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Argantonio

Biografía

Argantonio. Tartesos (región suroccidental de la Península Ibérica), c. 670 a. C. – c. 550 a. C. Rey de Tartesos.

El nombre de este rey de Tartesos, que reaparece en alguna inscripción de Lusitania, es celta y se relaciona con la palabra “plata”. Argantonio sería “el hombre de la plata” o “rico en plata”. Es un rey real, no mítico. Los dos autores griegos más antiguos que lo mencionan son Anacreonte, en la segunda mitad del siglo vi a. C., y Heródoto (480-425 a. C.). El primero (Str., III, 2. 14) escribió: “Yo no desearía para mí, ni el cuerno de Amaltea, ni reinar ciento cincuenta años en la dichosa Tartesos”. El poeta festivo atribuye a Argantonio gran felicidad y longevidad.

Heródoto (I, 163) cuenta que llegados los griegos focenses a Tartesos, hicieron amistad con el rey de los tartesios, que dominó el país durante ochenta años y que vivió ciento veinte. Argantonio comenzaría a reinar hacia el año 630 a. C. Todas las citas posteriores arrancan de estos dos textos. Cicerón sigue a Herodoto, al igual que Valerio Máximo, que, al parecer, tomó los datos de Asinio Polión. Cicerón, Valerio Máximo y Plinio el Viejo llaman a Argantonio gaditano, seguramente por poner en Gades la capital del reino. Apiano depende de Anacreonte, a través de Polibio. Plinio el Viejo copia a Heródoto en la duración de ochenta años del reinado de Argantonio. Vivió, según el naturalista latino, ciento cincuenta años.

Añade que comenzó a reinar a los cuarenta. Luciano de Samosata acepta la opinión de Anacreonte. Añade que algunos consideran los años de la vida del monarca tartésico como fabulosa. Argantonio continuó siendo recordado por los escritores de la época imperial.

El poeta Silio Itálico le considera un rey guerrero que vivió trescientos años. Menandro de Laodicea escribe que los focenses llegaron a Tartesos para visitar a Argantonio, partiendo de la narración de Heródoto.

Todavía, en la Tarda Antigüedad se conoció la longevidad de Argantonio, como el famoso retórico de Antioquía, Libanio. La última mención de Argantonio como rey de Tartesos se encuentra en una colección de proverbios de diferentes épocas, reunidos al final de la Antigüedad.

Heródoto (I, 163) recoge alguna referencia a Argantonio en sus relaciones con los griegos focenses, que fueron los primeros que llegaron al Occidente utilizando naves de cincuenta remeros. Argantonio es el símbolo de la riqueza de Occidente, en metales y, más concretamente, en plata. La longevidad y la felicidad del monarca tartésico es un topos clásico en los escritos desde la Antigüedad. Reyes longevos se mencionaban en Roma, entre los tiranos de Sicilia, entre los escitas, los ilirios, los macedonios y otros muchos pueblos. El reino de Argantonio se localizaba en el sur de Hispania.

Era una ciudad con acrópolis, con puerto, con murallas y con emporio o mercado. Inexplorado para los griegos antes del viaje de Colaios de Samos, en torno al 625 a. C., según Heródoto (IV, 152). Colaios volvió a su isla cargado de riqueza. Ofreció un presente valiosísimo al Heraion (el templo de la diosa Hera) de Samos (isla del archipiélago de Las Cícladas, Grecia), que consistía en una crátera argólida (procedente de la Argólida, región de Grecia) y una cantidad de seis talentos. Argantonio animó a los focenses a abandonar Jonia (región en la costa oeste de Anatolia, colonizada por los griegos) y a establecerse en la zona de su reino que prefiriesen. No logró persuadir a los focenses de abandonar su patria. Les dio el dinero necesario para construir una muralla en Focea (actual Gediz, Turquía), como se hizo. Después, los focenses abandonaron la ciudad ante el ataque persa. Se dirigieron a Quíos (isla griega) y después a Córcega.

Heródoto recuerda que, por entonces, año 540 a. C., Argantonio había muerto.

Se pueden conocer las características generales del reino sobre el que gobernó Argantonio. Varias ciudades se encontraban dentro del reino de Tartesos. Esteban de Bizancio menciona varias ciudades tomándolas de Hecateo (560/540-480 a. C.). Estas ciudades son: Calate, no lejos de las Columnas de Heracles; Elibriga; Mainobosa, entre los mastienos; Sixo, también entre los mastienos; Molibdana, igualmente entre los mastienos, y Ligustine. Entre los pueblos del reino, cabe recordar a los iberos, los tartesios propiamente dichos, los gilbicenos, los cinetes, los mastienos, los bastetanos, los gimnetas, los maesesses, los etmaneos, los ileatas y los cempsios.

El espacio del reino donde se documenta la cultura tartésica, se ciñe a la Andalucía occidental, a las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. El límite norte es Sierra Morena. En la zona septentrional de las provincias de Huelva y de Sevilla se localizan los centros de mayor actividad minera y metalúrgica. La zona más rica en minerales es Huelva, con las piritas de Riotinto y de Tarsis, que proporcionan oro, cobre y plata. Las escorias de los yacimientos tartésicos han aparecido en el Cerro Salomón y Quebrantahuesos (Riotinto, Huelva), San Bartolomé (Almonte, Huelva), Tejada la Vieja (Huelva) y Cabezo de San Pedro (Huelva). La base de la riqueza del reino de Tartesos era la plata, desde Aznalcóllar (Sevilla) hacia el oeste, con sesenta yacimientos de piritas. El centro minero más importante era Riotinto, con tres centros mineros y metalúrgicos: Corte del Lago, Quebrantahuesos y Cerro Salomón. Las técnicas metalúrgicas de trituración y de fundición para obtener la plata, parecen proceder del Oriente. Se han descubierto poblados dedicados a la metalurgia de la plata, situados no lejos de las minas, como San Bartolomé.

El proceso metalúrgico comprendía dos fases: la fusión y la copelación. Este proceso metalúrgico era la principal actividad del reino de Tartesos. Estaba perfectamente organizado y canalizado, a través de Huelva y de Cádiz. Centros, como Tejada, fueron primero mineros y en menor medida, metalúrgicos.

Los centros exportadores de la industria minera fueron Huelva y Cádiz, con buenos puertos, que controlaban las vías de acceso a través de los ríos Odiel, Tinto y Guadalquivir hacia las zonas mineras del interior.

En el siglo vii a. C., Huelva alcanzó un importante desarrollo, como resultado de la explotación minera intensa de la plata y del comercio con el exterior. Aparecen, principalmente, en el siglo vi a. C., numerosas escorias de plata por la ciudad, que prueban una intensa actividad metalúrgica que se produce a escala familiar o doméstica, al igual que en el Cerro Salomón o en San Bartolomé. Este desarrollo extraordinario de la metalurgia coincide con las fechas que se deducen de los autores de la vida de Argantonio. El mismo viaje de Colaios de Samos es contemporáneo también, muy probablemente, con los años de reinado de Argantonio. Heródoto menciona a otro griego, Sóstrato de Egina, que obtuvo de su viaje a Occidente más beneficios que cualquier otro griego. Posiblemente, la fecha del viaje es algo posterior a la del viaje de Colaios. Egina, en época arcaica, desarrolló una gran actividad comercial. Se conoce otra exportación de metal a Grecia desde Tartesos en tiempos del reinado de Argantonio. Pausanias cuenta que vio en el santuario de Olimpia, en el siglo ii, un tesoro ofrecido por el tirano de Sición, que lo regaló cuando en la olimpiada treinta y tres venció en la carrera de carros. Los habitantes de Elea creían que el bronce con que se fabricó el tesoro era tartésico.

La olimpiada treinta y tres se fecha en torno al año 600 a. C. Muy probablemente a esta época se refiere el texto de Diodoro Sículo, que afirma que los fenicios llenaron de plata Grecia y Asiria, obteniendo fabulosas riquezas. Huelva aumentó en estos siglos el espacio urbano y la población. Muchas poblaciones se dedicaron a actividades metalúrgicas. Esta época dorada duraría hasta finales del siglo vi a. C., cuando ya Argantonio había muerto unos decenios antes.

Huelva y Gades se fundaron, en la búsqueda de metales de Occidente, a iniciativas fenicias. Algún autor moderno coloca, precisamente Tartesos ciudad, en Cádiz. Ello explicaría satisfactoriamente las fuentes que llaman gaditano a Argantonio. Los trabajos metalúrgicos se atestiguan en los poblados fenicios, como en el Morro de Mezquitilla y Toscanos, ambas localidades de Málaga.

La fase de gran expansión comercial coincide con el siglo vii a. C., en vida aún de Argantonio. Marca el auge de Tartesos, y se dan cambios materiales, económicos, sociales, políticos y religiosos. La expansión por razones comerciales llegó hasta Mogador (Essaouria, Marruecos) en la costa atlántica; hasta el interior por Extremadura; y en la costa portuguesa, por lo menos hasta Lisboa. Penetró en el Guadalquivir y hasta el nacimiento del río Guadalete. Ahora se podría hablar de Tartesos como concepto histórico, cultural, político y socioeconómico.

Tartesos se caracteriza por su dinamismo productivo y comercial en expansión. La cultura material de Tartesos se ha llamado orientalizante, por imitar modelos traídos, primero de los fenicios y después de los griegos, a Tartesos. El urbanismo y las técnicas constructivas demuestran unas grandes transformaciones.

Apareció el urbanismo planificado. Las viviendas y los edificios públicos alcanzaron mayor complejidad que las estructuras indígenas existentes. La sociedad indígena adoptó muchos de estos elementos.

Las cabañas de fabricación vegetal, desde finales del siglo viii a. C., presentan una estructura urbana diferente, con bloques en número variable y habitaciones rectangulares o cuadrangulares; a veces, con dos pisos, con almacenes, con edificios públicos, con fortificaciones y con puertos. Estas transformaciones urbanas necesitaron una mano de obra especializada. Para la fabricación de cerámicas se usó el torno, se pintaron las cerámicas y se introdujeron nuevas formas llegadas del Oriente. Durante todo el siglo vii a. C., se sustituyó la cerámica indígena por las imitaciones fenicias.

La producción cerámica aumentó. Por razones comerciales, en la industria alfarera las ánforas ocuparon un lugar destacado. La calidad de la cerámica indígena decayó. En la época orientalizante o tartésica, la orfebrería se desarrolló mucho, como expresión de prestigio, principalmente la del oro. Desaparecen las piezas macizas de gran peso, que son sustituidas por otras troqueladas, estampadas, granuladas y por la filigrana, técnicas propias de una producción muy especializada.

Un buen ejemplo de esta joyería tartésica de época de Argantonio es el tesoro de La Aliseda (Cáceres), obra fechada en torno al 600 a. C.

La técnica de la soldadura estaba muy perfeccionada.

El trabajo artesanal era muy especializado. Los orfebres y los broncistas debían ser, en principio, los mismos artesanos. En el período orientalizante se separaron. Los talleres se diferenciaron, como lo demuestran los tesoros de La Aliseda (Cáceres) y de El Carambolo (Sevilla). Este último tesoro también coincide con los años del gobierno de Argantonio.

El trabajo del marfil, en la región de Carmona (Sevilla), se generalizó. Las piezas procedían de talleres locales del Bajo Guadalquivir, que trabajaban con técnicas y modelos traídos por los fenicios del Oriente.

Los marfiles eran piezas de prestigio. Los marfiles más antiguos, ciertamente, son obra de artesanos fenicios llegados del Oriente, y son contemporáneos de Argantonio.

Se fechan en torno al 600 a. C.

La explotación y el comercio de metales, la pesca y el comercio de objetos de prestigio, ocasionaron un desarrollo de la navegación por el Atlántico hasta Mogador, por el Mediterráneo, y, en el interior, por el Guadalquivir. Hasta tiempos de Argantonio, aproximadamente, no se puede hablar de un comercio marítimo o fluvial, favorecido a partir del siglo vii a. C. por Gades y por el puerto de Huelva.

Se debió desarrollar una industria naval de construcción y reparación de embarcaciones en los centros de la costa, en manos de marineros y carpinteros profesionales, y de cargadores de las mercancías.

Para el desarrollo del comercio, la navegación fue un factor importante. Se desarrolló mucho durante el siglo vii a. C., al incrementarse la producción minera.

La tecnología empleada en la construcción naval fue traída del Oriente por los fenicios. Los indígenas fueron un factor importante en el desarrollo de esta industria.

La pesca en las ciudades costeras y en los estuarios de los ríos, fue una actividad importante en la dieta alimenticia, como lo demuestran los restos de conchas, moluscos y pescados procedentes de los banquetes funerarios celebrados en las tumbas de la ría de Huelva, coetáneas del gobierno de Argantonio.

Tanto en Huelva, como en el Castillo de Doña Blanca (Cádiz), se consumía una gran diversidad de especies de pescado. La pesca era fundamentalmente litoral. Algunas especies de pesca procedían de la costa marroquí. El marisqueo era otra actividad importante.

La ganadería era fundamentalmente de ovicápridos, de ganado vacuno y porcino. Gran importancia alcanzó la ganadería en las zonas de la costa. En cambio, en el interior, la caza fue importante en la dieta.

Los productos agrícolas más comunes eran el vino, las aceitunas, el trigo, la cebada, las lentejas, los garbanzos y la avena, a juzgar por los análisis.

Argantonio no controló el mediodía peninsular, sino una ciudad importante, que podría ser Cádiz y su territorio, ciudad que se convirtió en núcleo de comercio y de exportación.

Los primeros reyes de Tartesos son míticos. El primer monarca histórico sería Argantonio. Las estelas halladas en territorio tartésico, son expresión de la importancia social del individuo y de su carácter militar.

El personaje va acompañado de sus armas. Estas estelas no son propias del área tartésica, al faltar en Cádiz y en Huelva. Las halladas en el valle del Guadalquivir, provienen de pastores procedentes de Extremadura, instalados en poblados tartésicos. Posiblemente, no debe utilizarse el término de monarquía aplicado a Tartesos, sino sociedades de clanes y de jefaturas, en el sentido de la concentración de poderes, en un sector de la sociedad, que controla el culto a los dioses, a los antepasados y a los espíritus. La jerarquización de la sociedad tartésica queda bien patente en los grandes túmulos, como los de Setefilla (Sevilla). Estos túmulos también son contemporáneos de Argantonio.

Los ajuares depositados en las tumbas indican una gran estratificación social. Posiblemente, gobernarían en el territorio de Tartesos régulos o príncipes. Los autores griegos mencionan reyes, lo que significaría un poder hereditario y jerarquizado.

El templo más famoso de Occidente fue el Heracleion gaditano, fundado a los comienzos de la llegada de los fenicios a Occidente, por los navegantes procedentes de Tiro. Había en la costa una isla consagrada a Heracles, es decir, al Melqart de Tiro, como una situada en las proximidades de Onoba (Huelva).

Un Heracleion existía en Huelva, como lo prueban las figurillas de Melqart aparecidas en Huelva. En La Algaida (Cádiz) existió un santuario del que se conservan las ofrendas. En Cádiz, Huelva y Sevilla han aparecido imágenes de un dios oriental, sirio o fenicio.

Probablemente, son imágenes de Melqart o de una deidad cananea (fenicia). En el área tártésica se han recogido unas figuras y placas de bronce, que representan una deidad femenina identificada con Astarté.

En El Carambolo, una diosa desnuda y sentada lleva una inscripción que menciona a Astarté-Horus.

Una placa de bronce hallada en el Bajo Guadalquivir, representa a la diosa Hathor. Estas imágenes son contemporáneas de Argantonio.

 

Bibl.: J. Caro Baroja, Estudios sobre la España Antigua, Madrid, Cuadernos de la Fundación Pastor, 1971, págs. 79-98; J. M.ª Blázquez, Tartesos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente, Salamanca, Ediciones Universidad, 1978; M. E. Aubet (ed.), Tartessos. Arqueología protohistórica del Bajo Guadalquivir, Sabadell, Ausa, 1989; J. Alvar y J. M.ª Blázquez (eds.), Los enigmas de Tartesos, Madrid, Cátedra, 1993; M. Almagro Gorbea, Ideología y poder en Tartessos y el mundo ibérico, Madrid, Real Academia de la Historia, 1996; C. Aranegui (coord.), Argantonio, rey de Tartessos, Valencia-Madrid, Fundación El Monte, 2000; M. Bendala Galán, Tartesios, iberos y celtas: pueblos, culturas y colonizaciones de la Hispania antigua. Madrid, Temas de Hoy, 2000 (2.ª ed.); Argantonio: rey de Tartessos, catálogo de exposición, Sevilla, Fundación El Monte, 2000; D. Ruiz Mata, Protohistoria de la Península Ibérica, Barcelona, Ariel, 2001; M. Torres, Tartessos, Madrid, Real Academia de la Historia, 2002; J. Jiménez, La toréutica orientalizante en la Península Ibérica, Madrid, Real Academia de la Historia, 2002; M. Koch, Tarsis e Hispania, Madrid, Centro de Estudios Fenicios y Púnicos, 2004.

 

José María Blázquez

 

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