de la casa de Velada con la Corona —y que había principiado durante el reinado de Alfonso VI y proseguido con generosa reciprocidad desde la concesión por Alfonso X del señorío de Velada a Blasco Ximeno— se quebró durante el primer tercio del siglo xvi. Una errada decisión postró a los Velada en la más humillante marginalidad tras su decidido compromiso de apoyo a la Junta durante las Comunidades. Como regidor de Ávila, Gómez Dávila fue designado procurador de la Junta que tuvo su sede en la ciudad. La posterior derrota de los comuneros en Villalar, el 23 de abril de 1521, fue seguida por un edicto de proscripción para todos los implicados.

Tan sólo unos pocos privilegiados pudieron eludir sus responsabilidades criminales. La determinación demostrada por Gómez Dávila y otros señalados caballeros abulenses al acudir a Navarra para defender el reino de un ataque francés no les libró, sin embargo, de la ira del Emperador. Soslayaron la condena a muerte, pero no la confiscación de sus bienes y el destierro. Gómez Dávila consiguió acogerse a una medida de gracia que le permitió conmutar su condena por una pena pecuniaria, que en su caso ascendió a 7.000 ducados.

Pese al oprobio que significó su defección, los Velada fueron agraciados inexplicablemente con la confianza del Emperador apenas una década después de las Comunidades. Carlos V les encomendó el alojamiento de la Emperatriz y de sus hijos, el príncipe Felipe y la infanta María, durante su estancia en Ávila, en la primavera de 1531. La llegada de la Familia Real contribuyó a restablecer los lazos entre la ciudad y la Corona, maltrechos tras los sucesos de 1520. La ciudad se volcó con sus ilustres visitantes, a los que regaló mediante agasajos y muestras de sumisión y lealtad. Durante esa breve estancia de la Corte en Ávila, fueron los Velada los anfitriones de la Real Familia. El Emperador pretendía ganar la fidelidad de los descontentos; quizá por ello se mostró favorable a la acogida dispensada a su mujer y sus hijos, quienes se alojaron en el palacio de los Velada, situado en el centro de poder de la ciudad, junto al palacio episcopal y la catedral. La estancia de la Familia Real concluyó tras cuatro meses de residencia permanente. El saldo de la visita fue muy positivo para la ciudad y especialmente para los Velada, que recuperaron el crédito perdido. Este gesto restituyó la antigua posición de la casa y facilitó los acuerdos matrimoniales con los Enríquez de Guzmán y los Álvarez de Toledo.

Para demostrar su agradecimiento por la confianza regia, el señor de Velada envió a su hijo a servir al Emperador, de modo que participó en varias jornadas.

De ellas, la más significada fue la de Argel (1541), de tan infausta memoria: desgraciadamente, el primogénito de los Velada encontró la muerte temprano, al fallecer como consecuencia de las heridas que le provocó una mala caída del caballo durante la celebración de un juego de cañas en 1546. Dejó una viuda embarazada y cinco hijos. El nieto mayor, Gómez Dávila y Toledo, se convirtió desde entonces en su heredero y sucesor.

Los servicios de Gómez Dávila, en especial los militares —ya que, según señalan algunas crónicas, estuvo en los Países Bajos sirviendo al Emperador y a Felipe II—, le hicieron acreedor al título de marqués.

Felipe II le otorgó tal privilegio en Bruselas el 30 de octubre de 1557. No pudo disfrutar mucho de su nueva posición, pues falleció cuatro años más tarde.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Costados de Gómez Dávila y Dávila, Ribera y Dávila, primer marqués de Velada en 1557, señor de San Román [...], Colección Salazar y Castro, ms. D-21; Biblioteca Nacional de España, Genealogía de la Casa de Velada, ms. 18544.

E. de Garibay y Zamalloa, Tomo octavo de las Obras no impresas de Estevan de Garivay, Real Academia de la Historia, sign. 9/2.116, lib. LIII; L. de Ariz, Historia de las grandezas de la ciudad de Auila, Alcalá de Henares, Luis Martínez Grande, 1607; A. López de Haro, Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de España, t. II, Madrid, Luis Sánchez, 1622, pág. 468; S. Martínez Hernández, El marqués de Velada y la corte en los reinados de Felipe II y Felipe III. Nobleza cortesana y cultura política en la España del Siglo de Oro, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2004.

 

Santiago Martínez Hernández

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